Nuevos horizontes para el Real Zaragoza

Vista del exterior del campo de fútbol de La Romareda
Vista del exterior del campo de fútbol de La Romareda
Francisco Jiménez

Desde la perspectiva del Real Zaragoza, del club entendido como escudo y símbolo en el que nos reconocemos, hoy puede ser un día francamente importante en su historia. Se ponen, en principio, entre el propio Real Zaragoza, el Ayuntamiento de la capital aragonesa y el Gobierno de Aragón los cimientos para decir adiós a la vieja Romareda, estadio venerado y querido, que dio lugar a los mejores momentos de la vida de la entidad, como los protagonizados por Los Magníficos, los Zaraguayos, el equipo de Leo Beenhakker o el conjunto de la Recopa; pero que hace tiempo se ubicó en la obsolescencia deportiva y arquitectónica, en unas condiciones impropias del nivel del club y de la ciudad. Hoy, como decimos, puede ser el día de un adiós y, a la vez, la jornada de apertura hacia un futuro mejor, más acorde con los tiempos y las aspiraciones de la entidad y de la muy noble, muy leal y muy heroica Zaragoza, entre otros títulos.

Desde hace varias décadas atrás, se proclama evidente que el Real Zaragoza y su afición necesitan de un estadio moderno, capaz en sus dimensiones y, asimismo, en sus posibilidades de abrirnos más a España, Europa y el mundo. Se dice España porque todos sabemos que la selección española y la Federación no pueden poner en su foco de interés a la actual Romareda, salvo para situaciones contadas y excepcionales, como sucedió el año pasado, con motivo de la celebración del centenario de la Federación Aragonesa de Fútbol. Se apunta Europa porque la nueva propiedad tiene como objetivo deportivo devolver al Real Zaragoza a Primera lo antes posible y colocarlo en la nobleza del fútbol de nuestro país. Señalamos también una dimensión global, mundial, por motivos obvios en estas fechas: la Federación Española cuenta con Zaragoza como una de las diez sedes españolas del Mundial de 2030. Está en sus manos. En su quehacer. En su respuesta al reto de construcción del nuevo estadio en los tiempos y plazos adecuados. El zaragocismo celebra, sin duda, estos horizontes, que, por otra parte, cabe dar por seguro que han subyacido en su compromiso con los colores durante los años oscuros por los que se atraviesa. 

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