xx aniversario de la última copa del rey

Veinte años del ‘Galacticazo’ del Real Zaragoza: "Fue una linda explosión de emociones"

Luciano Martín Galletti, autor del decisivo 2-3, Víctor Muñoz, entrenador de aquel Real Zaragoza, y el portero César Láinez rebobinan en el tiempo para evocar la penúltima noche de gloria del equipo.

Los futbolistas del Real Zaragoza celebran la Copa del Rey conquistada frente al Real Madrid el 17 de marzo de 2004 en Montjuic.
Los futbolistas del Real Zaragoza celebran la Copa del Rey conquistada frente al Real Madrid el 17 de marzo de 2004 en Montjuic.
Moncín/Arcos/Marco

Hay chavales que ya conducen y todavía no han visto al Real Zaragoza competir contra los mejores. No solo vapulear sin piedad a los más grandes equipos de España y Europa, tampoco levantar uno de los nueve títulos que brillan de forma lustrosa en las vitrinas del club. Pero no se llegó hasta esta página para lamentar y llorar las mismas penas de siempre. Estamos aquí para sonreír evocando la penúltima noche de gloria del conjunto aragonés, que llegó tal día como hoy, 17 de marzo, hace ya 20 años.

Aquella lejana noche, en el Olímpico de Montjuic (Barcelona), un Real Zaragoza que mañana cumplirá 92 años de edad protagonizó una de las mayores gestas de su historia tumbando al Real Madrid de los Galácticos. La heroicidad, la victoria por 2-3 (el equipo de Víctor Muñoz ejerció como visitante), viajó a la eternidad bajo la denominación del ‘Galacticazo’, después de que el conjunto aragonés rompiera todos los pronósticos y derrotase a aquella inolvidable constelación de estrellas mundiales.

La clase de David Beckham, la calidad de Zinedine Zidane, la verticalidad de Luis Figo, el oportunismo de Raúl González, la potencia de Roberto Carlos… Todo esto arrasó un Real Zaragoza apoyado en el toque de Savio Bortolini, el hambre de David Villa, la seriedad de Gaby Milito, los kilómetros de José María Movilla o el fútbol de Rubén Gracia ‘Cani’. Pero si por algo será recordada siempre esa final, además de por jugarse menos de una semana después de los terribles atentados del 11-M en la capital de España, es por la inesperada parábola que se sacó Luciano Martín Galletti en el minuto 111, cuando el encuentro parecía caminar irremediablemente a la tanda de penaltis.

Nadie mejor que el Hueso (así era conocido el extremo por su delgada constitución física) para rememorar cómo fue aquel disparo envenenado. "Cuando ‘Movi’ (Movilla, centrocampista que había llegado en el mercado de invierno) me dejó la pelota, estaba convencido de pegarle. Tomé un poco de impulso y golpeé con toda mi fuerza, sabiendo que esa pelota se movía un poco extraño. Hizo una comba hacia fuera, iba muy fuerte, le botó a César y se desató una linda explosión de emociones", evoca el argentino, sumido actualmente en la representación de jugadores, que este domingo se espera que esté en La Romareda.

La celebración de aquel histórico gol, con Galletti correteando sin camiseta y sin rumbo por la pista de atletismo de Montjuic, constituye otra de las imágenes de la final. "Todos los compañeros me perseguían, pero yo quería abrazarme con cada uno de los aficionados que estaban en la grada. Hicimos una piña grande todo el equipo porque fue una noche verdaderamente mágica, los hinchas nos apoyaron un montón desde primera hora en el hotel", afirma el futbolista, artífice de un tanto que reconoce haber visto "bastantes veces".

Las faltas de Beckham y Roberto Carlos

Pero antes de que Galletti enviase al Real Madrid a la lona, el equipo entrenado por el portugués Carlos Queiroz golpeó con contundencia hasta en dos ocasiones. La primera, en el minuto 23, con un inapelable disparo lejano de David Beckham, gran especialista en el balón parado; la segunda, también con un libre directo, que esta vez llevó la inconfundible firma del brasileño Roberto Carlos. César Láinez, portero del Real Zaragoza en aquella final, describe con honestidad ambas acciones.

"Como ganamos, he visto los goles varias veces. El de Beckham tengo la mala suerte de que pega en el palo y acaba entrando. El segundo es una pelota que va por mi palo y hace un extraño. Aquel balón no era nada amigable para los porteros. La primera acción es más virtud del lanzador, pero el segundo, a pesar de la potencia del lanzador, que era máxima, nunca debió entrar por el palo del portero", reconoce Láinez, que también sonríe al relatar cómo vivió el decisivo gol de Galletti.

