Agné y su intento de "eludir el estrés y las urgencias" fuera de casa

Raúl Agné apenas va a vivir su tercer partido al frente del Real Zaragoza lejos de La Romareda. Se estrenó empatando a dos en Mallorca y conoció la derrota hace dos semanas en Getafe. Él todavía tiene las vibraciones del recién llegado, aunque los días van haciéndole enraizar a toda velocidad en la voracidad del fútbol zaragocista desde el prisma exterior. Para la mayor parte del entorno, el mequinenzano ya es algo cotidiano y ha perdido ese halo de novato que, como siempre que hay un relevo en el banquillo, porta el nuevo durante algunas semanas. Y Agné ya empieza a ver la dimensión que ha adquirido el mal del viajero que afecta a su equipo desde abril, en la liga anterior, y que lo tiene inerte durante el primer cuarto de la liga cada vez que sale lejos de La Romareda.

Agné ya es capaz de medir con fidelidad el magno tamaño de la bola de nieve que, enorme, se le viene encima a sus hombres cada 15 días cuando se visten con el rol de visitantes. No saben ni pueden ganar en ningún sitio, por ahora. Da igual que cobren ventajas, que marquen pronto, que lo hagan en la segunda mitad, que guarden largo tiempo el cero en la portería propia... al final, ni en Lugo, ni en Valencia, ni en Tarragona, ni en Soria, ni en Sevilla, ni en Valladolid, ni en Mallorca, ni en Getafe han salido vencedores.

Y esta serie, de ocho choques seguidos sin sumar los 3 puntos de una tacada, es extremadamente tóxica para un equipo que quiere aspirar a subir a Primera en junio. Así es, sencillamente, imposible planteárselo siquiera. Al contrario, ver el balance de 4 puntos obtenidos fuera de casa de 24 disputados enciende las alarmas de cara al futuro próximo, ya que son números que sugieren habitar la cola de la clasificación salvo que en La Romareda sean infalibles (cosa que, evidentemente, no van a ser, como se demostró ante el Reus o, antes, contra el Elche o el Córdoba).

En definitiva, que a Agné ya le aprieta el zapato en el mismo punto donde le destrozó el pie a Milla: hay que ganar fuera de casa cuanto antes y con cierta asiduidad. De lo contrario, vienen curvas en el horizonte. Y Cádiz, el penúltimo viaje antes del parón por Navidad y Año Nuevo, es una oportunidad propicia. Los gaditanos vienen de Segunda B y, pese estar a la par que el Real Zaragoza en la clasificación (igualados con 21 puntos), vienen de vivir un complicado retorno a la categoría tras muchos años en el pozo de bronce. 

El técnico de Mequinenza asume el problema y expone cuál es su medicamento para intentar aliviar el peso y el riesgo de esta bola rodante que ha engordado mucho más de lo previsto y deseable desde agosto. "Yo no me lo tomo como una urgencia. No pienso que ganar fuera es algo que me tiene que liberar... no me lo tomo así. No me lo tomo como un estrés. Es que, si no, no podríamos trabajar", razona cuando se le cuestiona por esta mácula foránea del Real Zaragoza en esta singular temporada.

Agné intenta eliminar iones negativos alrededor de sus jugadores en los partidos lejos de casa. Pretende anular cualquier presión extra que pueda afectar al ánimo del grupo. Quiere que no acabe convirtiéndose todo en una obsesión perniciosa. "Necesidad de ganar, el Real Zaragoza tiene siempre. Pero, luego, siempre digo que hay otro rival que también quiere ganar. Yo planteo los partidos con la máxima ambición para ganarlos. Y con esa intención salimos cada día. Lo que ocurre es que nunca sabes cuál va a ser el desarrollo del juego", apostilla para dejar claro que la voluntad existe, aunque luego los hechos no respondan a las necesidades del club. En Cádiz, este sábado, todos los protagonistas se someten a un nuevo test de calidad y solvencia futbolística lejos de Zaragoza.