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El Real Zaragoza vuelve a desperdiciar una renta de dos goles y empata 2-2 con el Levante

Dos tantos de cabeza de Mollejo y Mesa al borde del descanso fueron igualados por Fabricio y Brugué en el segundo tiempo. Velázquez no logra sacar al equipo del bucle de la inoperancia y, pese a algunas mejoras, aún no da de sí para ganar.

Partido Real Zaragoza-Levante, jornada 21 de Segunda División, en La Romareda
Partido Real Zaragoza-Levante, jornada 21 de Segunda División, en La Romareda
Guillermo Mestre

Enésimo patinazo del Real Zaragoza en La Romareda. Reiterada pérdida de dos goles de ventaja para acabar empatando a dos con un Levante que remontó como otras veces lo hicieron el Eibar, el Sporting de Gijón… Julio Velázquez, pese a algunas mejoras, no logra sacar al equipo de la inoperancia y no le da de sí para ganar, ni en escenarios tan favorables como el que se dio este miércoles en La Romareda.

El fútbol es un mundo propio, diferente a la mayoría de las cosas de la vida. Un cúmulo de circunstancias, propias y ajenas, ponderables e imponderables. Un hábitat de caprichosas voladas de aire (era fuerte el viento este miércoles en el Valle del Ebro) que llevan los partidos, muchas veces, por caminos insospechados. En este duelo entre zaragocistas y levantinistas, hasta el minuto 41, la valoración general de todo el mundo se acercaba a la de tostón, espectáculo de escaso valor, pugna en tono menor entre dos equipos sin fluidez con la pelota y, lo más evidente, sin llegada con peligro ante el marco rival. Sin embargo, en los últimos 5 minutos antes del descanso, el Real Zaragoza se puso 2-0 a favor, surgiendo repentinamente de la nada, y noqueando a un Levante que había dado los escasos brillos al deficiente fútbol visto desde el inicio hasta ese punto del crono.

El equipo de Velázquez, pitado en varias fases por el público por su lentitud, por su falta de imaginación en la creatividad (los centrales, Jair, Mouriño y Francés fueron casi siempre sus cerebros) y por sus imprecisiones constantes en la combinación -lo de siempre-, se marchó al ínterin del refrigerio con el partido prácticamente solucionado y habiendo logrado la felicidad de su gente en las gradas en dos ramalazos de calidad súbitos, sorprendentes. Si en el minuto 40 algún vidente hubiese anunciado por megafonía lo que iba a suceder, la carcajada hubiera sido sonora. Es el fútbol. Es esta indescifrable Segunda División española.

El partido, en lo sustancial, empezó para el Real Zaragoza en el minuto 41. Francho, el único que tiene algo distinto por sus arrancadas de fe, más que de ‘delicatessen’ la mayor parte de las veces, recogió un balón en la banda derecha, lanzó un centro rosca de banana, larguísimo, que cabeceó Mollejo en carrera en el segundo palo para hacer el 1-0. Y, con el Levante grogui, vagando por el césped sin dar crédito a su imprevista desgracia, en el 45, fue Gámez el que manejó la pelota en un terreno parecido, en la derecha (el lateral Valle era un chollo toda la tarde), y su centro al corazón del área lo cazó con la testa arriba del todo Maikel Mesa para picarlo al palo lejano y firmar el 2-0. Dos preciosidades. Dos maravillosas buenas nuevas. Y a guardar.

Hasta ahí, el Levante manejó el timón con mayor intención desde el pitido inicial. Pero torpemente finalizadas todas sus iniciativas ofensivas. Fabricio remató flojo en el minuto 1 y paró abajo Rebollo. Pablo Martínez, en el 20, solo en el área tras pase atrás de Valle, remató alto, fatal, con todo a placer. En el 24 fue Lozano el que, tras cesión de Pablo Martínez en el área, chutó alto por poco. Y en 29 Dani Gómez se aprovechó de un resbalón de Jair para llegar hasta el mismo palo y, gracias a Dios, su centro atrás no halló rematador. Estos eran los apuntes antes del arrebato zaragocista. Porque, en efecto, el 2-0 en cuatro minutos, claves por ser los que eran, fue un arrebato. Bendito y certero, que borró de cuajo todo lo agrio y feo vivido durante 40 minutos por delante. Cosas del fútbol viejo, el que viene del siglo XIX. El inmanejable. 

Volteo radical del Real Zaragoza al guion del partido

El segundo tiempo, ni que decir tiene, empezó mediatizado por este volteo radical del Real Zaragoza al guion del partido. El Levante, mermado de inicio por sus bajas en defensa (el medio centro Algobia fue central improvisado), no tuvo otra que irse arriba como fuera. Mientras, el equipo de Velázquez, crecido por su propio respingo de inspiración cuando más lo necesitaba, salió a verlas venir con el 5-3-2 elástico en las bandas que viene proponiendo el nuevo técnico desde su segundo partido ante el Leganés. Fue muchas veces un 3-5-2, cuando Gámez y Valera adelantaron su punto de partida. Laterales de goma. Esta vez, Velázquez había prescindido en el inicio de Aguado y prefirió a Grau, que no tuvo buena noche con la pelota. El duelo encaró su segundo acto sin cambios nominales.

Dos tantos de cabeza de Mollejo y Mesa al borde del descanso fueron igualados por Fabricio y Brugué en el segundo tiempo.