Este domingo, 17 de marzo, se cumplen 20 años de la última Copa del Rey que conquistó el Real Zaragoza. Fue en Montjuic, 2-3, ante el Real Madrid de los Galácticos.
Este domingo, 17 de marzo, se cumplen 20 años de la última Copa del Rey que conquistó el Real Zaragoza. Fue en Montjuic, 2-3, ante el Real Madrid de los Galácticos.
Moncín/Arcos/Marco

"El portero siempre vive en soledad, alejado de todo. Yo veo que golpea Luciano y la pelota, como en el gol de Roberto Carlos, hizo un extraño. No alcanzo a ver si entra, pero sí veo cómo se celebra. Mi reacción fue intentar salir corriendo, pero cuando vi que todo el mundo había abandonado el campo pensé: ojo, que la liamos. Salió todo el banquillo detrás de Luciano y yo me fundí en un gran abrazo con Gaby (Milito) y Álvaro (Maior)", señala.

Aquella final fue "uno de los días más especiales" en la carrera de un guardameta al que las lesiones obligaron a colgar los guantes solo un año más tarde (2005). "Sabía que mi carrera estaba llegando a su fin, así que la viví desde el fin de semana previo que jugamos en Madrid. Saboreé cada segundo", recuerda Láinez, convertido entonces en un ‘veterano’ del vestuario.

"Algunos jugadores veníamos de ascender de Segunda. Llegaron Villa, Milito, Álvaro… gente con muchísima hambre. Se conjugó todo: hambre, calidad… La experiencia que nos hacía falta la pusieron Dani y Movilla, nos hicieron madurar. Yo pasé de estar vistiéndome con Aguado, Aragón, Garitano y Solana a hacerlo con Cani. De ser el más joven, en año y medio, Cuartero y yo nos convertimos en los más mayores", asegura.

Este domingo, 17 de marzo, se cumplen 20 años de la última Copa del Rey que conquistó el Real Zaragoza. Fue en Montjuic, 2-3, ante el Real Madrid de los Galácticos.
Este domingo, 17 de marzo, se cumplen 20 años de la última Copa del Rey que conquistó el Real Zaragoza. Fue en Montjuic, 2-3, ante el Real Madrid de los Galácticos.
Moncín/Arcos/Marco

Cani, expulsado en un minuto

Ya sabemos cómo se vivió desde dentro, pero: ¿Y fuera del terreno de juego? ¿Qué sentimientos recorrían la sangre del técnico, Víctor Muñoz? "Habría que empezar por recordar a la gente que murió en el atentado de Atocha. Es algo que afectó a la final y, sobre todo, a la fiesta posterior. El fútbol es una parte, pero la vida siempre tiene que ir por delante de todo lo demás", afirma.

El entrenador no duda en calificar la expulsión de Cani (amonestado dos veces en cuestión de un minuto) como uno de los momentos clave. "Sabía que debía reforzar al equipo. Quité un atacante y metí a Generelo, un centrocampista, para que estuviese más cerca de Zidane, su mejor futbolista y el más peligroso. A Dani le supo muy mal, vino con mal gesto, porque había hecho un gol", señala Muñoz, que califica aquella final como "un recuerdo imborrable".

"Parece que estoy viendo ahora el gol de Galletti. Fue un disparo con potencia desde fuera del área, parecía que iba fuera y entró junto al palo. Fue algo magnífico", rememora. El técnico elogia también el potencial de los Galácticos, un equipo "espectacular" y edificado a golpe de talonario, al que el Real Zaragoza fue capaz de sorprender gracias a su "buen fútbol" y sus "goles de bella factura".

"Como entrenador, fue el día más importante de mi carrera. Tuvimos la suerte de llegar a otra final, pero, aunque eliminamos a los mejores equipos de España (Atlético, FC Barcelona y Real Madrid), no la pudimos ganar y perdimos en la final contra el Espanyol. Actualmente sigo al Real Zaragoza de cerca y estoy expectante ante los últimos acontecimientos", abrocha el aragonés.

En poco más de cinco meses, el 25 de agosto, se cumplirán otras dos décadas del último título que ganó aquel Real Zaragoza. Esa Supercopa de España, ante el Valencia de Cañizares, Albelda, Baraja y compañía, fue la última gran noche de gloria en un equipo que, desgraciadamente, ya no es el que era. Ahora bien, para volver a ser lo que fue, el primer paso es ganar esta tarde al Espanyol.

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