real zaragoza

Llueve sobre mojado en el Real Zaragoza

El equipo aragonés, con un fútbol que involuciona semana a semana, vive instalado en una espiral de compleja salida y con la sensación de que los golpes son cada día más trágicos.

Partido Real Zaragoza - Mirandés en La Romareda
Partido Real Zaragoza - Mirandés en La Romareda
Oliver Duch | Toni Galán

Cambia la hora, cambia el tiempo y llegan los fríos, pero en el Real Zaragoza llueve sobre mojado. El equipo aragonés vive instalado en una espiral harto peligrosa, de difícil salida a corto plazo y con la sensación de que los golpes son cada día más fuertes. El de anoche fue muy duro, agónico, de esos que quedan cosidos en el estómago para siempre. La salida del túnel se presume compleja, las victorias se escurren de los dedos con pasmosa facilidad y los puestos de descenso son ya una realidad después de 13 jornadas. Ahora, desde luego, no es una situación coyuntural. No es casualidad ni circunstancial que el Real Zaragoza sea uno de los cuatro peores equipos de la categoría: su fútbol es de los cuatro peores.

En este sentido, los primeros empates –de esta interminable cadena de nueve seguidos y diez en trece jornadas– llegaron con el equipo generando ocasiones con facilidad, con un juego relativamente vistoso y con la falta de pegada como principal déficit. En cambio, en estas últimas semanas las igualadas se producen pidiendo la hora, ante rivales que con poco generan mucho y que habitualmente también merecen más. Especialmente en La Romareda. El Mirandés, un adversario de talla menor, fue justo merecedor de sumar un punto anoche. Como la Ponferradina, el anterior visitante al estadio aragonés. O el Huesca. O el Oviedo.

Jim, en este sentido, ha decidido regresar a la versión más pura de la temporada pasada, intentando sumar desde la seguridad defensiva. Desde la practicidad. Desde el fútbol lento. Sin riesgos. Quiere jugar a que pasen pocas cosas. Cuantas menos, mejor. Por eso, le ha dado las llaves del centro del campo a Petrovic, un futbolista con clase, con capacidad para organizar y ocupar bien los espacios, pero con un fútbol que se juega a cámara lenta. Considera Jim que el Real Zaragoza no está preparado en estos momentos para un juego de vértigo, para un intercambio de golpes. Aun así, a pesar de que el objetivo anoche era conservar el 0 en la portería y vivir del tanto inicial de Nano Mesa, el Mirandés remató 18 veces –por siete del Zaragoza–, cinco de ellas a puerta –por solo tres de los aragoneses– y convirtió a Cristian Álvarez en el jugador más determinante.

El paso atrás

Ayudó también la cantidad de minutos que el Real Zaragoza le regaló el balón al Mirandés en la segunda mitad. Prácticamente desde el descanso, el conjunto zaragocista se dedicó a jugar mirando al reloj, a guardar el área de Cristian sin apenas mirar la portería de Lizoaín, el meta visitante. Jim fue metiendo poco a poco al Zaragoza atrás con los cambios y Lolo Escobar, el técnico del bloque burgalés, introdujo a los tres ases que tenía en el banquillo –el talentoso Riquelme, Gelabert y el goleador Brugué– en busca de lo que al final aconteció. El Mirandés siempre lo intentó y al Zaragoza le entraron los temblores del momento. Los nervios y la tensión también juegan en contra de los aragoneses con el paso de las semanas: cuando el cuarto árbitro señaló los 7 minutos de añadido, Jair se llevó las manos a la cabeza de forma dramática. Fue una prolongación exagerada, pero el gesto también es sintomático de la agonía que están viviendo los futbolistas durante estos meses sin encontrar las victorias.

Al propio Jair se le enredó el balón en el área en un córner y el Zaragoza lloró el empate en el descuento... pero lo cierto es que la igualada pudo llegar en varias ocasiones previas. El Mirandés avisó y advirtió hasta que al final lo consiguió. No sorprende ya que a este Zaragoza, con tendencia a la desgracia, se le escapen dos puntos extra de la forma más trágica. Llueve sobre mojado y el problema es que la tormenta es cada vez más oscura. El sol no asoma por el este, ni por el oeste. Es necesario que alguien saque el paraguas y encienda la luz. Cenar sobre charcos y a oscuras no es del gusto de nadie. Ni siquiera en Halloween.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión