A Álvaro Vázquez se le hace de noche

Tras su errores contra Lugo o Albacete, el delantero volvió a fallar claras ocasiones de gol, cruciales en el devenir del partido: una al comienzo, en pleno dominio aragonés, y otra, en un mano a mano, al final

Álvaro Vázquez se lamenta de una ocasión fallada en el partido de ayer entre Osasuna y el Real Zaragoza.
A Álvaro Vázquez se le hace de noche
Daniel Marzo

Desde que Álvaro Vázquez le metió dos goles al Oviedo y, entre medio, se tapó los oídos sin saber muy bien por qué razón, el delantero catalán es un agujero sin fondo. Un sumidero de ocasiones desperdiciadas, de ventajas para su equipo lanzadas al limbo y de una actitud a la hora del remate que nada tiene que ver con la confianza consigo mismo y con el instinto mínimo que se le debe exigir al futbolista que viste el número 9 en la camiseta del Real Zaragoza.

De nuevo, Álvaro Vázquez tuvo una incidencia negativa crucial para el equipo aragonés. Su paso por el partido se puede explicar de tal modo: suya fue la oportunidad que pudo hacer bueno el mejor tramo del Zaragoza en el partido y suyo fue el fallo que impidió al conjunto de Víctor Fernández empatar el encuentro en su dignísimo arreón final. Entre medio, Osasuna fue superior, avivado especialmente tras la desmedida cartulina roja por doble amarilla a Íñigo Eguaras. Pero el Zaragoza tuvo sus momentos.

Los tuvo al principio y los tuvo al final. Encajonó a los pamploneses de salida y en los últimos suspiros del partido. Llegó y pisó área. Impuso su dominio en ambos ratos. Sin embargo, le volvió a condenar la falta de eficacia, concretada en la figura de Álvaro Vázquez. De nada sirve el control, la verticalidad, o el caudal ofensivo; si la que hay que meter, la más importante, la que abre el marcador, acaba con un disparo de Álvaro a las nubes, desde una posición limpia, franca, tras jugada entre Dorado, él mismo y Nieto.

De nada sirve sacar aire de donde no hay, vencer territorialmente la inferioridad numérica, rozar un empate; si de un regalo del rival, Álvaro exhibe su lado piadoso, fallando un gol imposible de fallar y de creer que pueda ser fallado. Afrontando esa acción entre la impericia y la imprudencia. El Zaragoza regaló un gol (lo hizo Dorado con un mal despeje, pero también el mismo Álvaro contemplando y dando metros al centro de Roberto Torres) y Juan Villar lo recogió. Osasuna también hizo su regalo y Álvaro lo devolvió. Así puede explicarse parte de la trama de los sucedido en Pamplona.

Por tercer partido consecutivo, al delantero catalán se le hizo de noche. Del mismo modo que hay goles que valen más que otros, o paradas más relevantes que otras, también hay fallos más o menos decisivos. Álvaro Vázquez encadena tres partidos con ese tipo de errores, con un peso crucial en el desarrollo de los partidos o en el resultado. Contra el Lugo, el punta desperdició tres claras ocasiones en la primera mitad, antes de que los gallegos se adelantaran y obligaran al Zaragoza a nadar contra la corriente. Frente al Albacete, también con 0-0, Álvaro se estrelló contra Tomeu Nadal en un mano a mano que pudo resolver de mil maneras, una ocasión que pudo girar por completo el guión de un encuentro igualado, que se jugó sobre una cornisa por parte de ambos equipos. Y, en El Sadar, de nuevo, Álvaro pudo cambiar lo sucedido si emboca bien su primera ocasión.

¿Qué sería de este Zaragoza de Víctor Fernández adelantándose en el marcador? ¿Cómo condicionaría a los rivales con acierto en los momentos clave? De momento, las respuestas se pierden entre remates aguados y una tonelada de frustración.

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