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Ferrol, la visita del Real Zaragoza al primer recién ascendido en esta temporada

El equipo aragonés, líder de la categoría, jugará el lunes en el estadio de A Malata, que no acoge fútbol profesional desde hace 15 años, un partido de perfil inhabitual y lleno de trampas.

Bebé, tras marcar el 0-1 el año pasado ante el novel Andorra.
Bebé, tras marcar el 0-1 el año pasado ante el novel Andorra.
Fernando / LOF

El Real Zaragoza prepara con todo detalle la novedosa visita a Ferrol en la próxima jornada, la 7ª, cita datada para el lunes a las 21.00 en el estadio de A Malata. Hace 15 años que este recinto no acoge fútbol profesional, pues los ferrolanos del Racing han estado despeñados en categorías ‘amateur’ desde 2008. Son novatos este año. Históricos, pero noveles actualmente.

Durante los diez años precedentes, encadenados por el Real Zaragoza en Segunda División en su deambular por la categoría de plata con aires de supervivencia y escasos alicientes mayores, el equipo aragonés ha adquirido amplia experiencia en este tipo de citas. Su presencia en los campos de los recién llegados del piso de abajo, ahora llamado Primera RFEF y antes Segunda B, acarrea un plus de alicientes para los anfitriones. Se aguarda a los zaragocistas como una de las grandísimas atracciones de la temporada para los aficionados de esos lugares donde, bien nunca, o bien hace largo tiempo, no se juega fútbol de alto nivel y, por lo tanto, cada día de partido es una fiesta excepcional.

Por ello, equipos como el Zaragoza perciben siempre unas atmósferas más de presión externa que cuando viaja a estadios de otro tenor, más clásicos, rutinarios, habituales. Si, por un lado, existe la tendencia a considerar favorito al grande por encima del que se estrena en la división (aplicando la lógica que tan pocas bases sólidas tiene en el ámbito futbolísico), por otra parte se asume que el partido va a desarrollarse en un marco diferente a la mayoría del resto de las jornadas de la liga fuera de casa, con matices extraordinarios inevitables, por puro desconocimiento del medio.

Esta vez, estos condicionantes distintos para los zaragocistas en su llegada a Ferrol, ahondarán la repercusión en lo que suceda en las dos horas de estancia en A Malata porque los aragoneses llegan como líderes en solitario, con mando firme en la clasificación. En la ciudad coruñesa, esto es un reclamo superlativo para su ilusionada hinchada. Algo de efusividad va a evitar el detalle de que La Liga haya ubicado el duelo en la noche del lunes (21.00), día laboral. Una faena para los seguidores locales. No se genera el mismo ambiente un sábado o un domingo por la tarde que en la velada de una noche de otoño en día de hacienda. Pero, aun así, el prurito por tratar de tú a tú al Real Zaragoza, por tener el placer de tumbarlo en la lona de A Malata por vez primera, va a ser un acicate que viene incorporado inexorablemente al planteamiento del partido por parte de los verdes, que dirige Cristobal Parralo.

Partidos incómodos y raros

Fran Escribá y sus colaboradores saben que han de incorporar a la medicina preventiva de este duelo en Ferrol unas buenas dosis de psicología. Jugar en un lugar que no se conoce, que se pisa por primera vez, lleva consigo respuestas de conducta diferentes en los futbolistas. Todo es nuevo, no se dispone de referencias icónicas, de recuerdos o memoria que ayuden a generar un marco de actuación rutinaria.

Cuando el Real Zaragoza, en los últimos años, ha acudido por primera vez o tras muchos lustros a campos nuevos, ha tendido a sufrir. Sin recurrir a pasajes más lejanos del último cuatrienio, cabe recordar que algo así le pasó en Fuenlabrada en 2019, cuando cayó derrotado por 2-1, siendo su primer patinazo serio en aquel gran año con Víctor Fernández que tanto se pareció al excelente inicio que ahora está llevado a cabo el cuadro que dirige Escribá.

También fue abatido en su retorno a Castellón infinidad de años después en 2020 (por 1-0). El año pasado, ese episodio se repitió cuando el Racing de Santander retornó a Segunda y tumbó a los zaragocistas por 1-0 en El Sardinero. Son las tres derrotas admonitorias recientes en este modelo de partidos.

En los 16 últimos episodios similares, el Real Zaragoza moderno ha logrado salir airoso en solo cuatro de ellos. El año pasado se dieron dos: el 2-3 en el vacío estadio de La Cerámica ante el Villarreal B, un filial que siempre aporta matices muy divergentes con la normalidad de las cosas; y el 0-1 en el estadio Nacional de Andorra, donde se dan los registros más bajos de afluencia de público a las gradas en esta liga, un escenario peculiar. Hace dos años, se dio el triunfo por 0-1 en El Plantío de Burgos y el 1-2 en un desierto Anoeta ante la Real Sociedad B.

Han prevalecido los empates. Le cuesta al Zaragoza, por tradición e idiosincrasia, imponer sus galones antes los nuevos. Da igual que sea el Amorebieta, que el Ibiza, que el Mirandés o el Sabadell, que la UD Logroñés o el Cartagena. De años más atrás quedan experiencias de apuros y disgustos serios en sitios como Reus, Jaén, Lugo... Jamás se ha sentido cómodo el Real Zaragoza en su papel de gigante, de gran atracción, cuando llega a partidos de este patrón.

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