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Un Zaragoza sin continuidad

El equipo de Juan Carlos Carcedo sigue siendo muy cambiante. En Miranda, el bloque dio un paso atrás y volvió a mostrar sus carencias 

Mirandés-Real Zaragoza
Mirandés-Real Zaragoza
David Pérez Cejuela

El Zaragoza fue otro equipo este sábado. Dio un paso atrás. O dos. En lo clasificatorio y, sobre todo, en lo futbolístico. Porque la propuesta en Anduva fue muy pobre. Juan Carlos Carcedo no dudó en ceder la pelota al Mirandés, como ya hiciera en Ponferrada, pero se topó con un rival que supo explotar mucho mejor sus posesiones.

Más aún, tras comprobar que la presión alta planteada por Joseba Etxeberría funcionaba a la perfección, ahogando la salida de juego de un Real Zaragoza que durante la primera mitad tuvo que recurrir constantemente al gorrazo en largo.

Esta vez, no hubo milagros de Giuliano Simeone. El argentino corrió y corrió, pero su esfuerzo no tuvo recompensa. Y eso que nada más comenzar el partido ya hizo de las suyas, robando un balón imposible que convirtió en un pase de la muerte sin destinatario, sin rematador.

Por entonces, pocos imaginaban lo que vendría después. En una tarde de confirmación, de corroborar el crecimiento, se vio un bloque indefinido. Que quiso parecerse más al de El Toralín que al de la semana pasada y, con el marcador por debajo tras el gol en propia puerta de Lluís López, acabó acercándose al del Lugo.

La metamorfosis –a pesar de mantener los mismos jugadores que ante el Sporting de Gijón– trajo inconsistencia. Dudas. Fragilidad, al fin y al cabo. Porque el Zaragoza concedió este sábado mucho más de lo que generó sobre el césped de Anduva.

Ahí están los siete disparos a puerta del Mirandés frente a los tres de los aragoneses. Ahí están las intervenciones que tuvo que realizar Cristian Álvarez para mantener con vida al equipo antes del descanso y evitar la goleada en una segunda mitad en la que, a pesar de tener más posesión, el cuadro zaragocista apenas inquietó.

Gueye, demasiado tarde

Ni siquiera una nueva conversión, la que pretendió Juan Carlos Carcedo con la entrada de Larrazabal, Francho Serrano e Iván Azón de una tacada, trajo la reacción. El equipo continuó siendo plano, previsible, torpón a la hora de afrontar los metros decisivos.

Hubo que esperar al ingreso en el campo de Pape Gueye –minuto 79– para que llegasen las ocasiones. En apenas un cuarto de hora, el gigante senegalés lanzó más veces entre los tres palos que todo el Real Zaragoza en el partido completo. Mejor o peor, pero remató a puerta. Y eso fue noticia en un partido que rompió la continuidad. De resultados y de estilo. De estilo y de resultados. El orden todavía no está muy claro.

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