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Así fueron los disturbios a la salida de los futbolistas del Real Zaragoza

Las protestas alcanzaron una temperatura máxima en la zona de vestuarios de La Romareda. Varios jugadores sufrieron situaciones de tensión y acoso y la policía debió cargar a un grupo de 300 aficionados. 

La Policia controla las protestas justo antes de la salida de Escribá
La Policia controla las protestas justo antes de la salida de Escribá
Toni Galán

La salida de varios futbolistas y empleados del Real Zaragoza de La Romareda tras el partido contra el Huesca representó uno de los episodios más lamentables y tristes de los últimos tiempos. Toda la crispación mal gestionada por el club ante la crisis vivida con Fran Escribá saltó por los aires y adquirió tintes incluso peligrosos después de que los jugadores pasaran por las duchas. Algunos de ellos sufrieron auténticas situaciones de acoso y amenaza por una minoría ultra y radical.  En este sentido, el dispositivo policial y de seguridad privada a cargo del Real Zaragoza presentó graves fisuras.

Los ánimos se presentaron calientes desde el final del partido. Más de un millar de aficionados se congregó en el perímetro habitual que se instala en la zona de vestuarios de La Romareda. Muchos hinchas esperaban la salida de los jugadores de ambos equipos, casi todos zaragocistas dolidos y exaltados por el resultado, pero también ofendidos por la continuidad de Escribá, asunto que se larvó durante toda la semana, no una semana cualquiera, sino una con el Huesca en el epicentro. La derrota contra el rival regional terminó por poner la caldera de la indignación a dos mil grados. Salieron varios jugadores del Huesca y sobre las 21.15 aparecieron Jorge Pulido y Álvaro Fernández. Ambos futbolistas del Huesca, en actitud claramente provocadora y desafiante, como durante todo el partido, se acercaron a la valla para saludar a conocidos oscenses. La policía ya tuvo que contener ahí a varios zaragocistas que se sintieron provocados. Miembros del Huesca vieron la situación y pidieron por favor a los dos jugadores que se volvieran rápido al autobús. En torno a las 21.45, la expedición oscense, escoltada por furgones de la Policía Nacional, abandonaba los aledaños de La Romareda.

Mientras tanto, la turba de aficionados -en torno al millar, casi todos de edades jóvenes, aunque también muchos entrados en años- permanecía a la espera de la salida de futbolistas y cuerpo técnico del Rea Zaragoza. Fue en el momento, en el que, desde la puerta del palco, salieron a toda prisa el director general Raúl Sanllehí, el director deportivo Juan Carlos Cordero y el consejero Mariano Aguilar, figura clave para entender muchas de las cosas del funcionamiento del club desde la llegada de la nueva propiedad. Los tres se dirigieron a toda velocidad al aparcamiento subterráneo de La Romareda. Bajaron hasta el tercer sótano y allí tomaron un Audi para dirigirse a una reunión en un sitio más tranquilo y apaciguado.

Varios jugadores del Zaragoza ya habían salido del estadio. Vaquero, Cuenca, Azón… Ellos lo hicieron antes de que partiera el autobús del Huesca, pero, cuando la delegación oscense dejó el estadio, las medidas de seguridad y control se relajaron. Fue, entonces, cuando varios jugadores del Zaragoza padecieron la penosa intimidación de un pequeño grupo de radicales, varios de ellos encapuchados . Le tocó a Sergi Enrich, le tocó a Lecoeuche y Poussin… Todos ellos trataron de poner cordura, dieron la cara y explicaciones… Pero, quizá, el momento más angustioso lo vivió Francho Serrano, quien, de pronto, se vio rodeado de ultras exigiéndole e insultándole mientras la policía y la seguridad privada apenas hacía nada. Francho trató de razonar, pidió perdón, se comportó con una intachable profesionalidad y zaragocismo. Pero el acoso  no cesó. Al lado estaba, además de varios amigos, toda su familia, padres, hermanos, pareja y otros, que vivieron un episodio triste y amargo. La situación, mientras el jugador abandonaba a pie el entorno de La Romareda, estuvo a punto de producir un enfrentamiento entre los propios aficionados del Zaragoza, pues muchos de ellos salieron en defensa de Francho.

Furgones policiales en La Romareda.
Furgones policiales en La Romareda.
Toni Galán

Al final, la gente se dispersó. Ante lo que se estaba viviendo fuera, a varios jugadores que aún estaban dentro del estadio se les sugirió que lo abandonaran por otras puertas. Mientras, el cuerpo técnico permanecía aún en la zona de vestuarios. Fue, entonces, sobre las 22.15, cuando el dispositivo de seguridad se desactivó. Unos 300 aficionados aprovecharon esa circunstancia para agolparse a las puertas mismas de la salida de vestuarios, protestando, insultando y exigiendo la marcha de Escribá. La policía fue reclamada de nuevo, y una veintena de efectivos cargaron contra ese grupo, muy minoritario de todo el sentir zaragocista, pero ruidoso, alborotador y violento. Aparecieron tres furgones, algunos aficionados tiraron vallas, y se produjeron escenas de máxima tensión. Las fuerzas de seguridad del Estado intervinieron con fuerza y determinación, alejando a los hinchas zaragocistas del lugar en una acción que provocó carreras y en la que hubo algún golpe con las porras. No se tiene constancia de que se acabase produciendo alguna detención durante la carga.

Aficionados indignados del Real Zaragoza esperaron casi dos horas a la salida de los jugadores y del entrenador en la puerta de los vestuarios del estadio y, al final, hubo incidentes y actuación de las fuerzas del orden.

Finalmente, la policía consiguió desbaratar esa concentración, tiempo en el que se informó al cuerpo técnico que ya podían salir con cierta seguridad a recoger sus coches del aparcamiento de La Romareda. Fue entonces, a las 22.20, cuando Fran Escribá pudo abandonar el estadio, rodeado por varios de sus ayudantes.

La Policia controla las protestas justo antes de la salida de Escribá
La Policia controla las protestas justo antes de la salida de Escribá
Toni Galán
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