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Real Zaragoza-Numancia y las vueltas que da el fútbol en 365 días

Hace un año, ambos equipos iban a jugar la Promoción de ascenso a Primera. Ahora, La Romareda acogerá este martes un duelo con los sorianos en riesgo de caer a Segunda B y los aragoneses recién salvados.

La Romareda, prácticamente abarrotada de público, en el último partido del año pasado, el Real Zaragoza-Numancia de la Promoción de ascenso a Primera, el 9 de junio de 2018.
La Romareda, prácticamente abarrotada de público, en el último partido del año pasado, el Real Zaragoza-Numancia de la Promoción de ascenso a Primera, el 9 de junio de 2018.
Oliver Duch

Con algo más de 48 horas de demora según lo programado inicialmente, Real Zaragoza y  Numancia bajarán definitivamente en la noche de este martes, 4 de junio, el telón de La Romareda en este curso 2018-19. Aún faltará otra jornada pero, en Zaragoza, el fútbol se acaba ya con este episodio, insustancial para los aragoneses, mucho más cargado de percusión para los sorianos, que aún deben atar la permanencia que el Zaragoza logró hace una semana. 

Y el capricho del calendario, la casualidad una vez más, trae a colación lo efímero que es el mundillo futbolístico en todas sus cuestiones, desde las menores hasta las mayores. Lo inestables que son las emociones, las sensaciones, las apreciaciones. Lo volubles que son las predicciones, los proyectos, los pronósticos, los planes. En nada, en cuatro días, en un breve espacio de tiempo, un equipo, un club, un entrenador, una plantilla, una afición, se mueven como un péndulo de un extremo al otro sin remedio, sin explicaciones coherentes que ofrecer. Del blanco al negro, muchas veces, no hay paleta de grises. El fútbol es radical, produce maximalismos per sé, no entiende de términos medios las más de las veces. Sobre todo en sus castigos y penitencias, tiende a ser cruel con sus protagonistas principales.

Este Real Zaragoza-Numancia de primeros de junio de 2019 es, en su estructura, gemelo al Real Zaragoza-Numancia de primeros de junio de 2018. Porque, justo un partido entre zaragozanos y sorianos cerró La Romareda el año anterior, como igualmente lo va a hacer en este caso. Es un broche igual. 

Pero, obviamente, el envoltorio que traen consigo esta vez los de Zaragoza y los de Soria ya advierte de que el contenido es opuesto a aquel. Que cualquier parecido es pura coincidencia. Lo de hace 365 días era una cita por todo lo alto, con el sueño de la Primera División instalado en las dos ciudades, en las dos hinchadas, en las dos directivas. Lo de ahora es un choque abollado, deteriorado tras un año penoso en ambos lugares, con los dos equipos (que evidentemente fallaron en su asalto a la élite el año pasado) metidos en el vagón de cola todo el rato, sufriendo como canes, sudando tinta china desde Navidad y temiendo por su integridad como SAD durante más de medio curso lectivo.

En un año natural, blanquillos y rojillos han pasado de la euforia y la alegría a un estado de depresión deportiva inevitable. En Zaragoza, esta cita final del torneo ante los numantinos se recibe ya con el pulso en calma, pues se ha salvado el pellejo por los pelos, alcanzando los 50 puntos y combinando esa cosecha con los marcadores insuficientes de los demás rivales en la huida del infierno (las matemáticas cuadraron para bien hace una semana). Pero en Soria, la visita a La Romareda aún es incandescente, pues les falta un punto propio para eludir la catástrofe o, en carambola ajena, que el Majadahonda no gane en Oviedo. En resumen, que el Numancia todavía puede bajar a Segunda B.

En 12 meses casi exactos, los dos equipos que competirán este martes en el estadio zaragozano han involucionado de forma brutal de polo positivo al negativo. De ser dos evidentes aspirantes a jugar con los mejores en Primera a sentir vértigos, mareos, desvanecimientos ocasionales y sudores fríos por la posibilidad real de irse al agujero negro de la Segunda B.

El año pasado, el 9 de junio de 2018, en aquel Real Zaragoza-Numancia por la excelencia, con las miras puestas en la máxima categoría, estuvieron tipos como Cristian Álvarez, Eguaras, Pombo, Benito, Grippo, Lasure, Zapater, Papunashvili (en el banquillo, Javi Ros, Delmás, P. Biel, Ratón) en las filas zaragocistas. En frente, también salieron triunfantes aquella tormentosa tarde los numantinos Medina, Carlos Gutiérrez, Diamanka, Marc Mateu, Escassi, Higinio, Guillermo, Markel Etxebarría, Nacho (en el banquillo, Campos, Ripa).

Estos 23 protagonistas se quedaron a escasos minutos de ser futbolistas de Primera División en junio de 2018 (los sorianos algo más cerca que los zaragocistas). En estos momentos, un año después, todos están en las respectivas plantillas del Real Zaragoza y del Numancia y, por ende, van a concluir la liga con el temor metido hasta el tuétano de haber podido ser jugadores de Segunda B en unas cuantas vueltas de reloj (los de Soria aún deben pelear por evitarlo). 

He aquí una cristalina moraleja del fútbol profesional. Real Zaragoza y Numancia la dejan expuesta para quien la quiera ver, analizar e interpretar. En este negociado, de nada sirven los dogmas, el 'blablablá', los apriorismos fatuos. El éxito y el fracaso son vecinos, pared con pared, y comparten patio, garaje y comunidad. Haciendo las cosas bien, a veces salen mal. Al revés, sin embargo, es harto improbable que suceda.

Este año, en Zaragoza y Soria, es un máster de alta cualificación pedagógica. El epílogo de este martes en La Romareda es la entrega de diplomas para quien deba recogerlos. Por riguroso orden alfabético. 

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