Un partido distinto

Foto del partido Real Zaragoza-Leganés, jornada 31 de Segunda División en La Romareda
Foto del partido Real Zaragoza-Leganés, jornada 31 de Segunda División en La Romareda
Toni Galán

El derbi aragonés de Segunda disputado en La Romareda, en la primera vuelta de la presente campaña, lo ganó el Real Zaragoza por 3-0, en uno de los pocos partidos plácidos de los que ha disfrutado la afición zaragocista en su estadio en la actual temporada. De hecho, era el único hasta el pasado domingo. Pero este precedente inmediato no significa prácticamente nada a día de hoy. Menos aún, otros derbis de otros ejercicios. A estos efectos, la historia deviene en hojas definitivamente pasadas.

Tampoco es en exceso relevante qué han hecho o dejado de hacer ambos equipos en las pasadas jornadas, porque los dos, Sociedad Deportiva Huesca y Real Zaragoza, con sus luces y sus sombras, se mueven en un espacio parecido, en la zona media de la tabla, sin grandes aspiraciones ni tribulaciones que los presionen contra la pared. Ambos viven en un espacio tibio, de cierta seguridad en relación a su cercano porvenir.

En este contexto, si hubiera que predicar acerca de alguna ventaja, habría que referir que el Huesca del Cuco Ziganda cuenta con aires que soplan a su favor. Es en casa, en su campo de El Alcoraz, pegado al cerro de San Jorge, donde el equipo azulgrana halla sus versiones más solventes y se comporta, asimismo, de modo más eficiente. De manera reciente, sufrió este poder ejercido por el Huesca el Levante, que a pesar de ser un claro aspirante al ascenso directo a Primera tuvo que replegar velas. Aquella tarde encajó tres goles.

Las estadísticas del año, que a estas alturas extienden datos poco dados al engaño y más próximos a la verdad de cada cual, señalan que el bloque altoaragonés ofrece como local uno de los comportamientos más sobresalientes de la liga.

Mientras tanto, el Real Zaragoza resulta un tanto impredecible. No se sabe exactamente por dónde puede discurrir, porque no acaba de tener asentada una personalidad ni un patrón de juego con el que se identifique plenamente. Depende. Depende del rival. Del momento. De las exigencias de la semana. De las lesiones, De las gripes. De si acierta ante la puerta contraria o se equivoca de forma manifiesta, por esa falta de pericia a la hora de definir, un mal que es de hoy y de ayer. A veces da la impresión de que puede mitigar el problema de la falta de gol. Otras tardes, en cambio, lo desvela a ojos de cualquiera y del mundo. Desde que en enero se puso en marcha la segunda vuelta de la competición, ha mostrado de todo un poco. Ha perdido con estrépito, como hizo frente al Alavés o el Málaga, ha empatado a nada y ha ganado por la mínima o vencido con suficiencia, como sucedió ante el Leganés.

Para su descanso anímico, llega al derbi, seguramente, en su mejor momento de la segunda vuelta, después de romper una racha negativa de resultados, de cuatro encuentros sin vencer, en los que anotó un solo tanto y encajó siete.

Fruto de la importante victoria obtenida ante el Leganés, no le acecha la zona baja de la clasificación, con la que ha abierto una brecha de ocho puntos, y ha tomado el oxígeno que necesitaba justo antes de esta cita de El Alcoraz, a la que puede mirar de frente, sin mayores preocupaciones o urgencias que las que se derivan del propio partido.

Su meta no es otra que ir encaminándose paso a paso hacia una salvación más o menos tranquila, sin sobresaltos o apreturas. Como ha quedado formado ya un claro juicio acerca de sus potencialidades reales, nadie le va a exigir más por arriba, salvo la obligada dignidad.

En todo caso, como todos sabemos, los derbis se resisten a que se les escriban hojas de ruta. Están abiertos a planteamientos, tramas y desenlaces de cualquier orden y naturaleza. Si la lógica y las razones de la razón no son atendidas el domingo, a nadie extrañe. Se trata de un derbi.

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