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Por una Romareda que no nazca pequeña

Para saciar las necesidades deportivas zaragocistas y albergar grandes eventos, el nuevo estadio debería tener un aforo cercano a los 50.000 espectadores.

Imagen de La Romareda a rebosar.
Imagen de La Romareda a rebosar.
Guillermo Mestre

Por historia, masa social y perspectivas de futuro, el Real Zaragoza merece un estadio de capacidad cercana a los 50.000 espectadores. Son las cifras en las que inicialmente se movía el proyecto impulsado por Jorge Azcón, pero, en el avance de la negociación entre el Ayuntamiento y el Gobierno de Aragón para determinar el modelo de financiación, han surgido discrepancias sobre el coste, que, como es evidente, varía en función de la dimensión de la obra. El desembolso previsto rondaba los 70 millones, suma a acometer a través de una operación urbanística que aún no está totalmente concretada. Las conversaciones de las últimas semanas, según ha podido conocer este periódico, avanzan por buen camino. Ambas instituciones mantienen su firme interés en que la nueva Romareda vea la luz. Y el Real Zaragoza, indudablemente, también. Pero en el seno del club solo contemplan una reforma ambiciosa, que no se limite a solventar las deficiencias de la instalación y permita organizar grandes eventos deportivos (finales de Copa del Rey, fundamentalmente ) y también no deportivos.

Los responsables de la SAD confían en que, si el ascenso a Primera acaba consumándose, el número de socios actuales (28.500 y con restricciones a las nuevas altas en casi todos los sectores, salvo en los más caros) aumente considerablemente. Así, la asistencia a los partidos también se vería incrementada en el estadio, que ya figura entre los diez más concurridos de España. Cada 15 días, una media de más de 23.000 aficionados, aproximadamente, acuden a La Romareda. Y se espera que de aquí a final de temporada, si la crisis del coronavirus lo permite y se reaunuda la competición, el coliseo zaragocista se quede pequeño para albergar las trascendentales citas que se avecinan.

Este año, según los datos oficiales, tan solo se ha colgado el cartel de ‘no hay billetes’ en la eliminatoria de Copa frente al Real Madrid y en el último encuentro liguero jugado en casa, contra el Deportivo de La Coruña, pero el escenario cambiaría hacia la recta final de la temporada. Ahí están los ejemplos de los partidos de ‘play off’ disputados ante Numancia (2017-18), Girona (2014-15) o Las Palmas (2014-15), así como otras citas de menor calado en este periplo de siete campañas en el infierno de Segunda. Más agradables son los recuerdos remotos. Los que evocan a una Romareda repleta para presenciar duelos ante algunos de los grandes de Europa. Tanto con el aforo actual (34.000 personas) como con el de 45.000 espectadores, que prevaleció entre 1981 –fecha en la que se produjo la primera gran reforma a las puertas del Mundial de España– y 1998, cuando, en línea con las exigencias de la FIFA y la UEFA, se firmó un decretó ley en España para prohibir el fútbol de pie, teniendo que reducir el aforo de las gradas que se denominaban ‘Gol de pie’ y ‘General de pie’.

Los históricos duelos de la Recopa de Europa, las visitas ligueras de Real Madrid y Barça o algunos encuentros de promoción (el Zaragoza-Murcia de junio de 1991 es la efemeride más representativa) llenaban el estadio en los 80 y 90, cuando la capital aragonesa apenas superaba el medio millón de habitantes y las comunicaciones viales eran mucho más deficientes. De ahí que el incremento poblacional (ahora la ciudad ronda los 700.000 habitantes) y la mejora de las carreteras, fundamental para los aficionados que residen fuera, conduzca a pensar que aquellas cifras del pasado no son desorbitadas.

Mucho menos, si se toman como referencia las renovaciones que han sufrido algunos estadios españoles recientemente. En Bilbao, donde residen unas 350.000 personas, el nuevo San Mamés fue construido con un aforo que supera los 53.000 espectadores –13.000 más de los que cabían en la antigua catedral– para dar cabida a sus más de 43.000 abonados, cifra que supera con creces a la del Zaragoza (cercana a los 28.500 abonos), si bien es cierto que el hipotético ascenso a Primera elevaría considerablemente el número de socios. Precisamente, a ese estímulo producido por los buenos resultados deportivos se aferró otro conjunto vasco, la Real Sociedad, para realizar un esfuerzo económico y transformar Anoeta. Los donostiarras han batido esta temporada su récord de socios. En 2019 tenían menos de 27.000; esta temporada, con los 35.000 alcanzados, la masa social ya cubre el 92% del nuevo Reale Arena, con aforo para 40.000 espectadores.

Aunque el número de simpatizantes de un escudo no está directamente vinculado a la dimensión de la ciudad en la que se asienta, cabe recordar que Zaragoza casi cuadruplica los residentes de San Sebastián, así como el de otras capitales de provincia como Pamplona o Vitoria en las que se han acometido proyectos de reforma de estadios. Osasuna ha emprendido una obra de remodelación y ampliación de El Sadar que avanza a buen ritmo. La próxima campaña el estadio pasará a tener 24.000 asientos, 5.000 más de los que hay ahora. Así, la masa social del conjunto navarro (15.500 socios) cubre el 65% del aforo. El Alavés, por su parte, también camina hacia la renovación de Mendizorroza. La mejora de estas instalaciones incluirá el incremento de las butacas. Habrá 27.000 en lugar de 19.800, de forma que los abonados (17.600, según los últimos datos oficiales) completarán idéntico aforo (65%) que los asociados a Osasuna. Ambos proyectos, tanto el vitoriano como el pamplonés, ponen de manifiesto que el Zaragoza debe aspirar a un campo de cerca de 50.000 espectadores. La actual masa social del club ya llenaría casi un 60% de una instalación de esa capacidad. Y con el eventual ascenso, el escenario cambiaría sobremanera.

Organización de eventos

Más allá del aprovechamiento exclusivamente zaragocista, la nueva Romareda aspira organizar grandes eventos deportivos como la final de la Copa. Entre los últimos criterios establecidos por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) para albergar este encuentro, sobresale la necesidad de que el estadio disponga de un aforo mínimo de 45.000 espectadores. El club propietario tiene que correr con los gastos de mantenimiento y la ciudad debe disponer de unos espacios para eventos paralelos, a cambio de verse beneficiada de la llegada de miles de aficionados de los equipos finalistas.

La RFEF escogió recientemente a La Cartuja como sede para las próximas cuatro finales y, a partir de 2023, habrá que elegir un nuevo recinto. De ahí la importancia de que el renovado campo zaragocista, que debería ser estrenado por esas fechas, disponga de un acondicionamiento que, por otra parte, es similar al que la UEFA requiere para la organización de finales europeas. Por último, es fundamental que La Romareda esté adecuada a los nuevos tiempos con objeto de acoger eventos extradeportivos. Los macroconciertos volverán en junio al estadio de la mano de Alejandro Sanz, pero hacía 12 años que artistas de este calado no actuaban en un marco en el que antes oficiaron reuniones multitudinarias Bruce Springsteen, Michael Jackson, Metallica o Mecano. La modernización infraestructural, a buen seguro, atraerá más atcuaciones.

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