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Real Zaragoza: Carcedo gana crédito

De nuevo, el entrenador sobrevivió en Tenerife a la seria amenaza del despido con una victoria que le da más tiempo, pero también más credibilidad.

Partido Tenerife - Real Zaragoza
Partido Tenerife - Real Zaragoza
Juan Antonio/Lof

El Zaragoza es uno de los equipos de Segunda que menos regatea, pero su entrenador tiene la cintura ágil y el requiebro afilado. Juan Carlos Carcedo salió de Tenerife fortalecido por la victoria, pero sobre por todo por la imagen solvente, rehecha, fiable y eficaz exhibida por su equipo. El Zaragoza expresó otras maneras sobre el césped del Heliodoro Rodríguez López, con un fútbol más regular, más redondo, menos lagunar y menos inconcreto. Fue un Zaragoza, en resumen, con ciertos mensajes prometedores a los que habrá que dar forma real con más partidos, más triunfos, más puntos.

Como hace un par de semanas tras vencer al Villarreal B, Carcedo salvó una nueva situación comprometida. El club, poco a poco, en las últimas dos semanas, ha ido allanando el terreno -consultas externas, reflexiones internas, tanteos, estudio de alternativas…- ante la posibilidad cierta de que el fútbol condujera a Carcedo a un callejón sin salida y los resultados concedieran el inevitable pretexto para un despido que nadie en el cuadro de mandos quería firmar, empezando por el autor intelectual de la contratación del riojano, el director general Raúl Sanllehí. Desde las horas previas al partido contra el Villarreal B, los ejecutivos de la entidad viven en estado de alarma, conscientes, ante los problemas del equipo y la contestación de Carcedo en la grada, de que la cuerda podía romperse en cualquier momento.

Antes de ese partido contra el filial castellonense, el técnico tuvo un pie fuera. Pero aquella victoria apurada y rescatada por un agónico gol de Zapater estiró la esperanza de vida del entrenador en el banquillo del Real Zaragoza. Aquel día a Carcedo lo salvó el resultado, puede decirse.

Después de la derrota en Granada en un partido en el que el Zaragoza jugó una buena primera mitad y sufrió un lacerante zarandeo arbitral, el equipo aragonés salió a flote en Tenerife. Carcedo encontró una nueva hoja en el calendario, más tiempo. Este triunfo da más vida al técnico. Sin embargo, al contrario que el día del Villarreal B, Carcedo no resiste en el cargo por el mero golpe del resultado. También porque su equipo se manejó con un fútbol hecho y derecho: en el Heliodoro Rodríguez López, Juan Carlos Carcedo no solo sobrevivió, sino que, además, ganó cierto crédito para su método y su modo de entender este equipo. Unas líneas que en el club siempre se han observado con reconocimiento y una confianza casi ciega.

Partido Tenerife CD - Real Zaragoza
Partido Tenerife CD - Real Zaragoza
Juan Ruiz/LOF

En cierto modo, la victoria de Tenerife con el par de latigazos demostró que otro Zaragoza es posible, con esa reforma táctica estructural que tuvo mucho más contenido que el simple revolcón a la pizarra de un entrenador en apuros y abocado a medidas desesperada. El nuevo sistema, con tres centrales, carrileros y un núcleo de centrocampistas, así como las diferentes variantes que se puedan explorar desde esa arquitectura base, regeneró al Zaragoza y lo aproximó a una versión más natural que ofrece la configuración de la plantilla: varios jugadores se desenvolvieron en sus espacios y funciones ideales y las posiciones en el campo se fijaron de acuerdo a líneas coherentes con las fortalezas y debilidades generales del grupo salido del cierre de mercado de verano.

Carcedo sacó de Tenerife un triunfo clave, pero también un argumentario sobre el que desarrollar un nuevo discurso competitivo e impulsar de nuevo al Zaragoza. Al técnico, con sólidos apoyos profesionales dentro del vestuario y del club por su metodología, seriedad y labor, no se le puede negar la búsqueda de soluciones durante los últimos dos meses. En ese aspecto, ha cumplido con sus obligaciones.

Cuando su plan principal tocó techo ante una plantilla que no le permitía seguir la evolución del modelo por el curso deseado, exploró otros caminos. Siempre bajo la premisa de las características del rival de turno muy presente, Carcedo ha agitado la pizarra, ha probado sistemas y matices, ha sacado y metido futbolistas del once, ha priorizado más o menos la pelota o los espacios... El Zaragoza, en este aspecto, ha sido un equipo inestable e indeterminado. Hasta el punto que la indefinición de ese proceso se había tragado también a Carcedo, perdiéndose en un laberinto al que no le entraba la luz. En Tenerife, se encontraron, sin embargo, esperanzadoras señales, y el entrenador salió respaldado después de un tiempo de decisiones imprecisas e inexplicables.

El técnico se sentará en el banquillo contra el Andorra y el Alavés, citas que pueden marcar un cambio razonable de tendencia y ahorrarle así a Sanllehí la decisión que nunca ha querido tomar: Carcedo se ha estado jugando el puesto, pero el director general que lo nombró se ha jugado la credibilidad. Y en este Zaragoza de nuevo cuño, nuevos dueños y nuevos designios, la credibilidad es un bien más elevado que cualquier cargo: lo último que hay que perder.

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