La primera opción peligrosa la tuvo el Levante, en un remate fallido de Lozano, en el punto de penalti, a centro de Fabricio en el minuto 53. Empezó dominando el cuadro granota, como era de prever. Debía meterse pronto en el partido con un gol para no capitular antes de tiempo. Al ver que con lo que tenía no le daba de sí, Javi Calleja, el técnico visitante, metió en danza en el 58 a dos puntas frescos, el goleador Bouldini (en crisis) y Cantero. En su primera jugada en común, el lateral Valle acabó rematando raso y provocó una buena parada de Rebollo abajo en el 59. Había pasado el primer cuarto de hora de la segunda fase sin daños para el Real Zaragoza, que vivía atrincherado con orden y, gracias a ese magnífico 2-0, con el beneplácito permanente de la grada. Ya daba igual la plasticidad. Ganar, en La Romareda moderna, es fiesta grande.

Partido Real Zaragoza-Levante, jornada 21 de Segunda División, en La Romareda
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Toni Galán

Y en estas, en el 62, ¡tras un córner a favor!, el Levante marcó el 2-1 y llevó el desasosiego al ambiente. Falló Francho al restar el despeje de la zaga levantinista en la línea media y, tras recoger Fabricio el regalo y empezar la galopada desde la línea medular hacia la portería, Valera fue incapaz de alcanzarlo y el brasileño superó por raso a Rebollo. Singularmente, en la acción cayeron lesionados los dos, el goleador y el lateral-extremo zaragocista, que debieron ser sustituidos. Velázquez metió a Bermejo y formó un atípico 3-3-3-1 sobre el campo, un vagón de tranvía, largo y estrecho, que no le sentó nada bien al equipo.

En el 69, Brugué, sustituto precisamente de Fabricio, marcó de cabeza el 2-2 a la salida de un córner (qué mal defiende los córneres el Real Zaragoza), por alto, superando a Jair. En 7 minutos había volado la ventaja. Donde las dan, las tomán, debió gritar el Levante. Y en La Romareda aparecieron los fantasmas del día de Eibar, que volteó un 2-0 para ganar 2-3 en la última media hora hace dos meses. La trama del partido se parecía una barbaridad. Era gemela hasta aquí. Se estaba pagando cara la propuesta conservadora .

Bermejo, fiel a su impericia ante el gol, falló un mano a mano que le patrocinó Maikel Mesa el 71. Pudo ser el 3-2, pero remató contra el cuerpo de Andrés Fernández. Este sí para los mano a mano, a Rebollo no le llega el duende en tales casos. Velázquez retiró a Mesa y Grau y puso a Enrich y Aguado en el último cuarto de hora. Dibujó entonces un 4-4-2, con Enrich y Bermejo en punta. Otro cambio de diseño sobre la marcha, al que se añadieron al final Manu Vallejo y Lluís López. Para entonces, Mollejo llevaba rato de lateral zurdo carrilero, en el espacio de Valera. Demasiadas modificaciones de calado para asimilarlas convenientemente por los jugadores. El neofútbol se mimetiza con el balonmano, el baloncesto, el waterpolo… lo desnaturaliza. Esto siempre ha sido mucho más sencillo. Alguien, algún día, se va a hacer un nudo en el cerebro y va a colapsar pensando o explicándose.

El Real Zaragoza, en el galimatías último, acabó jugando al tuntún. Con centros al área a suerte o verdad, con remates precipitados y fallidos. La batería de sustituciones, como casi siempre, le sentó mejor al rival. Salta a la vista. El Levante, tras el 2-2, bajó revoluciones y llegó al final conformista. No pasó nada relevante en los 8 minutos de añadido. Manu Vallejo desperdició una falta directa al borde del área en el 99. Y el empate final, merecido por el Levante en el conteo global de todo, sentó como un vaso palmero de aceite de ricino al zaragocismo por cómo fue la trama y la secuencia del duelo. Es la enésima vez que se toca la victoria, con dos goles de ventaja, y se tira por el sumidero. La repetición de episodios adversos suele ser siempre síntoma y evidencia de razones. Cordero, el director deportivo, ha de ver el diagnóstico.

Partido Real Zaragoza-Levante, jornada 21 de Segunda División, en La Romareda
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Toni Galán

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Rebollo; Gámez, Mouriño, Jair (Lluís López, 83), Francés, Valera (Bermejo, 64); Grau (Aguado, 73), Moya, Francho (Manu Vallejo, 83); Maikel Mesa (Sergi Enrich, 73) y Mollejo.

Levante UD: Andrés Fernández; Capa, Algobia, Álex Muñoz, Valle; Oriol Rey, Pablo Martínez; Carlos Álvarez (Óscar Clemente, 63), Lozano (Bouldini, 58); Dani Gómez (Cantero, 58) y Fabricio (Brugué, 63).

Árbitro: Moreno Aragón (Comité Madrileño). Amonestó a Carlos Álvarez (39) y Mouriño (66).

Goles: 1-0, min. 41: Mollejo. 2-0, min. 45: Maikel Mesa. 2-1, min. 62: Fabricio. 2-2, min. 69: Brugué.

Incidencias: Tarde fría y muy desagradable a causa del fuerte cierzo (más de 60 kms. por hora), con 8 grados al inicio del partido, las 19.00. El césped presentó un buen aspecto visual. En las gradas hubo alrededor de 23.000 espectadores.

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