REAL ZARAGOZA

El juego de ataque, según Velázquez: «No hicimos ocasiones claras, pero sí ruido»

Julio Velázquez esgrimió un sorprendente subterfugio para explicar y justificar la nulidad ofensiva de su equipo en Villarreal. El entrenador se enroca en excusas.

Julio Velázquez se queja en la banda de Villarreal por una jugada.
Julio Velázquez se queja en la banda de Villarreal por una jugada.
Moisés Castell/Prensa2

«Sí que hemos generado en la última fase del partido. Otra cosa es hablar de una ocasión clara. Pero ruido... ruido sí. Hemos tenido acercamientos», es parte del subtefugio utilizado sorprendentemente por Julio Velázquez para explicar y justificar la nulidad atacante del Real Zaragoza –un día más– en su partido ante el Villarreal B en La Cerámica.

El grado de conformismo y autocomplacencia de Velázquez con el paso de las jornadas y la repetición de las carencias y defectos ofensivos del Zaragoza en muchos partidos alcanzó en Villarreal su grado máximo, sin precedentes en el uso de las excusas para defender algo tan flagrante.

«Hicimos llegadas. Otra cosa es que queramos analizar esas últimas acciones basándonos únicamente en la última decisión, la de los metros finales», insistió en su insólita tesis Velázquez, que defiende una valoración ‘sui géneris’ del concepto de ataque y ocasiones que nada tienen que ver con la consecución de un gol, con un remate peligroso en el área o con una jugada ligada de peligro verdadero. A él le sirve quedarse con el «ruido» de los «acercamientos» que se mueren a 40 metros del área o ni siquiera llegan al penúltimo pase a los rematadores.

Durante la rueda de prensa del técnico zaragocista, en ningún momento manifestó su pesar por la ceguera atacante de los suyos. «Hemos controlado bastante bien. Solo nos ha faltado tener algún acercamiento más», es otro razonamiento que lleva intrínseco el modo de entender el fútbol de Velázquez. Le importa, por encima de todo, el control, que no pase nada. Lo de llegar cerca del gol es secundario.

«Lo que queríamos era evitar que hubiera un correcalles, que hubiera un tránsito permanente», expuso Velázquez para confirmar con contundencia lo nuclear de su filosofía futbolística. El balón debe correr poco, la velocidad del fútbol ha de ser lenta. Nada de ir al ‘golpe a golpe’, nada de apostar por la osadía y las actitudes valientes de alguna individualidad. Todo ha de estar bajo control, mecanizado, pausado, colectivizado. Su fútbol es de laboratorio, intervencionista desde el banquillo al cien por cien. Prohibido inventar sobre el césped, que nadie se salga del guion ni desobedezca las órdenes. Las virguerías, para los potreros del barrio y los patios de colegio. 

Moralmente, para este tipo de técnicos es más reconfortante empatar 0-0 bajo su pauta que ganar 4-3 o 5-4 en un partido loco que no maneje desde la banda y se aleje de lo preparado por ‘el staff’ durante la semana. Esto último es considerado una traición al método, una deslealtad de la plantilla. Como dijo Lillo hace décadas, «se juega como se entrena». Lo que para él era un estímulo, para este tipo de técnicos modernos se ha convertido en un dogma, una fe.

Los lugares comunes gratuitos

Julio Velázquez, en su 12ª rueda de prensa pos partido como zaragocista (lo mismo que hace en las previas), reincidió en sus habituales lugares comunes del discurso explicativo que, aunque no vengan a cuento del partido, siempre salen a relucir. Siendo gratuitos, parecen desde el primer día más burladeros, cortinas de humo para ocupar espacio sin responder a preguntas concretas sobre asuntos mollares que a él no interesan.

Como en una radio fórmula, volvieron a sonar en la sinfonola de La Cerámica los ‘hits’ del momento. Se volvió a escuchar que la plantilla es excelente y que todo el mundo trabaja de modo estajanovista. Otra cosa es el rendimiento.

«Los chicos se han dejado absolutamente todo en el campo. No solo hoy, sino todos los días. Yo estoy súper orgulloso de mi equipo, súper orgulloso de mis jugadores. Y lo que puedo garantizar es que se han dejado la vida en el terreno de juego y han intentado hacerlo lo mejor posible», dijo. Y reincidió: «No es por falta de actitud, por falta de ganas, por falta de intención. Los jugadores se han vaciado. Y no tengo ningún reproche. Todo lo contrario». E insistió para incluir a los suplentes: «Todos los que han entrado en las sustituciones se han dejado la vida. Absolutamente nada que achacarles. Todo lo contrario. Agradecerles el esfuerzo, la dedicación y cómo se han vaciado hasta el último segundo». A Velázquez parece quedarle lejos la idiosincrasia histórica del fútbol en Zaragoza y la exigencia de este club por lograr cuanto antes el ascenso. No prima ganar. Lo importante debe ser trabajar a destajo, más allá de que no se gane casi nunca.

«En el ‘staff’, nuestra responsabilidad es trabajar, como hacemos de lunes a domingo, dedicándonos en cuerpo y alma. Tengo un grandísimo equipo, un grandísimo vestuario. A partir de ahí, tratamos de hacerlo cada día lo mejor posible atendiendo a lo que tenemos en frente cada semana», reverberó Velázquez.

Como se ve, del partido en sí habló nuevamente poco. Y, lo que lo hizo, fue raro. Esta es una de las razones –entre otras– por las que el zaragocismo no casa con Velázquez. Y viceversa.

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