Álvaro Vázquez: "En el descanso de Albacete... nos miramos todos a la cara, esa es la verdad"

El delantero del Real Zaragoza, autor del 2-2 que evitó el cataclismo inmediato en el seno del club, ubica la reacción del equipo tras la pésima primera parte en lo acontecido en la caseta.

Álvaro Vázquez, detrás a la derecha, en una imagen del camino a los vestuarios de los jugadores del Real Zaragoza en el descanso de Albacete. En primer plano, Eguaras. En segudo, Lasure y Zapater.
Álvaro Vázquez, detrás a la derecha, en una imagen del camino a los vestuarios de los jugadores del Real Zaragoza en el descanso de Albacete. En primer plano, Eguaras. En segudo, Lasure y Zapater.
Josema Moreno

Descanso en Albacete, 21.46 de la noche del viernes. Los jugadores del Real Zaragoza abandonan el campo rumbo al vestuario cabizbajos, enfadados, con gestos muy torcidos, callados, con la mirada en el horizonte, perdida. El entrenador viene detrás, con el talante parecido. Se avecina un intermedio caliente en la caseta, como es un clásico en los equipos de todas categorías en días donde la primera mitad ha sido tan desastrosa como la que desarrolló individual y colectivamente el cuadro zaragocista en el Carlos Belmonte. El Zaragoza estaba perdiendo por 2-0 en un recital de esperpento valleinclanesco, sobre todo en las faltas de atención defensiva y en la nula creatividad de todas sus piezas.

Llovía sobre mojado. Era un día clave, en el que podía detonar un incendio interno de insondables consecuencias de volver derrotados a casa, pues sería la 3ª pifia consecutiva a sumar a las de Almería y ante el Lugo en La Romareda. Lo que quedaba en juego, el segundo tiempo, era de órdago a la grande. Materia inflamable.

Y por ello, la experiencia del observador aconsejó sondear qué sucedía entre las paredes del vestuario zaragocista en Albacete. No iba a ser un descanso común. Allí iban a suceder cosas, se iban a decir palabras de cuerpo grueso. Es la ley del fútbol, siempre infalible en diferentes casos, dentro y fuera del campo, dentro y fuera de los despachos.

Álvaro Vázquez, el delantero centro del Real Zaragoza y autor del tanto balsámico, por ahora, para las constantes vitales de la SAD respecto de la dubitativa marcha del equipo en las primeras jornadas de liga, fue uno de los portavoces del equipo a la conclusión del partido. Y, más que por su precioso tanto, fue instado a describir ese descanso a solas de la expedición zaragocista en el campo albaceteño. El ariete catalán fue sincero. Dijo, entre líneas, lo que quería decir. 

"En el descanso... nos miramos todos a la cara. No teníamos nada que perder con el 2-0 y el mal juego desplegado. Y los jugadores manifestamos hambre, ambición. Salimos de inmediato al campo, teníamos ganas de empezar el segundo tiempo. Fue un descanso en el que nos miramos a la cara. Esa es la verdad", redundó Vázquez. En su declaración saca a relucir ese detalle que no fue accesorio a mitad de partido: los muchachos del Zaragoza salieron al campo en apenas 10 minutos, debiendo esperar casi 5 a que el Albacete y los árbitros se reintegraran al césped. Tuvieron que hacer ejercicios de calentamiento con el preparador físico, Néstor Orozco, en el círculo central. Hablaron poco y claro, se dijeron las cosas claras, cortitas y al pie. Y, una vez desembuchado todo, con los más veteranos y expertos al frente, la consigna fue salir ya al terreno de juego y empezar a comerse la hierba antes de la reanudación. De hundirse en la misera, nada de nada. Fue una petición de orgullo, de bemoles, a los más despistados. Como había adelantado Idiakez poco antes en su rueda de prensa, el entrenador apenas tuvo que abrir la boca. La iniciativa ante tal vergüenza la tomaron los hombres con más peso específico y currículum de la plantilla. 

Vázquez fue uno de ellos. El jugador cedido por el Espanyol, con galones de Primera División, no ha venido a Zaragoza a perder el tiempo, a hacer digestiones indigeribles en el día a día del ámbito deportivo que envuelve al equipo. "En la primera parte el equipo no se encontró cómodo, recibimos dos goles en dos graves fallos, uno en estrategia, que nos pilla durmiendo, y el otro a balón parado también", recordaba Álvaro para HERALDO en las tripas del Carlos Belmonte. Aún estaban vivas las imágenes de sus reproches a Papunashvili por no pasarle la pelota en sendas contras peligrosas que el georgiano malogró por individualismo. En la primera, Vázquez lo fulminó con una mirada tensa y de larga duración a la que Papu no quiso responder. En la segunda, ya hubo censuras orales, como hace 15 días en Almería por parte de todos los demás. ¿Por qué tiene tanto afán por marcar goles Papunashvili, cuando las asistencias son tanto o más valoradas en los equipos profesionales?

El 2-2 final, el hecho de haber salvado la papeleta in extremis, fue un triunfo moral para los que tiraron del carro en ese especial descanso de Albacete. "Este punto, por cómo se logró, es más que un punto. Sobre todo, anímicamente", presume Álvaro Vázquez.

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