Algún día tendrá que ser

Décima intentona del Real Zaragoza para lograr su primer triunfo fuera de casa en lo que va de temporada. Vallecas y el Rayo, objetivo a superar.

La plantilla del Real Zaragoza, en el momento de partir hacia Madrid en el AVE de las 18.30 este sábado en la Estación Delicias.
La plantilla del Real Zaragoza, en el momento de partir hacia Madrid en el AVE de las 18.30 este sábado en la Estación Delicias.
Toni Galán

No cabe abusar de literatura cuando los hechos son tran flagrantes como los que asolan al Real Zaragoza este año fuera de casa. Juega el último partido del año natural, 2016, en la tarde de este domingo en Madrid, ante el Rayo Vallecano y ahí tiene la última oportunidad para romper la nefasta racha que le está impidiendo estar en la zona alta de la tabla desde que la liga empezó en agosto. Será el décimo desplazamiento lejos de La Romareda. En los nueve anteriores, nueve decepciones. Solo cuatro empates, dolorosos en un par de casos (Lugo y Mallorca) como algunas derrotas porque el equipo aragonés perdió ventajas y no supo administrar sus momentos de superioridad.


Además, en este caso de Vallecas, se viene de vivir el mayor fracaso del curso, con aquel deplorable partido de Cádiz hace 15 días y el 3-0 que tanto escoció y dolió al zaragocismo en todos sus ámbitos. Es un día para manejar bien las emociones, el orgullo, los miedos, el cansancio que genera perder o fallar siempre cuando se va a un mismo escenario de acción, en este caso, jugar lejos de La Romareda. Agné y sus muchachos tienen ante sí un día de alto rango. Que puede darles muchos input positivos si salen airosos en su encomienda pero que, contrariamente, los puede hundir un poco más en sus miserias como visitantes de repetir malas experiencias.


Son los efectos espirales de este tipo de interminables rachas negativas. La matraca no deja de sonar alrededor y eso hace mucho ruido si uno no está bien amueblado dentro de la cabeza. Lo que debe predominar en el ánimo de los futbolistas es el amor propio bien concebido. La seguridad de que, estas dinámicas nocivas, siempre acaban concluyendo. Que habrá un día en que todo saldrá bien, los errores serán menos que los aciertos, las virtudes se impondrán a los defectos. Hasta el árbitro no fallará en sentido adverso. Y quizá el rival también ponga de su parte. En el cerebro debe sonar, de vez en cuando, el soniquete interno que repita "algún día tendrá que ser".


Vallecas, el Rayo. La décima oportunidad. No pudo ser en Lugo, en Valencia, en Tarragona, en Soria, en Sevilla, en Valladolid, en Mallorca, en Getafe, en Cádiz... Vallecas aguarda el día de rectificación de males y yerros que, cada dos semanas, tumba la moral del zaragocismo. Ya nadie quiere insistir en recordatorios, en relatos de historias alusivas al problema. Solo quiere soluciones. Una victoria. Por lo que más quieran los protagonistas que, una vez más, estarán sobre campo ajeno vestidos de zaragocistas. Un triunfo. Los tres puntos de una tacada. Algún día será.

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