Este Huesca está muy vivo

El estadio azulgrana ruge con la victoria, buscada y merecida desde hace varias semanas, y el equipo demuestra que sigue convencido de lograr la permanencia

Christian Rivera celebra el segundo gol de la SD Huesca dibujando un corazón con sus manos
Este Huesca está muy vivo
Rafael Gobantes

Rugió El Alcoraz y retumbaron sobre el estadio tambores de victoria. Atravesó el cielo de la capital oscense la estrella de la esperanza, de que sí se puede, como cantó la grada cuando Ferreiro y Rivera remacharon la remontada ante el Betis y se fundieron en un abrazo futbolistas y técnicos al son del primer triunfo que disfruta la ciudad en la máxima categoría. El primero de muchos si la Sociedad Deportiva Huesca sigue aferrada al milagro con argumentos de peso como los que lleva mostrando desde hace ya muchas semanas.

Con el pitido final, el rostro de Francisco Rodríguez conjugaba la emoción y el alivio. Han sido tres meses de trabajo que desembocan en un deseado punto de inflexión. Y su figura nunca se ha descompuesto, nunca ha perdido el norte. Le ha costado diez jornadas celebrar algo y ha tenido que trabajar con una plantilla corta. Las lesiones y las tarjetas le han impedido preparar los partidos en condiciones y algunos futbolistas han dejado de contar para el andaluz. Con lo puesto, y sobreviviendo a derrotas crueles como la de Valencia y muy injustas como la del Real Madrid, el Huesca sigue mostrando un extraordinario sentido de la supervivencia.

Por una vez, la suerte cambió. Hace solo unas semanas, los azulgranas no se habrían repuesto al gol de penalti de Sanabria y se habrían lamentado de tanta ocasiones en las que dispararon con pistolas de agua a la zaga bética. Pero este grupo resiste contra viento y marea, niebla y piedras. Ha sido derrotado muchas veces en estas 18 jornadas de Liga, pero nadie le ha derribado.

Ferreiro y Rivera encendieron la chispa. Un jornalero del fútbol y un jugador lejos del foco principal de la Primera División hasta hace cuatro días golearon a un equipo lleno de individualidades exquisitas pero que equivocó el paso. Pretendió Setién acomodarse en el 0-1 y no entendió que la raza de los altoaragoneses ya las había conocido de todos los colores y que no iba a venirse abajo por su enésima desventaja en el marcador. El Huesca ha aprendido a nadar en el cieno.

Y diez partidos le ha costado a Francisco gritar victoria. Once le llevó lograrlo en el Almería y entonces consiguió la permanencia. Sabedor de que el tiempo es un juez inflexible, a la vez ha sabido domesticar los plazos sin dejarse llevar por la histeria. Tampoco lo ha hecho el club, y resulta elogiable la entereza de un grupo de futbolistas que nunca han empleado palabras huecas para justificar que no ganaban desde agosto ni excusas pueriles para exponer por qué se resistía el triunfo en El Alcoraz.

El 2-1 llega 252 días después de la anterior alegría en casa, un 2-1 al Granada el 28 de abril de 2018. Había llovido demasiado. Los aficionados han dado junto a la Sociedad Deportiva Huesca el salto de categoría. Han reído y, últimamente, llorado juntos sin perder el aliento ni hacer mucho caso a la machacona clasificación. Se trata de un grupo de jugadores y de una ciudad de 53.000 habitantes que se sienten privilegiados y que derramarán hasta la última gota de sudor por defender la plaza de privilegio que supone la estancia en Primera.

Por primera vez, fueron los azulgranas quienes se agarraron a un error del contrincante y no a la inversa. Atacaron menos que en anteriores citas pero acertaron más. Siguen tocando la pelota muy bien y son fieles a una línea que se mantiene pese a los inconvenientes. Y que ahora cree que la permanencia no es un imposible sino la consecuencia lógica del trabajo bien hecho.

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