Borja recupera el olfato

El ariete, que vuelve a ver puerta con cadencia, se convierte en otro síntoma de recuperación del equipo. Su influencia en el juego es prácticamente global.

Borja Iglesias golepea un balón durantre el entrenamiento del pasado lunes.
Borja Iglesias golepea un balón durantre el entrenamiento del pasado lunes.
Guillermo Mestre

Entre los variados datos que hablan del renacimiento experimentado por el Real Zaragoza durante las últimas semanas cabe subrayar la recuperación del instinto goleador de Borja Iglesias, un hecho de rango mayor para el equipo aragonés por dos razones fundamentales: por el considerable peso que tiene el delantero gallego en la arquitectura entera de la escuadra de Natxo González y por la enorme influencia que ejerce en el juego ofensivo, por cuanto su aportación va más allá del remate certero a puerta y se extiende a los espacios libres, al juego de espaldas o al sentido de las denominadas segundas jugadas.

Acaso no sea fruto de la casualidad la recuperación del Real Zaragoza y el regreso goleador del ariete nacido en Santiago de Compostela, y que en este sentido puedan encontrarse puntos comunes causales. Es probable que se trate de dos líneas que corran al tiempo. Una se alimenta de la otra. Y viceversa. Iglesias vuelve a ver puerta con una prometedora cadencia en jugadas trenzadas, con el balón vivo y en movimiento, y el Real Zaragoza alimenta en este proceso otro espíritu.

Marcó Iglesias hace tres semanas frente al Lugo, en La Romareda, y de alguna forma se abrió el nuevo espacio en el que se encuentran delantero centro y equipo al completo.

Repitió cita con el gol siete días después, en Tarragona, para abrochar una victoria importante, tanto por tratarse de un triunfo en un foro donde al Real Zaragoza se le negaba el éxito de modo reiterado como porque comenzaba a afianzarse una tendencia.

La última celebración goleadora de Borja Iglesias ya es inmediata. Trata del reciente choque librado frente al Oviedo en La Romareda, cuando abrió una defensa asturiana seria y sólida, que estaba planteando abundantes problemas a las acometidas y ofensivas aragonesas.

Por este camino han quedado en el tintero de Iglesias tres penaltis errados, yerros que no han provocado, por otra parte, mayores debates acerca de quién ostenta galones para asumir la responsabilidad de lanzar las penas máximas. Parece ser que la confianza y el momento dictarán la última palabra. Las señales del fútbol indican, en todo caso, que es altamente probable que Borja Iglesias haya dejado atrás, como un capítulo pasado, la racha de sequía que acusó durante cierto lapso de tiempo, cuando no se encontraba en el momento y en el lugar oportuno dentro del área y su contrastado instinto de ariete semejaba menos despierto.

Durante las tres últimas semanas ha reivindicado aquella faceta por la que resulta más valorado, por la que su club propietario, el Celta de Vigo, no quiso incluir en el contrato de cesión al Real Zaragoza una cláusula de opción de compra y por la que su próximo futuro ha comenzado a ser objeto de negociación, según mandan los tiempos y el crecimiento deportivo del futbolista.

Este particular regreso de Borja Iglesias se produce, por lo demás, en un contexto descargado de ansiedad colectiva, habida cuenta de que el actual Real Zaragoza no está revelando las dependencias que se dieron en otras campañas de su ariete. De Ángel y su labor se dependió en gran medida el año pasado. Antes sucedió algo similar en relación a Borja Bastón. Ahora, no se observan episodios de esa naturaleza. Junto al renacer de Borja Iglesias se han alineado otros goles y, sobre todo, otros goleadores. Los tantos de esta fase llevan el sello de muy diferentes perfiles y de variados protagonistas. Alberto Zapater, Simone Grippo, Oliver Buff, Jorge Pombo o Raúl Guti han firmado relevantes goles que explican, igualmente, el cambio de tendencia y horizontes del Real Zaragoza. Borja Iglesias vuelve a marcar. Pero no está solo.

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