Si todo sale bien, aguardan 13 días de vértigo, un frenesí de vivencias

El Real Zaragoza afronta el apéndice de su atípica temporada con 2 partidos ante el Numancia en 72 horas y, si gana el cruce, otra semana gemela con el ascenso como fin supremo.

Parte de la afición zaragocista, en las gradas del Mini Estadi el pasado sábado en el triunfo final del Real Zaragoza en el torneo liguero, por 0-2 ante el Barça B.
Parte de la afición zaragocista, en las gradas del Mini Estadi el pasado sábado en el triunfo final del Real Zaragoza en el torneo liguero, por 0-2 ante el Barça B.
Albert Salamé

El tiempo comienza ya. La promoción del Real Zaragoza, tras el suave entrenamiento pos partido al regreso de madrugada de Barcelona llevado a cabo este domingo, inicia su nueva fase competitiva este mismo lunes. En principio, nadie tiene asegurados más de 6 días de vida en los 'play off'. Los zaragocistas, el Numancia (su rival en semifinales), el Sporting de Gijón y el Real Valladolid se tendrán que ganar el postre de una semana más en la primera eliminatoria. Y los dos que logren pasar a la final, están ante 13 días de vértigos, de un frenesí de vivencias y sensaciones que nada tienen que ver con la liga ni con otra competición de eliminación directa, tipo Copa.

Porque aquí todo pasa seguido, sin tiempo para asimilar, para respirar, para discutir, para quejarse de nada. Es un pimpampún que expone a los equipos a partidos nerviosos, con la tensión por las nubes, de enorme carga eléctrica en su envoltorio, que suceden cada tres días. Los dos finalistas vivirán la incandescencia de este mini torneo de muerte súbita desde el 4 junio hasta el 16, con cuatro choques incrustados en tan escaso margen temporal.

Por este modelo de disputa, la promoción no tiene parangón con nada. Y, por ello, las conjeturas, las cábalas, los estudios preliminares, tienen un grado de error en el pronóstico muy superior a cualquier otro momento de la temporada, a cualquier otro torneo que se analice a priori. Los factores que influyen en la resolución de este tipo de partidos al límite son, en muchos casos, muy diferentes a lo sucedido durante el resto del curso ordinario.

Con campos llenos, con ambientes extraordinarios, con un plus de responsabilidad en cada jugador y técnico que puede provocar temblores o colapsos puntuales en la hora de la verdad, sobre todo en los más novatos. Con nula capacidad de recuperación física entre partido y partido, con viajes incluidos en el brevísimo ínterin entre uno y otro duelo de la serie. Con golpes futbolísticos en momentos puntuales de los partidos, a base de goles, de expulsiones, de lesiones prematuras, que los protagonistas deben saber manejar y resolver de inmediato y sin margen de error, pues las consecuencias se pagan sin remedio alguno (no como en una liga tan larga como la finiquitada, de 42 partidos y 10 meses de vigencia).

Lo más parecido a la promoción de la Segunda División española vendría a ser la fase final de un Mundial (como el que va a empezar en nada en Rusia), o de una Eurocopa. Pero, si cabe, aún tiene mayor hondura el factor ambiental en estos 'play off' de la categoría de plata en España, pues en un Mundial o Eurocopa las selecciones se juegan la vida a un partido y, salvo en organizador, en campo neutral y ajeno para ambos contendientes. Y, por el contrario, en la promoción que se avecina, el hecho de jugarse los partidos, alternativamente, en el campo de uno y otro añade miles de voltios a la tensión de cada día. Es un formato que requiere de mucha templanza, de infinidad de poso personal en cada actor sobre el césped, de una flema ante los ratos de agobio que sirva como escudo protector. Y eso, para muchos de los que salen al escenario cada año, es una novedad, una vivencia sin precedentes, ante la que no se sabe cómo van a reaccionar hasta que no llegue el día D y la hora H. Empirismo aplicado al fútbol profesional.

La liga ha sido una cosa. La promoción es otra radicalmente distinta. El objetivo del Real Zaragoza, que ha terminado el torneo liguero en la cresta de su propia ola, es dar continuidad a ese ímpetu y esa dinámica ganadora en una breve competición que no tiene nada que ver en su esqueleto y desarrollo con lo acontecido antes, desde agosto hasta el 2 de junio. De ahí la dificultad del empeño. 

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