El papel clave de la Fundación Zaragoza 2032

En el verano de 2014, la Fundación evitó el colapso del club, trazó un rescate económico y financiero y permitió el curso de esta historia: la vida del Real Zaragoza.

Foto del partido Real Sociedad B-Real Zaragoza, de la jornada 42 de Segunda División
Último partido de la temporada del Real Zaragoza.
JAVI COLMENERO/AGENCIA LOF

Si para el Real Zaragoza existe un hoy y ahora, se debe a la decidida y crucial intervención de la Fundación Zaragoza 2032, que preside Fernando de Yarza Mompeón, en el mes de julio de 2014. Para entonces, el agapitismo no sólo estaba en sus estertores, sino que se había agotado por completo, tanto en términos deportivos como económicos y sociales. No daba más de sí. Imposible. Era el pasado. Un contestado pasado.

El temor a un colapso societario en el Real Zaragoza se convirtió en una amenaza real, cierta, evidente a todas luces. La Liga de Fútbol Profesional, de hecho, estaba a veinticuatro horas de apretar el botón del descenso administrativo para el histórico club aragonés, incapaz de hacer frente a sus obligaciones de pago: a los jugadores, a los acreedores concursales, a Hacienda, a otros clubes, a representantes, a nuevos acreedores... El momento exigía de 8 millones de euros.

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Para mayor inri, en esos meses de estío y confusión se había estado cerca de caer en una peligrosa estafa, en el engañoso relato del pakistaní Kadir Sheik, alrededor del cual, de forma incomprensible, se llegó a crear una especie de atmósfera de salvación. La solución de continuidad del Real Zaragoza no estaba allí, ni mucho menos, como tampoco lo estuvo anteriormente entre los llamados comisionistas.

Fue la Fundación Zaragoza 2032 la clave de una salvación ‘in extremis’. Evitó en ese punto el derrumbe de la entidad y trazó un plan de rescate económico y financiero, con el fin de sostener una sociedad anónima deportiva que presentaba un pasivo de algo más de cien millones de euros a pesar de las quitas aprobadas en el concurso de acreedores.

Desde el primer momento, la seriedad en la gestión se convirtió en un ‘leitmotiv’, y no sólo por los parámetros de control económicos fijados por la Liga de Fútbol Profesional. Descansaba esa actitud en una determinada cultura empresarial de la nueva propiedad, en el compromiso personal con un símbolo de la región y en un modo concreto de entender la responsabilidad social corporativa en la sociedad aragonesa.

Enseguida dejó el Real Zaragoza de arrojar resultados negativos en sus cuentas de resultados. Pasó de dar pérdidas repetidas a ofrecer unos beneficios contables sostenidos en el tiempo, con los que ir manejando el día a día y los perjudiciales efectos de la deuda heredada. El rigor, el control del gasto, las previsiones realistas de los ingresos y un esfuerzo constante en este sentido se convirtieron en un nuevo lenguaje dentro del club.

Cuando se produjeron tensiones de tesorería, acudieron los nuevos accionistas a solucionar la coyuntura, sobre todo a través de la aportación de préstamos participativos.

Las cuentas de explotación saneadas tuvieron su reflejo en los balances de situación, en los que poco a poco fueron disminuyendo los pasivos. De cien millones de deuda se pasó a 90. Luego, a 80. Más tarde, a 70. En la actualidad, está en torno a 67, una cifra todavía considerable; pero que, en todo caso, ya ha hecho posible que el Real Zaragoza se pueda vender.

En este tiempo, se han renegociado las condiciones del concurso de acreedores, a causa de las previsiones introducidas por el legislador a causa de la pandemia de la Covid, y se firmó con Hacienda un convenio singular después de una ardua negociación. La deuda con el erario también se ha reducido de manera muy apreciable. De los 33 millones que debía el Real Zaragoza en 2014 se ha pasado a poco más de 5 millones.  

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