Días de alivio y rectificación en el Real Zaragoza tras salvar un problema serio

Natxo González y los futbolistas, que celebraron el perentorio triunfo en Gijón como si de un título se tratara, tienen ante sí otro asidero para revivir en la liga.

Los jugadores del Real Zaragoza se abrazan en El Molinón para celebrar el triunfo ante el Sporting de Gijón.
Días de alivio y rectificación en el Real Zaragoza tras salvar un problema serio
Arnaldo García

No ganar en Gijón era sinónimo de problemas. Perder, de serias dificultades para Natxo González, la plantilla, el área deportiva y, por extensión, para todo el zaragocismo. Cuando la expedición del Real Zaragoza partió el sábado hacia Asturias, todos, en su fuero interno, eran conscientes del asunto. En el fútbol pocas cosas hay que explicar cuando los resultados y los planes caminan torcidos. Por eso, la victoria en El Molinón se celebró sobre el césped como si de un título se tratara. En realidad, para el actual Zaragoza de Segunda, con cinco años de penas de hojalata mate y sin brillos, ese 0-1 final, aderezado por la épica de la parada del penalti de Cristian Álvarez en los últimos instantes del duelo, tuvo una repercusión puntual parecida a la de una victoria final que tuviera un premio extra.

Los abrazos sentidos, sinceros, múltiples, que se repartieron entre los jugadores, el cuadro técnico, los asistentes, los auxiliares y todos los miembros de la familia del vestuario se encuadraban en la carpeta nombrada "de la que nos hemos librado". Porque esta semana que une Gijón con el duelo del sábado ante el Cádiz en La Romareda amenazaba tormenta de granizo, con fuerte aparato eléctrico y vientos huracanados, de no haber mediado el positivo desenlace ocurrido en El Molinón.

La sincera asunción de Natxo

Natxo, que desde su llegada a Zaragoza en verano siempre mostró una vertiente de su talante plena de espontaneidad y análisis sinceros en momentos de evidentes marros, ya admitió en el mismo estadio gijonés que lo que acababa de ocurrir era la mejor de las noticias de lo que va de temporada. "Lo necesitábamos. Era necesario poder afrontar una semana larga, sin nada más por medio, con cierta felicidad, que ya toca".

Llevaba el grupo de profesionales más de un mes con el morro torcido. Viendo que el equipo no solo no progresaba, sino que iba además en franca regresión en aspectos claves del juego. Y, claro, la clasificación, ya camino del ecuador de la liga, no permitía demasiadas excusas o paráfrasis técnico-tácticas para intentar convencer a los proclives a ello de que, pese a lo que parece defectuoso, este Real Zaragoza está en el camino correcto. Natxo ha visto temblar el suelo en el último mes. Notó cómo se movían los muebles y se inclinaban los cuadros en la pared. Y, con él, los demás de alrededor. Sevilla Atlético, Leonesa, Huesca, Almería, Reus... incluso la milagrosa victoria frente al Rayo Vallecano, encadenaban muchas semanas de fealdad, de retrocesos, de extravío de puntos y puntos que han dejado al Zaragoza demasiado atrás en la carrera de la competición.

Y el entrenador de Vitoria, como ya había hecho público fechas antes de Gijón, no ha tenido ningún empacho en reconocer que en el vestuario ha habido asamblea de contenido incandescente para intentar reparar la peligrosa e innegable mala dinámica que devaluó las ilusiones generales a partir de la mitad de octubre. "Ya advertí que habíamos hablado y sabíamos cuáles eran nuestros déficits y cuáles debían ser las soluciones. Hicimos un análisis muy serio", reverberó Natxo en la sala de prensa de El Molinón.

El descarrilamiento era tal

Ante los asturianos, o el Real Zaragoza salía ganador, o venían días afilados, de sonido de tambores indianos, con el duelo ante el Cádiz como puesta en escena de uno de esos partidos que, en el argot del fútbol, se califica a modo de tópico como 'una final'. O sea, lo de tantas y tantas veces últimamente visto por esta plaza. Y, felizmente, el 0-1 obtenido en el coliseo sportinguista ha atenuado sobremanera el tifón que se le venía encima a la plantilla y a sus tangentes.

