fútbol

El peligro se llama Giuliano Simeone

El falso delantero centro es el auténtico goleador. Marcó dos goles en El Toralín y fue el promotor de la victoria.

Giuliano muestra su felicidad.
Giuliano muestra su felicidad.
Luis de la Mata/LOF

El falso delantero resultó ser el verdadero goleador. Ese Real Zaragoza falto de gol, esa rodilla izquierda de Iván Azón que le dolía a todo el zaragocismo... Encontró el gol y clausuró la aflicción Giuliano Simeone, que ya marcó, aunque no sirviera para nada, ante el Lugo. Ayer firmó dos chicharros ante la Ponferradina. Dos goles que plasmaron numéricamente la victoria aragonesa y, sobre todo, evidenciaron que el equipo del león por fin llega con peligro al área rival. El peligro, claro está, se llama Giuliano.

Llegó Giuliano a principios del verano desde la cantera del Atlético de Madrid, el club que entrena y gobierna su padre, Diego Pablo Simeone, desde hace una década. Giuliano había nacido en 2002 en Roma cuando su padre militaba en la Lazio. Se crió en Argentina con su madre, creciendo en las inferiores de River Plate. Desde ahí se incorporó a la base del Atlético de Madrid. En el curso 20-21 disputó 15 partidos con el filial rojiblanco en Segunda B. Jugó 980 minutos y firmó cuatro goles. En el ejercicio liguero 21-22, incluso debutó con el primer equipo. Concretamente, su padre le puso un minuto el 20 de abril de 2022 ante el Granada, sustituyendo a Marcos Llorente. Con estos antecedentes, se incorporó a la entidad aragonesa en régimen de alquiler, esto es, como cedido, en julio pasado.

En esa línea delantera en la que Iván Azón era y es el gran referente, Giuliano se introdujo como llegador. Delantero no de estar, como Iván Azón, sino de llegar. No estar, sino llegar: falso delantero. Y preferentemente, llegar desde la izquierda. Así, comenzó la temporada, sin Azón y con Juanjo Narváez como hombre más adelantado. Gueye todavía no había firmado, y Carcedo apenas tenía dos jugadores en condiciones para abanderar el ataque, Narváez y Giuliano. Y no podían jugar juntos, pues apenas quedaría combustible en el banquillo para acelerar en los minutos finales.

Giuliano apenas disputó 10 minutos en el estreno liguero ante Las Palmas (0-0). Frente al Levante (0-0) compareció 27 minutos. Juanjo Narváez era la apuesta como titular de Carcedo hasta que fue traspasado al Valladolid justo antes del cierre del mercado de verano. Y no jugó el colombiano en Cartagena (1-0), donde ya estuvo los 90 minutos Giuliano. Repitió titularidad y volvió a consumir todos los minutos ante el Lugo (1-2), donde su gol lleno de oportunismo fue inutilizado por los goles de Chris Ramos.

Oportunismo, decía. Y también, llegada. Y movilidad. Y pelea. Y por fin, peligro, la sensación de amenaza de la que el Zaragoza, que no se mueve mal en el campo con y sin balón, carecía. Su partido en El Toralín constituyó la demostración de que el conjunto aragonés ya hace pupa. El dolor, las cavilaciones en el rival, se llaman Giuliano y se apellidan Simeone.

Si ante el Lugo marcó un gol de palomero, frente a la Ponferradina certificó un primer tanto que proclama todo lo bueno que Giuliano anuncia: peinada de Mollejo, sombrero de talla superior a Pascanu, control con la derecha y remate cruzado con la izquierda salvando la salida de Amir. Golazo. Empató la Ponferradina por medio de Kelechi Nwakali. Pero el Zaragoza seguía en pie. Quería ganar y no cesó hasta conseguirlo. Por eso marcó, porque lo buscó. El balón lo desvió el defensa Diéguez, pero lo desvió porque antes había disparado con peligro Giuliano. Giuliano, siempre Giuliano, que marcó dos goles y lleva los tres que colecciona el Zaragoza en esta temporada. Dos goles, 90 minutos, tres tiros a puerta ayer, 46 toques al balón, dos pases clave y la mitad de los duelos ganados. Y no fueron pocos (7/14). Todo eso nos regaló ayer Giuliano. La victoria y, por fin, la sensación de peligro.

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