Segundo año con las dos primeras jornadas sin gol en el Real Zaragoza

Las dos primeras jornadas de la liga 22-23 las ha concluido el Real Zaragoza sin marcar un solo gol: 0-0 en Las Palmas y, de nuevo, 0-0 frente al Levante en La Romareda. Cierto es que, simultáneamente, estos marcadores significan también que el equipo del debutante Juan Carlos Carcedo ha sumado dos puntos y que tampoco ha encajado ni un solo tanto en su portería. Pero, viniendo como viene el equipo blanquillo de las dos temporadas con menos efectividad goleadora en su historia en Segunda División, el aspecto más llamativo del caso es la ceguera absoluta, de nuevo y por reiteración, de sus rematadores ante los guardametas y las redes rivales.

Porque es el segundo año consecutivo que esto sucede. En el torneo anterior, bajo la batuta de Juan Ignacio Martínez ‘Jim’, el Real Zaragoza empezó con otro empate a cero en casa ante el Ibiza y con una derrota por 2-0 en Valladolid. Son dos ligas seguidas con los mismos síntomas, con el martillazo sobre el mismo clavo que supone ver que la estructura del equipo y de la plantilla es similar en un 85 por ciento en estos momentos respecto de lo que ya regía en el vestuario hace un año. O sea, que no es un efecto que pueda sorprender a nadie este doble 0-0 recién obtenido.

El Real Zaragoza marcó hace dos años, cuando sufrió hasta el final por no bajar a Segunda B en un curso con tres entrenadores y una crisis deportiva de gran profundidad entre octubre y diciembre, únicamente 34 goles en las 42 jornadas ligueras (si ven 37 en todos los documentos oficiales es porque tres de esos tantos se sumaron en los despachos por la alineación indebida del Alcorcón que transformó un 0-0 en la jornada 2 en un 0-3 vía legal).

Y el año pasado, su cota se quedó en 39 goles. Tampoco alcanzó la media de uno por partido en 42 jornadas llenas de carencias y padecimientos, con hasta siete meses y medio rondando otra vez la parte baja y fea de la clasificación. Son, estos 34 y 39 goles, la serie más baja de la historia, un aviso sonoro de que algo no ha funcionado bien ahí dentro, en términos de calidad ofensiva y creativa. Por eso, iniciar esta liga con indicios y síntomas tan parecidos, que llevan la mente a las vivencias recientes derivadas de la ausencia de gol, enciende las alarmas de cualquier analista precavido y responsable.

Nombres propios en la pesadilla

Hace dos años, en la peor cosecha de goles jamás conocida, los puntas y jugadores con vocación de llegada de segunda línea fueron Gabriel ‘Toro’ Fernández (0 goles), Vuckic (0 goles), Zanimacchia (2 goles, de penalti), Narváez (9 goles), Larrazabal (0 goles), Bermejo (1 gol), Adrián González (3 goles), Papunashvili (0 goles), Alegría (1 gol), Azón (3 goles), Sanabria (1 gol) y, simbólicamente, Raí Nascimento (0 goles, uno en Copa).

El año pasado, de nuevo deficiente en el arte supremo del marcar goles) se hizo una ligera restauración del mecanismo ofensivo y se marcharon los evidentes fiascos de la última faena del dúo Lalo Arantegui-José Mari Barba al frente del área deportiva. Pero ahí siguieron aún Narváez (bajó a solo 2 goles), Bermejo (3 goles), Azón (7 goles) y Adrián (0 goles) que, salvo este último, ahora mismo viven, pues, su tercera campaña aquí. Llegaron para irse sin arraigar Álvaro Giménez (5 goles), Sainz (3 goles), Nano (2 goles) y Sabin Merino (0 goles). Sí se quedó Vada (7 goles), el único potable que fichó Torrecilla ante la portería, el ejecutivo que prosigue al mando de la dirección deportiva con la nueva propiedad.

Han venido por ahora los jóvenes Mollejo y Simeone para restaurar la labor de aproximación al gol y aportar los suyos. No es suficiente para ahuyentar los miedos que causan los 0-0 y las sensaciones repetidas. Es sentido común.