Málaga, próximo horizonte para el Real Zaragoza

Zapater, cubierto con una braga, durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
Zapater, cubierto con una braga, durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
francisco jiménez

Fran Escribá comienza a preparar esta mañana, en los terrenos de la Ciudad Deportiva, el encuentro del próximo lunes, con el Málaga como rival en el estadio de La Rosaleda. Para el equipo aragonés, este es el siguiente horizonte, muy distinto, por cierto, al que marcaba el Alavés el pasado fin de semana.

El resultado adverso ante el bloque de Vitoria, un claro aspirante al ascenso directo por clasificación, juego, estado de forma y capacidades, podía estar descontado, por más que desde ciertas esferas se tratara de mirar hacia arriba o se pusiera algún acento en una especie de mundo feliz acerca de ese choque.

La realidad más cercana a la verdad de este Real Zaragoza, al que conocemos por su bagaje a estas alturas de campaña, es la que es. Toca mirar hacia abajo. En este caso al Málaga.

No cabe juzgar en este momento al conjunto malacitano de rival directo, porque no pertenece a la tierra de nadie, sino que está sumido en los fondos de la tabla. Únicamente ha sumado veintidós puntos hasta aquí. Evidentemente, se encuentra en dinámica y aritmética de pérdida de la categoría. Sólo ha logrado la victoria en cuatro ocasiones. Se mueve entre empates y derrotas.

A mitad del mes de febrero, es una escuadra que lucha por sobrevivir, por agarrarse a la vida, por no marcharse por el sumidero y a la que, por tanto, en cada partido le va el ser o no ser.

Salvando distancias y diferencias, atraviesa por aquellas situaciones por las transitó el Real Zaragoza hace dos campañas. Es un histórico situado en posiciones de descenso, al que la salvación ya le va quedando un tanto lejana. La frontera de la permanencia la tiene seis puntos por encima de su actual ubicación.

Es, en consecuencia, el encuentro del próximo lunes en el estadio de La Rosaleda un partido que presenta obligaciones de resultado para el Real Zaragoza, sobre todo si se atiende al calendario que espera al equipo de La Romareda, cargado de citas complicadas ante rivales de la parte alta de la tabla en los meses venideros. De alguna forma, es un litigo donde es preciso sumar, añadir puntos: los tres que se ponen en juego.

La idea de fondo desde la perspectiva aragonesa no es otra que mantener el margen de seguridad del que se dispone con los lugares más comprometidos de la clasificación. El objetivo del corto plazo es este. Y el de medio plazo, que no se abra la Caja de Pandora. Que no se levanten viejos fantasmas. Que la presión y la ansiedad la sientan otros en mayor medida. La Rosaleda, a este respecto, ha dejado de ser un entorno amable o plácido para su propietario.

Frente al Oviedo, se escenificó el divorcio entre equipo y afición, otro de los síntomas característicos de las crisis graves que de vez en cuando sacuden en esta Segunda a clubes de fuerte raigambre y pasado, por más que el actual Málaga sea hijo de una refundación de la entidad o de que su accionariado responda a grandes capitales de fuera.

Con todo ello, no obstante, no se quiere afirmar que el Málaga sea un rival de menor entidad. En absoluto. Sufre una crisis institucional. Pero cuenta con destacados jugadores en esta categoría: Fran Sol, Rubén Castro, Aleix Febas, N’Diaye, Gallar...

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