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Real Zaragoza: los deberes del líder

El Zaragoza sostiene su brillante comienzo de temporada en su dominio y eficacia en las dos áreas en un fútbol que tiene puntos de mejora en la construcción de juego y la generación ofensiva.

Fran Escribá, en el partido contra el Racing.
Fran Escribá, en el partido contra el Racing.
Toni Galan

La eficacia es la gran reina del fútbol de hoy, más aún en un territorio tan áspero y competido como la Segunda División, y el Real Zaragoza ha levantado sobre ella su imponente y brillante comienzo de la temporada. Su efectividad en ambas áreas explican su impecable tarjeta de resultados: 16 puntos de 18 posibles y el liderato provisional. Pocas objeciones hay en esta dirección porque, precisamente, el equipo aragonés domina y controla el tipo de fútbol que te pone arriba en la categoría: es eficaz en su propia área y es eficiente en la contraria. Todo lo que pasa en el durante y en el cómo es secundario. 

Su imponente funcionamiento en su tercio defensivo y una asombrosa optimización de sus acciones ofensivas -apoyadas fundamentalmente en su extraordinario índice de acierto y un sobresaliente balón parado- marcan los trazos generales del fútbol de este Real Zaragoza al que solo le han marcado dos goles y que ha metido 10. Frente al Racing, el equipo de Escribá no se salió de esa tónica: Jokin Ezkieta, el portero rival, solo tuvo que hacer una parada; a los cántabros únicamente se les disparó seis veces (dos a portería) y la escuadra aragonesa apenas tocó 14 balones en el área adversaria. Este escaso bagaje ofensivo, no obstante, no es aislado y conforma una tendencia iniciada en el choque contra el Tenerife. Frente al Racing fue Germán Valera el encargado de maximizar con un gol, muy oportuno y puntual además, el poco caudal atacante del Zaragoza. Un flujo austero que ya se advirtió en el tramo de partidos anteriores.

El Zaragoza, firme en defensa y en su ordenamiento táctico sin balón, no ha evolucionado del mismo modo en dos aspectos del juego: la construcción y la generación ofensiva. Por aquí, el equipo descubre sus vías de mejora para que, en el medio plazo, su enorme capacidad competitiva no se vea comprometida: el rendimiento defensivo puede mantenerse a largo plazo, pero su alto índice de eficacia puede no ser infinito. El Zaragoza ha marcado 10 goles en 59 remates: es decir, apenas necesita seis remates para marcar. Pero en su comportamiento atacante hay más puntos llamativos.

El equipo aragonés se encuentra a la cola de Segunda en varios parámetros ofensivos o de creación de juego. Antes de que arrancara esta jornada, el Zaragoza era el equipo que menos ataques en profundidad realizaba (2,47 por partido) y el que menos pases efectuaba hacia el último tercio (34,24). Además, estaba en el top 5 de equipos con menos pases progresivos (54), en el top 4 de conjuntos con menos centros intentados (10,59) y de menos toques en el área rival (11,1) y era el segundo equipo con menos regates (14,65) y el tercero con menos duelos ofensivos protagonizados (51,18).

Las vías de mejora ofensiva del Real Zaragoza

En resumen, el Zaragoza está sacando un admirable rendimiento a su baja producción ofensiva. Esta eficacia la alimentan sus buenas prestaciones en las jugadas de balón parado y cierta fortuna en determinadas acciones, pero, sobre todo, su calidad arriba. Aquí se esconde una de las paradojas de la temporada: el Zaragoza, respecto al curso pasado, tiene mejores atacantes y mejores centrocampistas, pero ni ataca más ni genera más. Simplemente, resuelve mejor. O con más acierto. Esta eficacia, ya sea en el área rival o en la propia, define la personalidad del equipo en estos primeros pasos en la temporada. Todo el modelo de Fran Escribá, su esquema táctico, su identidad futbolística y sus principios elementales del juego, están enfocados a dominar esa decisiva capacidad.

Escribá no es entrenador de grandes complejidades. Es equilibrado y práctico. Y nadie mejor que él sabe cuál es la dirección hacia un ascenso, cómo se compite y se ganan puntos en la categoría: una defensa poderosa del área y una alta capacidad resolutiva. Así, ha ideado un Zaragoza que prioriza ante todo la precaución y el control de riesgos. Es un equipo que hace muy bien lo que mejor sabe hacer: defender en su campo y proteger su área. Hay un extraordinario trabajo, que viene del curso pasado, en esta organización táctica. 

De este modo, podemos observar un Zaragoza cómodo defendiendo cerca de su área, con un bloque medio y bajo, y una presión pasiva: si el equipo pierde la pelota, la misión principal es recuperar la posición defensiva con el objetivo de minimizar las transiciones del rival. Algo que contra el Racing costó ejecutar porque se perdía la pelota muy cerca de Cristian Álvarez. La misión de Escribá es que en los partidos del Zaragoza no pasen demasiadas cosas en campo propio, controlar al rival cuando no se tiene la pelota y conservar la posesión en posiciones bajas, con mucho pase de seguridad y pocos riesgos. Control, control y control. Esa es la premisa: prevenir antes que curar. 

De ahí que al equipo, cuando le atascan la salida del balón, le esté costando tanto asentarse en campo rival. Curiosamente, cuando lo hace, se nota su calidad diferencial. Frente al Racing, en una de las pocas acciones del partido en las que lo hizo e instaló a sus centrales más allá de la línea media, estiró sus laterales y juntó pases y futbolistas por dentro, sacó el gol de Valera. Esta es la idea madre de Escribá: evitarse amenazas y defender su área porque nadie mejor que él sabe que tiene futbolistas de peligro arriba, con capacidad para resolver. Solo falta aumentarles el suministro en cantidad y calidad. 

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