Distinta categoría, mismas costumbres

El Huesca ha pasado por Benasque de concentración durante nueve veranos como equipo de Segunda B, Segunda y Primera y no ha alterado sus rutinas. Los azulgranas mantienen la cercanía con los aficionados.

Gonzalo Melero se hace una foto con varios niños, algo constante estos días en Benasque.
Distinta categoría, mismas costumbres
R. Gobantes

El preámbulo de la temporada guarda su espacio a las concentraciones para los equipos del fútbol profesional. Los destinos son de lo más variopinto. Provinciales, regionales, nacionales o mundiales, los ‘stages’ preparatorios son siempre el punto de despegue de cara al siguiente curso gracias a la acumulación de cargas de trabajo y también a la cohesión de un grupo en el que existen nuevos individuos. Para los clubes del perfil más alto, la pretemporada contiene igual un acusado factor económico con su presencia de torneos internacionales que ocasionan largos viajes en un corto lapso temporal. Equipos como el Real Madrid, el Barcelona o el Atlético recorren aeropuertos y atraviesan océanos y continentes, mientras otras entidades de menor impacto no completan en absoluto tan largos desplazamientos. La Sociedad Deportiva Huesca, pese a su entrada en Primera División, no se ha alejado este verano ni de su campo base ni de sus aficionados; los azulgranas han seguido concentrándose en Benasque donde, además, no han alterado sus costumbres pese a los cambios de categoría que han ido experimentando.

Desde que Boltaña estrenara una primera etapa del conjunto aragonés en Segunda en el año 2008, han sido once concentraciones las que ha llevado a cabo el Huesca dentro de su perímetro provincial, con las nueve de la villa ribagorzana como aglutinante. El cupo de ‘stages’ azulgranas se completa con el paso por Sabiñánigo, donde estuvo en una ocasión la plantilla tras el descenso en el 2013 y el nuevo ascenso a la categoría de plata en el 2015.

El Huesca ha acudido a Benasque como equipo de Segunda B, de Segunda y, por última vez en este 2018, de Primera, pero las diferencias no son fácilmente perceptibles. Sí que se observa que el volumen de técnicos y asistentes es mayor de una división a otra, si bien tampoco van a ser los azulgranas la escuadra con más marinería de Primera. También se aprecian variantes en la metodología de trabajo de los distintos entrenadores que han pasado por el Pirineo. Aparte de eso, nada más: el Huesca mantiene sus costumbres. La esencia es la misma, hecho que se pone de manifiesto en los entrenamientos abiertos a cualquiera que se quiera acercar (bastante público todos los días) y por la atención directa que, en forma de autógrafos, conversaciones y fotos, dispensan a los aficionados los futbolistas en el hotel, a pie de campo o paseando por la calle.

Los jugadores del equipo altoaragonés saben bien y asumen que la cercanía hacia el hincha, con especial atención a los más pequeños, es parte de la idiosincrasia de un club sin el hermetismo de la mayoría de los que van a ser sus rivales en Primera (obligado por otra parte ante la avalancha de seguidores). El Huesca de la humildad y del nunca rebla y que defiende como lema el hacer provincia, al menos por ahora no se ha posado en las nubes tras tocar el cielo con el ascenso.

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