REAL ZARAGOZA 

Fran Escribá, en caída libre

El Real Zaragoza solo ha sumado 5 de los últimos 21 puntos disputados, el tercer peor equipo en este relevante tramo reciente del torneo, y su fútbol carece de vigor.

Fran Escribá, este sábado en el banquillo durante la derrota con el Eibar.
Fran Escribá, este sábado en el banquillo durante la derrota con el Eibar.
José Miguel Marco

El Real Zaragoza está en una honda depresión. Lo dicen los números y las tablas. Y, lo que es más rotundo, lo sostienen con contundencia las sensaciones y las apreciaciones sobre la calidad y la solvencia de su fútbol.

El equipo se le ha ido de las riendas tácticas a Fran Escribá, su entrenador. Apenas ha sumado 5 puntos de los últimos 21 disputados en las siete jornadas más próximas. Es una adición de descenso, con muy malos síntomas en cuanto a eficacia, una secuencia que va a llegar a los dos meses de crisis progresiva. No es casual.

En este tramo parcial de las últimas siete jornadas, el Real Zaragoza es el antepenúltimo en la clasificación. Y si el Alcorcón o el Cartagena ganan en el partido que los enfrenta este lunes (es decir, si no empatan), su puntuación será la del penúltimo.

El Real Zaragoza solo ha sumado 5 de los últimos 21 puntos disputados.

La racha empezó con el empate, 1-1, en La Romareda ante el Racing de Santander. Y siguió con la derrota 1-0 en Ferrol; el batacazo en casa con el Mirandés (0-1); el oasis puntual del triunfo en Andorra por 0-1; la nueva bofetada con el Alcorcón (0-2); el lacerante empate en Gijón (2-2), por su formato, al desperdiciar un 0-2 cuando solo restaban seis minutos para el final; y concluyó anteanoche con el desastre ante el Eibar, ese 2-3 adverso después de haber llegado al descanso con otros dos goles de renta, que se tiró por el sumidero.

De no haber acontecido el impecable inicio de liga, aquellas cinco victorias en las cinco primeras citas ligueras que hicieron al Real Zaragoza líder con 15 puntos sumados de los 15 dirimidos –pleno histórico–, Escribá estaría a estas horas en unas circunstancias, como poco, delicadas y comprometidas en grado extremo. Aquella renta acumulada ha permitido flotar al equipo en la parte noble de la tabla durante algo más de un mes, viviendo a pan y agua y gastando progresivamente la grasa de cada una de sus células mientras su color mutaba a pálido y se le empezaban a ver los huesos bajo la piel lacia y desnutrida.

Pero las reservas se han gastado. Y la dieta de puntos y fútbol de calidad, que ya no alcanza los mínimos exigidos para la salud de un equipo profesional que compite con aspiraciones en Segunda División, han hecho enfermar al grupo de Escribá. La pinta del paciente no es buena. Se lleva esperando una reacción varias semanas. Pero, lejos de llegar, cada día que pasa, por hache o por be, se aleja un poco más. Preocupante.

El historial analítico del Real Zaragoza 23-24, a fecha de hoy, recoge varias patologías severas, muchas advertidas ya cuando en varias fases de las primeras cinco jornadas se ganaban los partidos gracias al viento de cola y el efecto trampantojo que casi nadie sospechaba oculto detrás de aquellos marcadores favorables.

El equipo, que ya es 9º en la tabla, viene perdiendo gas de forma alarmante, fruto inevitable de su colapso en el rendimiento global. Su juego es deficiente en inmensos trechos de sus partidos, con visibles carencias creativas, combinativas, ofensivas y, en las últimas dos puestas en escena, también defensivas, hecho que agrava de manera súbita las constantes vitales del ya enfermo Zaragoza de Escribá desde mitad de septiembre.

Ha transcurrido ya más del 25% de la liga y el entrenador no ha tenido un equipo base ni un sistema principal de juego. Todos jugadores son titulares y, por ende, todos son a la vez suplentes. El plan de tener a todos contentos ha sido contraproducente. No es así.

El Zaragoza ataca mal. Es lento, carece de imaginación. Se fija en exceso en cada rival, no marca su tendencia. Es feo de ver. Si el partido exige una reacción, no hay cintura en el banquillo. Los cambios no aportan. Siempre son pieza por pieza. No hay valentía en caso de necesidad. Las segundas partes son un suplicio. Falta fuelle, carácter para gobernar el timón y personalidad para meter a los adversarios en su área, nunca se logra ni aun siendo perentorio. Los delanteros no marcan goles. Los nuevos fichajes, salvo Mesa –y con salvedades– no están aportando lo esperado. La mezcla, bajo el método de Escribá, no está saliendo buena. O el técnico encuentra la medicina sanadora ya o actuarán los especialistas.

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