"En Gijón entramos de nuevo en el camino del que no nos debimos haber salido", admitió asimismo Natxo González. Otro gesto de franqueza del entrenador, alejado de las posturas de prestidigitación que empezaban a surgir desde otras trincheras viendo que el Real Zaragoza se ha ido de la onda buena con mucha antelación. Aun con la victoria de Gijón, este equipo solo ha ganado cinco partidos de 17 en la liga y no ha pasado jamás del 11º puesto hacia arriba (hoy es 13º con sus escasos 22 puntos).

Víctorias seguidas, la única vía

Ahora, como ya le ha ocurrido varias veces en lo que va de curso, el equipo tiene ante sí una nueva puerta abierta para reengancharse a la pelea por algo más noble que la simple permanencia o la elusión de los problemas del grupo de abajo. Lo tuvo a mano en primera instancia al inicio de todo, tras obtener el primer triunfo del torneo, en la 3ª jornada en Córdoba (1-2). Pero aquel tierno Real Zaragoza falló el día siguiente en casa y cayó 0-1 con el Alcorcón para impedir un impulso enorme hacia la cabeza.

Después de otro bache serio, Natxo y sus muchachos fueron capaces de revivir con la fase de mayor ilusión vista hasta hoy, aquellos dos éxitos seguidos ante el Numancia (3-0) y Lorca (0-2) que dejaron en bandeja la resurrección firme si se ganaba al Osasuna y se enlazaba una racha sin máculas en apenas 8 días. No fue así. Los navarros empataron 1-1 en Zaragoza in extremis y los blanquillos perdieron la sintonía de saber ganar nuevamente. Esa tarde del 15 de octubre empezó la cuesta abajo antes descrita, de media docena de malos pasos que solo fue amortiguada con el triunfo frente al Rayo, y que tuvo en Huesca y Almería sus volteretas más dolorosas y alarmantes.

En este punto clave de la temporada, cuando diciembre va a dar paso enseguida al parón emblemático de la Navidad, a la segunda vuelta y al mercado invernal, el feliz marcador de Gijón supone un nuevo asidero útil para que el Real Zaragoza sea capaz de reconducir sus malos pasos. Tiene a mano concatenar dos victorias seguidas por segunda vez en la temporada. Algo que es normal en los equipos con funcionamientos medianamente ordinarios y que, por aquí, parece una montaña de 8.000 metros por su dificultad de hollar.

Natxo respira hondo al regreso de Gijón. Los futbolistas saben que, con el 0-1 en casa del Sporting, han evitado ese estado de alto voltaje a su alrededor que ha hecho famosa -lamentablemente- a La Romareda en la última década. Y ahora disponen de una nueva opción para voltear el pasado reciente y el dubitativo presente que su rendimiento y su solvencia han creado. El entrenador está tratando de que, de lo negativo, el grupo y las individualidades sean capaces de sacar soluciones positivas. "Pese a los palos recibidos, éste equipo cree. A base de experiencias vas dando respuestas a los problemas", aseveró Natxo entre la alegría pos partido de Gijón. Pero, una vez transitados ya casi cuatro meses de liga y evaluado lo ya acontecido, cualquier mejoría ha de venir con los resultados en la mano. En diciembre ya no caben actos de fe ni palabrerías. Cádiz es la siguiente estación hacia la esperanza y lo agradable. Y después, Albacete. Y poco más tarde, Valladolid. Lo de El Molinón ha dotado a estos partidos consiguientes de iones positivos si el Real Zaragoza sabe resolver bien las ecuaciones y los problemas de álgebra que hasta Gijón se le han atragantado. Esta liga de 10 meses en Segunda, sabido es, patrocina siempre varios flotadores a los menos duchos en el arte de nadar. Los de Natxo se han ganado otro, gigante, con su oportunísima victoria en Gijón.

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