REAL ZARAGOZA

El zaragocismo se harta y explota

después de una jornada festiva en Villarreal, con más de 2.400 seguidores desplazados, el mal juego del equipo acabó en bronca a los jugadores y petición de cese del entrenador, Velázquez.

Los jugadores del Real Zaragoza, abroncados por la afición en Villarreal al final del partido de este sábado.
Los jugadores del Real Zaragoza, abroncados por la afición en Villarreal al final del partido de este sábado.
Moisés Castell/Prensa2

La jornada de este sábado mutó entre los más de 2.400 zaragocistas desplazados hasta Villarreal de la alegría a la ofuscación, de la fiesta a la bronca. El fútbol es así. Fuente de sentimientos simétricos, contradictorios a veces, que pueden tener lugar en pocos minutos en uno y otro polo. La vida misma.

Al final, el ser humano tiende a quedarse con lo último, con lo más reciente. Y eso, en la noche sabatina, en cientos de coches particulares y un par de decenas de autobuses de grupos y peñas, era el enfado descomunal con la actitud del Real Zaragoza en el campo y, por elevación, con el modo de proceder del entrenador, Julio Velázquez.

Visto lo acontecido en las gradas de La Cerámica, no es descabellado descifrar que el zaragocismo se ha hartado y ha estallado. Era una muestra comprimida de La Romareda lo que en este episodio poblaba medio fondo del campo del Villarreal. Pero bien se puede hacer la traslación de ese sentir a muchos otros zaragocistas que, igualmente, bramaron en sus casas, en los bares, viendo el mismo partido por televisión.

Por primera vez esta temporada los jugadores fueron duramente abroncados. Fue al final del partido, sobre la hierba. Y también a la salida del vestuario, aquí por mucha menos gente. Y, asimismo, por primera vez Velázquez escuchó el «vete ya» que, en Zaragoza, anuncia tormenta.

Esta reacción última del día, la de las 20.45, es la que prevalece por cuestión cronológica y de hondura en el parecer de la gente. Atrás quedó el impresionante y único ambiente de fútbol que se vivió desde antes de las 12.00 del mediodía y hasta el momento de comenzar el partido a las 18.30 en las calles, plazas y bares de Villarreal. Cánticos, fotografías, vídeos, el buen rollo y la diversión predominaron toda la mañana y en la sobremesa entre los múltiples grupos de zaragocistas que compusieron el mosaico general de una mini Romareda, trasladada 310 kilómetros al este para volver a dar forma a un viaje histórico.

Muchos, en el ilusionante viaje de ida, habían tenido que sortear los copos de nieve que comenzaron a caer en torno a las 8.30 en determinados puntos de la autovía Mudéjar en la provincia de Teruel. Esta afición, que ya se ha convertido en un estandarte viajero por devoción y costumbre, puede con eso y con mucho más.

El regreso, la vuelta a casa bien entrada la noche, con el peligro de la meteorología invernal reactivada con otra borrasca extrema, vino cargado de hiel y devaneos de cabeza para casi todos ellos. El partido de Villarreal fue la gota que colmó el vaso de la paciencia para una afición cuyo aguante es muy superior al de tiempos pretéritos por razones diversas. Hay un antes y un después de este caso en Villarreal.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión