Para mirar hacia arriba

Vada (en cabeza, a la dcha.) y Puche (tercero por la izda.), entre el grupo de jugadores del Real Zaragoza en un pasaje del entrenamiento.
Vada (en cabeza, a la dcha.) y Puche (tercero por la izda.), entre el grupo de jugadores del Real Zaragoza en un pasaje del entrenamiento.
Oliver Duch

Para mirar realmente hacia arriba, como se viene insistiendo desde principio de campaña en el Real Zaragoza de un modo u otro, habría que ganar al Alavés este próximo sábado, en el estadio de La Romareda, y algo más... Bastante más.

En este sentido, que ayer fuera Fran Gámez quien desgranara su particular manera de mirar la clasificación e hiciera su propia lectura de la tabla no deja de tener más valor que el del mensaje repetido, como si este pudiera, al final, levantar una verdad, una realidad, incluso desde el punto de vista ontológico.

Pero aquí, todos sabemos dónde estamos y quiénes somos.

Téngase en cuenta, en primer término, que el conjunto aragonés todavía no ha conseguido engarzar dos victorias consecutivas en lo que va de curso. Se trata, seguramente, de un problema suyo, propio, intransferible, a causa, sobre todo, de la arrastrada falta de gol.

Pero también tiene que ver con la igualdad que se ha instaurado en esta Segunda División, en la que cualquier cosa es posible entre conjuntos más o menos pares. El Mirandés y La Ponferradina, que son los dos últimos equipos en visitar el estadio de La Romareda, extrajeron sendos empates, a cero, a nada, cuando eran, en principio, dos choques para que el Real Zaragoza abriera hueco con las posiciones del fondo de la competición y también para crecer en rendimiento.

En esta ocasión, la dificultad externa, la que presenta el rival, se presume mayor. La visita la rinde el Alavés, que no es, precisamente, un igual. Su condición es distinta, salvo porque se encuadra en la misma categoría, en el fútbol de plata de nuestro país.

El conjunto vitoriano, del que aquí se guarda un buen recuerdo histórico, porque de sus filas vinieron futbolistas como Badiola –quien luego no pudo superar los traumas que le causó el hecho de ser víctima del incendio del Hotel Corona–, Jorge Valdano o Juan Señor, vive en este momento a otro nivel, en un estadio superior.

El Alavés dispone del poso de los equipos que han estado y competido durante años en Primera, sin que por eso haya perdido sus señas de identidad, más cercanas a la modestia que a las grandes glorias, que también las tuvo.

Acaso por eso, el descenso a la categoría en la que ahora se encuentra no lo convirtió en un trauma deportivo ni societario. No está inmerso en ninguna travesía del desierto. Ni tampoco está presionado por obligaciones históricas o sociales. De alguna forma, se mueve en su hábitat natural, en un entorno generalmente aceptado.

Hoy es uno de los claros aspirantes al ascenso directo. Está a un solo punto de esa frontera, aunque ocupe el cuarto lugar en la tabla. Desde su perspectiva, el litigio del sábado tiene, como resulta evidente, el siguiente valor: puede obtener una victoria de prestigio, por jugar en La Romareda, ante el Real Zaragoza, que le eleve hacia donde quiere dirigirse.

Es, asimismo, el Alavés una escuadra que no ha sufrido la erosión que provoca pasar demasiadas temporadas consecutivas en esta Segunda, como sucede con el Real Zaragoza, el Sporting de Gijón o el Tenerife. Ese desgaste del paso del tiempo en el pozo se comporta, por otra parte, como una especie de tela de araña de la que no es sencillo liberarse.

¿Podrá el Real Zaragoza superar estas adversidades en la tarde del sábado? ¿No acusará, además, las importantes bajas de Iván Azón, Víctor Mollejo y Sergio Bermejo? Si vence al Alavés, podría empezar a pensar en mirar más alto.

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