El pánico empieza a asomar alrededor del Real Zaragoza

El oscuro partido jugado en Alcorcón, la espiral de goles recibidos a pares, la incapacidad creativa y la clasificación (en la cola) llevan al vértigo generalizado dentro y fuera del vestuario.

Final del partido de este domingo en Alcorcón. Los jugadores, cabizbajos y muy afectados moralmente, abandonan el campo tras perder 2-0.
El pánico empieza a asomar alrededor del Real Zaragoza
Enrique Cidoncha

Definición del sustantivo 'pánico': "Miedo muy intenso y manifiesto, especialmente el que sobrecoge repentinamente a un colectivo en situación de peligro". Bien. Pues eso es, en puridad, lo que ha empezado a emanar alrededor de todos los ámbitos del Real Zaragoza tras la conclusión del partido de la 15ª jornada disputado este domingo en Alcorcón, saldado con una nueva derrota, esta vez por 2-0.

Es un mal síntoma cuando esto aparece en cualquier aspecto de la vida. En el fútbol es siempre sinónimo de problemas serios, de miedos mayores, de desvío severo de las expectativas iniciales de cualquier plan o proyecto. Pero, como todos los indicios y avisos de algo con matices adversos, en su fase preliminar tiene también un asidero a positivizar: si se sabe ver a tiempo, si se acomete con mano firme y pulso calmado, existen posibilidades (más o menos, según los casos) de aliviar sus efectos posteriores.

No es nada extraño que esos primeros aromas del pánico intenten entrar por las rendijas de las ventanas del zaragocismo, dentro y fuera del vestuario. Que su ácido olor pugne con los burletes, las bisagras y las cerraduras de cada habitáculo blanquillo. No en vano, todo el mundo (se supone) está viendo hace días, semanas, meses ya, que el equipo no funciona. Hace casi 3 meses de aquel descarrilamiento de Almería que, a la postre, ha terminado siendo el inicio de la crisis. Que en diciembre el Real Zaragoza vaya a estar en el ras de los puestos de descenso es algo que no entraba en ninguna previsión en verano. Que su juego sea tan deficiente y escaso de recursos, tampoco. Que sus puestas en escena muestren tantas carencias graves en lo técnico y táctico, mucho menos.

Y todo eso está sucediendo con una dolorosa continuidad. El Real Zaragoza contemporáneo no tiene defensa. Carece de medio campo. Y posee una delantera insuficiente. Tras cambiar por fuerza (fuga desleal de Natxo González en junio) al primer entrenador que venía en los planos del ascenso a Primera, también decidieron los ejecutivos gestores sustituir al segundo prematuramente (Idiakez) y el que está, el tercero, Alcaraz, no logra mejorar al enfermo. La desembocadura de tantas máculas es matemática e inexorable ante semejantes síntomas y certezas: el equipo camina por la cola de la clasificación con sensaciones de falta de oxígeno, de ansiedad, de vértigos.

Y lo que en septiembre se quiso entender, optimistamente, como un accidente propio de una liga de largas complicaciones y trampas por doquier que, igual que vienen, se van, en octubre ya adquirió el tamaño de un problema superlativo por la concatenación de tropiezos y fiascos. Y, ahora, en los estertores de noviembre, pese al breve tratamiento positivo con salbutamol que supusieron el triunfo en Tarragona y el punto enlazado ante el Mallorca en casa, el color del paciente no mejora su tono pálido y anémico.

El Real Zaragoza lleva 6 partidos seguidos sin ganar en La Romareda (solo lo hizo en el primero de siete, el 19 de agosto ante el Majadahonda). Únicamente ha vencido en 3 de los 15 choques dirimidos. Las piernas de los más flojos de remos empiezan a flaquear. Es natural. El grupo es joven, porque así lo decidieron desde el 'casting'. Y con ese perfil no es posible solicitar veteranía y personalidad potente. Es pura contradicción. Así que, por ese flanco, la solución es, sencillamente, imposible. Tendrá que venir por otra vía.

En otros estratos piramidales, los síntomas del pánico también fluyen con naturalidad: se buscan culpas en el Maestro Armero, en el empedrado, en la preparación física del tiempo pretérito, en las lesiones (algunas vienen de tiempo atrás y eran sabidas y asumidas, por lo que ahora no caben en el saco de los subterfugios), en esas críticas que tanto cuesta asumir pese a la transparencia de los motivos. Nada nuevo tampoco por este sector. Siempre fue así. Aquí, allá y acuyá.

En esta burbuja, el Real Zaragoza tendrá que reinventarse, restaurarse y repararse por sí solo para ser capaz de salir adelante a medio plazo. Parece que, por la longitud de onda que ya ha adquirido el problema de fútbol y clasificación, el nuevo varapalo de Alcorcón (por más que los madrileños sean los líderes de la categoría) ha encendido, como se admite dentro de la caseta, las luces rojas de todas las alarmas. La liga va ya hacia su mitad y nada tiene ese valor de casual que, hasta hace poco, todavía se esgrimía para quitar importancia lo que estaba sucediendo. Ahora ya hay temor fundado por el futuro. Las cabezas ya cavilan a velocidades superiores a la normal. Los de más pulsaciones cardiacas ya notan cosas que hace unos días aún se podían despistar o eludir. El miedo a verse en un lío morrocotudo, de no mediar enseguida una reacción súbita y contundente, ya no resbala a nadie y es una afección generalizada en todas las direcciones del zaragocismo.

Los dos próximos partidos, ambos en La Romareda (los antecedentes advierten de que no se sabe bien si esto es algo bueno o menos bueno), frente al Cádiz y el Córdoba, aclararán de forma muy concreta la hondura del mal que tiene el Real Zaragoza. Y, a diferencia de ese status de calma (al inicio de temporada) o de expectación (más recientemente, ya en la espiral de patinazos) con el que se han venido afrontando las citas en casa, todo el mundo es consciente a estas alturas, a falta de 35 días para que 2018 concluya, de que tendrán que acostumbrarse a jugar, a vivir, con el pánico en el envoltorio de cada decisión.

De nada sirve ignorar lo obvio, ni tratar de esconder lo palmario. Aquí estamos porque aquí hemos llegado. Y de aquí hay que salir. Con decisiones, con medicinas, con herramientas válidas y útiles. Se puede optar, como el agricultor de secano, a esperar y mirar al cielo a ver si llueve lo necesario. El ejemplo del año pasado, el último asidero de los más señalados ante este panorama, va por este sendero. Esperar una reacción espontánea con los mismos comportamientos, diseños y piezas es otra alternativa. Ahí, el factor fe tiene un alto rango en la ecuación. Y esa materia, etérica, inmaterial, no es moneda de uso común para el cien por cien de la gente. Tiene sus sesgos en un porcentaje de la gente. En 14 días, el Real Zaragoza, tras jugar ante gaditanos y cordobeses en La Romareda, tendrá más nítido su presente, si cabe.

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