Alberto Zapater, la única luz del Real Zaragoza

El candil del ejeano iluminó el único disparo aragonés entre los tres palos. El gol del veterano capitán rescató un punto para el Zaragoza en Alcorcón

Jorge Pombo y Javi Ros se agarran al mástil zaragocista en Alcorcón, Alberto Zapater.
Jorge Pombo y Javi Ros se agarran al mástil zaragocista en Alcorcón, Alberto Zapater.
Pablo García

Alberto Zapater Arjol. Nacido en Ejea de los Caballeros el 13 de junio de 1986, según obra en el Registro Civil. Residente en la ciudad de Zaragoza y alma del club representativo de esa ciudad y de la inmensa mayoría de los aragoneses. Zapater, nuestro Zapater. Con 31 tacos y mil cicatrices como testimonio de su entregado desempeño por los caminos del fútbol, ayer portó la única luz aragonesa en el extrarradio Madrid. Zapater y su candil iluminaron a un Real Zaragoza apagado que arrancó en Alcorcón un feo empate solo útil desde la perspectiva aritmética. Un punto fuera, unido a la capacidad creciente para sumar en casa, pueden engordar una cantidad suficiente para escapar de la zona de peligro y abrirse a nuevos horizontes.

El empate solo es positivo por su equivalencia matemática, por el convencional punto que anoche se agregó a la cuenta zaragocista. Aritmética al margen, el empate suena vacío y deja una sabor contradictorio. Quizá sea peor, quizá las papilas gustativas destilen más sensaciones amargas que dulces. Se repitió el once de la semana pasada ante el Córdoba, probablemente por ese optimismo que gravitaba en el club tras el triunfo ante los andaluces. Solo entró Perone por el lesionado Grippo. Debut desalentador de Perone, y el calificativo no es peor porque tuvo que comparecer en el césped con apenas dos días de entrenamiento. Su tándem con Verdasca llenó de riesgos el sistema defensivo, vulnerable por su zona central. Lo de Verdasca, si no fuera trágico (lo fue ayer, como causa principal del gol rival con un despeje inadmisible), bien podría ser cómico. Benito no ayudó demasiado en el flanco derecho. Solo Lasure ofreció una relativa sensación de normalidad en el lateral izquierdo.

La zona ancha tampoco respondió. Eguaras, inane con el balón e inerte sin él. Javi Ros, desconectado. Y Febas, cambiado en el descanso. Todo un indicador, este último, con lo que le cuesta cambiar a Natxo antes del minuto 70... Luego entró Alfaro en el descanso, para jugar por dentro pese a ser un extremo puro. Natxo metió después a Papu y Alain. Papu quizá mejore con el idioma español. Con el idioma futbolístico, le cuesta lo suyo. Una pérdida del georgiano la intentó corregir Verdasca con un agarrón que rompió la camiseta de Mateo. Cómico si no fuera trágico, reitero. Arriba, Pombo y Borja Iglesias lo intentaron, aunque la falta de abastecimiento los esterilizó. A ellos y a cualquier aspiración del Zaragoza. Con este percal, cuatro buenas manos de Cristian y un valiente partiéndose el pecho con el número 21 a sus espaldas fueron lo más reseñable en el equipo aragonés.

Con todo lo enumerado con anterioridad, la omisión de sus compañeros y la acción de Zapater le permitieron sumar un punto al Zaragoza, además de constatar una vez más la vigencia absoluta de Zapater y su fútbol. El año pasado hubo quien solo lo veía en el lateral derecho, concepto propio de quien confunde un balón de fútbol con un timbal de la Semana Santa. Este año, como Eguaras juega mejor solo en el centro, ahora lo han escorado a la izquierda. Da igual. Las cosas no se dicen, las cosas se hacen, y cuando se hacen, quedan dichas. Es cierto que Eguaras juega mejor solo. Es cuestionable que el Zaragoza rinda más jugando Eguaras solo. Qué mejor ejemplo que ayer. En el fútbol, la única verdad verdadera es la que se plasma sobre el campo. Lo demás no dejan de ser hipótesis. Ayer, sobre el prado de Alcorcón, solo emergió un hombre de entre las filas blancas. Un veterano guerrero que, pese a ser apartado del centro, sigue siendo el abanderado del Zaragoza. El mismo que decían que no volvería a jugar tras sus lesiones cuando regresó el pasado curso a La Romareda. El mismo que apenas podía abrazar a sus hijos por los dolores en la espalda. El mismo que no podía sentarse, estigmatizado por las heridas de tantas y tantas batallas. El mismo que, con su luz crepuscular, iluminó ayer el empate del Zaragoza.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión