Carlos Vigaray se erigió en el protagonista más llamativo y agradable del mal partido de anteayer en Albacete. El lateral derecho madrileño reapareció en un partido oficial de competición después de una larga travesía por los quirófanos y los centros de rehabilitación que ha separado su último partido con el Real Zaragoza de este de hace unas horas en el Carlos Belmonte en 562 días.

Vigaray ha estado, pues, año y medio de baja, fuera de órbita totalmente en los planes de los entrenadores. Acabó como pudo, con mucho dolor e infiltrado, la temporada 20-21, siendo pieza clave en el ‘Milagro de Jim’ que hizo mantener la categoría a un equipo que llegó muerto a enero. Su último partido fue en Mallorca, en la penúltima jornada de aquella terrible liga, la 41ª, disputado el 23 de mayo de 2021 (derrota por 2-1 ante un rival que ascendió).

Se marchó de vacaciones aquel verano con una lesión latente que le afectaba al cartílago de la rodilla derecha. Y durante los 30 días de pausa, lejos de mejorar con el reposo, el dolor fue a más. Vigaray avisó a los médicos del club y se preparó de inmediato la intervención quirúrgica. De paso, el primer fichaje de la campaña pasada fue Gámez, llegado para ocupar el lateral derecho que iba a dejar por largo tiempo vacío Vigaray. Fue intervenido en Madrid por el doctor Pedro Guillén el 8 de septiembre... y hasta anteanoche en Albacete no ha sido posible verlo de nuevo en un partido de verdad.

Se pasó toda la temporada pasada en blanco. Ni siquiera pudo entrenarse una sola vez en condiciones. Estaba en la plantilla pero no contaba. Llegó un nuevo verano, el pasado, y Vigaray retornó de vacaciones sin poder empezar de nuevo la pretemporada con Carcedo. En Boltaña trabajó siempre a solas, en el grupo de lesionados, nunca con el grupo. En Marbella, segunda fase de la preparación estival, tampoco se unió nunca al resto de la plantilla. Por supuesto, no se vistió en ningún amistoso.

En el reparto de números en la plantilla, Vigaray perdió su ‘2’ de siempre y le otorgaron el ‘22’. Un gesto que se entendió como algo que anunciaba malas noticias a futuro. El 30 de septiembre, tras varios entrenamientos, por fin, con sus compañeros, jugó medio tiempo en un ensayo ante el equipo juvenil y empezó a ir convocado. Después de dos meses sin estrenarse pese a estar en el banquillo y viajar, lo hizo en Albacete en el minuto 77. Escribá suplió con él al tocado Larrazabal y volvió a sentirse útil. El reto es, desde hoy, alcanzar el nivel de gran solvencia que dio estando en plenitud.