La batalla de la indiferencia

Perdido en tierra de nadie, el Real Zaragoza se siente en la obligación de ganar... por ganar.

Roger se lamenta de una ocasión fallada
La batalla de la indiferencia

Salvado ya de la amenaza real del descenso -de la que no ha podido desprenderse hasta estas últimas jornadas-, el Real Zaragoza afronta las tres últimas jornadas ligueras por el camino de la indiferencia. A nada puede ya agarrarse y su deambular genera tristeza y desazón en un zaragocismo desilusionado.


Es muy complejo entender qué ha pasado con esta escuadra; más aún para quien entrega el corazón y se refugia en una esperanza a la que ha alimentado la sorprendente irregularidad de los rivales.


El triunfo en el último instante en Córdoba no sólo daba tranquilidad. También abría la puerta a la ilusión de engancharse a la promoción de ascenso después de una campaña desordenadísima. Y las cosas, además, se pusieron muy de cara en la primera parte ante el Sabedell.


Y, sin embargo, una absurda retirada, la renuncia al fútbol, brindó al cuadro visitante la posibilidad de entrar en el partido y robar la esperanza a una afición que soporta partido a partido la decadente línea del equipo.


Ganar por ganar es una exigencia natural de un profesional, de quien ama a un equipo, de quien valora su propio trabajo. La obligación del Real Zaragoza es encadenarse a una victoria que se desprende del honor y el orgullo de ser futbolista y militar en el Real Zaragoza. Por lo demás, el equipo aragonés se ha adentrado en la batalla de la indiferencia.  


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