REAL ZARAGOZA

Escribá, líder con freno de mano

El entrenador del Real Zaragoza ahonda en su papel de contrapunto a la euforia general que vive el zaragocismo. Su talante, su pose pública, trata de sujetar y enfriar la euforia ante el largo camino de 9 meses que resta.

Escribá, en un momento del partido de Cartagena anteayer, trata de ordenar al equipo.
Escribá, en un momento del partido de Cartagena anteayer, trata de ordenar al equipo.
Moisés Castell/Prensa2

Cuando todo el zaragocismo tiene la adrenalina subida al máximo nivel en su estado de ánimo, Fran Escribá, el entrenador del equipo, se muestra públicamente pausado, con un discurso disuasorio de cualquier exceso de euforia. El técnico valenciano está ejerciendo de freno de mano permanente en estas cinco primeras semanas de la liga 23-24, tiempo en el que el Real Zaragoza ha logrado consumar el mejor inicio de un torneo liguero en sus 91 años de historia, en cualquier categoría:cinco victorias enlazadas en las cinco primeras jornadas.

Llama la atención el talante de Escribá. Su rol de contrapeso en la romana de la alegría global que, por un lado, copa uno de los platillos de medida abarrotado de zaragocistas que consideran que, por fin, ha llegado el año bueno, el que tiende a llevar al Real Zaragoza a Primera División en mayo; y, por otro, tiene casi en solitario a Escribá advirtiendo de que lo conseguido está muy bien... pero que conviene no caer en la exaltación de las emociones porque es aún muy pronto para sustentar pronósticos.

"Por mi experiencia...", dice un par de veces por semana en sus ruedas de prensa al iniciar determinadas contestaciones. Escribá, de 58 años, cimenta sus razonamientos en lo vivido en primera persona en sus 12 campañas como primer entrenador profesional (antes fue segundo de Quique Sánchez Flores). Quiere ser el ‘pater familias’, no solo del vestuario, sino también con influjo en el alrededor, en la afición incluso.

Que un colectivo tan magno como la afición multitudinariamente masiva del Real Zaragoza se muestre desbocada de alegría y, de forma simultánea, el entrenador aparezca con discurso apagado, atenuado, admonitorio inclusive sobre los peligros y riesgos que aguardan al equipo por todas las esquinas, es para muchos sorprendente y chocante.

"Yo soy un tío muy alegre. La gente, a lo mejor, no se lo cree. Soy de buen humor, me gustan las bromas", tuvo que aclarar en Cartagena anteayer cuando se le preguntó por esta actitud tan paradójica que manifiesta en medio de la algarabía global. «Y sí, estoy muy contento. No solo con el equipo, sino con todo lo que está ocurriendo alrededor del él, con lo que estamos generando. Pero tengo tanta experiencia como para saber que hemos empezado muy bien… pero nada más", redundó en su tesis.

"Hay equipos que están ahora arriba que no lo estarán al final de la liga. Y otros que están hoy por debajo que subirán. Esperemos, nosotros, quedarnos en la zona donde estamos», argumentó de inmediato para explicar su conducta. No hay quien lo saque de su trinchera.

No es técnico de frases grandilocuentes. Ni un agitador de masas, como salta a la vista en este segundo capítulo de su estancia al frente del Real Zaragoza, tras haber salvado con nota la encomienda de la salvación en su acelerada llegada el año pasado. Hace 12 años ya vivió y gobernó un arranque de curso semejante en Elche, en sus primeros pasos como entrenador. Y acude cada noche al libro de jurisprudencia para recordar y rescatar casos y cosas de lo que allí experimentó, con el éxito final del ascenso directo.

«No hay nada hecho, queda un mundo. Creo que hacer cinco de cinco victorias tiene mucho mérito. Pero queda muchísimo camino», es su lema actualizado desde anteayer y que viene reiterando desde la jornada 3. No se debe ver en Escribá un tipo timorato, pusilánime. No es eso. Simplemente se siente mejor ejerciendo de freno hidráulico ante el volcán de alegría que rodea al equipo.

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