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El Real Zaragoza pierde las defensas

Desde la llegada de Víctor Fernández, el equipo aragonés encaja más goles que los que marca. Su juego se ha desequilibrado comprometiendo así su capacidad competitiva y su rendimiento. 

Entrenamiento del Real Zaragoza esta mañana tras la derrota ante el Racing de Ferrol.
Víctor Fernández, junto a su asistente técnico Javi Suárez.
Oliver Duch

El Zaragoza marca más goles, genera más ocasiones, suma partidos con hasta 20 remates, alcanza más el área rival, produce más situaciones de peligro… Pero no gana. Al contrario. Sigue perdiendo partidos y puntos, por eso, a falta de dos jornadas para el final, se encuentra amenazado por el abismo, sin más colchón que los dos puntos a los que han menguado los siete con los que respiraba hace dos meses.

Aunque el impacto de Víctor Fernández ha impulsado mejoras evidentes en el juego del equipo, también ha abierto nuevas fisuras en su armazón competitivo. Esto ha provocado que, aunque el Zaragoza haya modificado cosas, no haya variado su dinámica general. Solo ha cambiado la velocidad de la caída. La razón principal es que el Zaragoza se ha descompensado: por primera vez en la temporada, considerando las diez últimas jornadas (desde el despido de Velázquez) recibe más goles de los que marca. 

A este punto se ha llegado después de un desgaste e involución de su juego. El Zaragoza ha decrecido como equipo y como bloque con el paso de los partidos. El relevo de entrenador después de la destitución de Julio Velázquez se percibió inicialmente en un cambio de intenciones, de propósitos tácticos y de mejoras ofensivas. Pero no ha tenido recorrido. Además, ha traído de la mano un fútbol arriesgado, expuesto, descontrolado y apresurado que le ha empeorado en defensa, justo en una fase de la temporada en la que lo más importante de todo es la solvencia y la seguridad. Cuando cualquier punto es oro, dejar la portería propia imbatida es esencial.

El Zaragoza del últimos mes se ha desarrollado sobre una propuesta intrépida, profunda y vertical, basada en los espacios más que en el balón, y enfocada a correr, al ida y vuelta, al intercambio de golpes, y a un fútbol de transiciones rápidas, vertiginoso, visceral y descontrolado. Eso ha provocado que sus ataques mejoren en cantidad, más que en calidad. Así, el Zaragoza de las últimas diez jornadas ha subido su índice goleador, su gran tarea pendiente durante el curso: ha pasado de promediar 0,93 goles anotados por partido hasta la llegada de Víctor a marcar 1,1. En ese sentido, aunque ligeramente, Víctor ha corregido esa carencia estructural. Sin embargo, el fútbol es equilibrio. Y el juego del Zaragoza no lo tiene. Es un equipo inestable desde el punto de vista táctico fruto de su vocación de hacer que pasen muchas cosas, muy rápido. La consecuencia ha sido la desarticulación del solvente entramado defensivo que había tenido durante todo el año, tanto con Escribá como con Velázquez. Con ambos entrenadores, el balance goleador era cero: el Zaragoza marcó los mismos goles que encajó. Un total de 16 en 16 partidos con Escribá y 12 en los 14 con Velázquez, con quien el equipo era inofensivo, pero competía desde sus garantías defensivas (menos de un gol por encuentro).

Sin embargo, en las últimas diez jornadas, el Zaragoza ha marcado 11 goles y recibido 13 (1,3 por encuentro). Por primera vez en la temporada, la defensa es un problema competitivo: encaja más que marca.

Dos jornadas para mejorar

Ante esta grieta en el cuerpo táctico del equipo, el Zaragoza debe encontrar soluciones en las dos jornadas finales. Si Víctor Fernández da con la tecla defensiva, las opciones del equipo en Santander, y frente a Albacete (dos de los rivales con ataques más agresivos, verticales, directos y dinámicos de la categoría), se multiplicarán. La salvación pasa, así, por recuperar la solidez.

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