Dolorosa derrota del Real Zaragoza ante el Rayo en un partido de alto rango mal jugado

Los de Natxo mostraron una falta de pegada enorme en un día que exigía más personalidad que la mostrada en Vallecas ante un rival superior.

Momento del Rayo-Real Zaragoza.
Momento del Rayo-Real Zaragoza.
Enrique Cidoncha

Perdió el Real Zaragoza en Vallecas su ‘final’ por el ascenso directo ante un Rayo que, en términos generales, se mostró superior en el juego ofensivo, sobre todo en una segunda parte en la que los de Natxo González decepcionaron sobremanera por su falta de personalidad en un día tan importante para el futuro. Tras el descanso, después de una primera parte muy igualada en el juego de ambas escuadras, los rayistas hicieron dos goles casi consecutivos que decantaron el tanteador a su favor de forma prácticamente irreversible. El gol final de Papunashvili, que acortaba distancias, llegó demasiado tarde y resultó totalmente inútil.

El primer tiempo fue denso, espeso, sin fútbol ágil por parte de ninguno de los dos equipos. Con momentos mayoritarios de dominio del balón por parte zaragocista, pero sin inspiración en ninguno de sus hombres para llegar al área de Alberto con peligro. El Real Zaragoza se empeñó en jugar siempre por el centro, como si hubiese un embudo invisible que les impidiera abrirse por las bandas. Ello derivó en infinidad de pérdidas de balón en la línea de tres cuartos a causa de las malas elecciones en los penúltimos pases (ni siquiera los últimos) de quien llevaba la pelota entre la maraña de jugadores rayistas que taponaban las vías de acceso.

El Rayo, por su parte, aguantó bien atrás y salió siempre con intención, sobre todo por el flanco derecho de la zaga aragonesa, con el lateral zurdo Alex Moreno como principal estilete ofensivo. De él salieron las mejores ocasiones de peligro locales, marradas después en los remates de De Tomás o Embarba. Se empeñaron los madrileños en buscar las faltas al borde del área, incluso dentro, pero Figueroa Vázquez, que se sabía bajo la lupa por sus antecedentes con el Zaragoza, no picó nunca e, incluso, amonestó a Trejo por fingir un penalti.

En ese igualado primer periodo, los aragoneses solo crearon dos situaciones de riesgo para Alberto. Un disparo fallido de Borja Iglesias en el minuto 6 dentro del área, a las manos del portero, y otro de Pombo, en el 22, que chutó alto desde dentro del área tras un centro atrás de Benito. Poca cosa. Muy poca, a decir verdad. El cuadro vallecano mostró más veneno en sus aproximaciones que, eso sí, fueron esporádicas y sin continuidad. De Tomás, de volea a la primera, echó fuera por poco un centro de Alex Moreno en el 20. Y repitió, con la cabeza, en el 34 Entremedias, en el 23, Embarba disparó cruzado, fuera, otro balón que llegó con peligro al borde del área aragonesa. Y nada más. Mucho fuego de artificio impulsado por el animoso público local, pero nada de efectividad a la hora de la verdad.

La sensación, desde bien pronto, fue la de que se trataba del clásico partido táctico, repleto de miedos por parte de unos y otros, a los que el empate no les resultaba mal compañero de viaje mientras el reloj fuese transcurriendo con el 0-0 inicial. El Zaragoza no supo qué hacer con el balón nunca. Siempre le sobró un último toque a Guti, a Pombo, a Ros, a Zapater, a Eguaras… Arriba, Borja Iglesias luchaba siempre para perder ante tres o cuatro defensores rayistas. No se abrieron nunca vías de escape en diagonal, se echaron en falta desmarques de ruptura, movimiento sin la pelota. Desde arriba, el ritmo de unos y otros parecía el de un futbolín, con la gente muy estructurada en su sitio, sin apenas capacidad de sorpresa. Y, como en este campo de dimensiones reducidas la conducción individual es un milagro en este tipo de categoría, el resultado de la ecuación fue feo a la vista, aburrido en muchas fases.

Fuera de lo puramente futbolístico, el golpetazo que se llevó Grippo en el minuto 9 al chocar cabeza con cabeza con el gigante Abdoulaye Ba en un córner sobre el inédito Cristian Álvarez, acabó siendo una incidencia relevante. El suizo quedó K.O. en primera instancia, un susto morrocotudo. Pareció que tendría que ser sustituido, pero él mismo pidió seguir. Sin embargo, un cuarto de hora después, cayó redondo al suelo, mareado, y ahí sí debió entrar Perone a relevarlo porque se demostró que no estaba bien después de semejante contusión en el cráneo.

El intermedio se antojaba clave para buscar una mutación de comportamientos en el Zaragoza, pues jugando de este modo era imposible aspirar a algo más que el empate a cero, salvo milagro de la fortuna. Solo destacó, de nuevo, la impecable faena defensiva de Mikel González, restándolo todo, por arriba y por abajo, cuando el Rayo pisaba el área zaragocista. Los demás, en un tono peligrosamente gris. Natxo tenía trabajo en el cuarto de hora de refrigerio. Los rayistas también debían ajustar muchas tuercas si querían llevarse los 3 puntos en los segundos 45 minutos. Su centro del campo, con Beltrán, Comesaña y Unai López, estaba cegado por las buenas marcas de los rojillos (así vistió el cuadro aragonés en Vallecas).

Sin embargo, nada cambió en el arranque del segundo tiempo. Siguió mandando el miedo a perder. El excesivo respeto de las dos escuadras. Con juego lento, cansino diríase. Se apostó por parte de Míchel y Natxo al error del contrario. A dejar correr el tiempo para ver por dónde desembocaba el devenir del duelo. Tras un cuarto de hora inerte, con un centro-chut de Unai López que se marchó fuera por poco en el 56 como único motivo de alteración cardiaca de los presentes, el Rayo movió ficha y metió en juego a Bebé, un cambio ofensivo en vez de Comesaña. Guti había amagado poco antes con un disparo alto en una penetración de Benito para dar señales de vida zaragocista. Pero a Míchel le salió perfecta la estrategia. Porque enseguida llegó el 1-0 en una acción personal de De Tomás, que controló en el borde del área un balón sin sustancia inicial pero que acabó colocando en la escuadra derecha de Cristian Álvarez. De repente, el Rayo encontró petroleo en el erial de tarde que se estaba sufriendo. Un golazo de enorme calidad hacía de banderilla negra para los aragoneses.

Y el Zaragoza quedó entonces en evidencia. Ya no había nada que guardar y el feo partido no servía para nada. Con menos de media hora por delante, los de Natxo estaban obligados a darse la vuelta como un calcetín si no querían empezar a ver marcharse el ascenso directo a mucha distancia. Sin embargo, en los minutos posteriores a ese mazazo del 1-0, no se apreció reacción alguna. El Zaragoza quedó aturdido y lo pagó carísimo. Nadie tomó el timón, nadie dio un grito para espabilar. Y Mikel González, impecable hasta el minuto 68, salió mal de zona, le entregó la pelota a Trejo para que el argentino entrara solo en el área y colocara con suavidad el balón en la escuadra derecha. Era el 2-0, otro gol de bandera tras un error mayúsculo del Zaragoza, y el partido se le fue por el sumidero a Natxo y sus muchachos en apenas 7 minutos de pájara… o de acierto del Rayo. La entrada de un hombre, Bebé, lo había modificado todo para bien de los madrileños.

Natxo retiró a un desdibujado Eguaras, metió a Papunashvili y retrasó al timón a Ros para volcar a Guti a la banda. Enseguida, dio entrada a Febas por Ros. Un baile de piezas en la medular sin efectos positivos y sin incluir a Toquero en los relevos, cuando el final del choque pedía juego directo al área rayista y acumulación de puntas ante la cómoda defensa vallecana. El crono empezó a correr a toda prisa. Alguien le puso pilas… fue el Rayo, con sus goles y su capacidad de modificar las cosas sobre la marcha con buen tino. El Zaragoza se echó arriba por obligación y el Rayo dio varios pasos hacia atrás para guardar su preciado tesoro. Con más corazón que clarividencia, los rojillos lograría acortar distancias en el 88, con un disparo lejano de Papunashvili que hizo un extraño y provocó que Alberto, inédito toda la tarde y sin mancharse el uniforme, se comiera la pelota. Era el 2-1, demasiado tarde.

El envite se encaminó hacia su epílogo con el acelerón lógico de los zaragocistas, que ya no serían capaces de provocar una jugada merecedora del empate postrero. El Rayo se defendió como pudo y celebró como un triunfo de alto rango, lo que es, el pitido final de Figueroa Vázquez, el árbitro que esta vez no tuvo nada que ver con el resultado definitivo.

De este modo, el rival madrileño, de la mano del lanzado Sporting de Gijón (que ganó antes 0-1 en Valladolid), se van a 9 puntos de distancia de los zaragozanos y abren una nueva perspectiva puntual para los de Natxo, que ahora deben pensar de inmediato en consolidar un puesto en promoción para pugnar al ascenso en junio.

Ficha Técnica

Rayo Vallecano: Alberto; Baiano (Velázquez, 72), Abdoulaye Ba, Dorado, Alex Moreno; Beltrán, Comesaña (Bebé, 59), Unai López (Cerro, 81); Embarba, Trejo; y De Tomás.

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Benito, Grippo (Perone, 24), Mikel González, Lasure; Eguaras (Papunashvili, 69), Javi Ros (Febas, 76), Zapater, Raúl Guti; Pombo y Borja Iglesias.

Árbitro: Figueroa Vázquez (Comité Andaluz). Amonestó a Trejo (28) y Abdoulaye Ba (36).

Goles: 1-0, min. 61: De Tomás. 2-0, min, 68: Trejo. 2-1, min. 88: Papunashvili.

Incidencias: Tarde agradable en Madrid, con 17 grados, sol y algo de viento. El césped de Vallecas presentó un estado irregular, con el césped parcheado. En la gradas hubo casi lleno, alrededor de 12.500 espectadores, entre ellos más de 600 zaragocistas.

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