Real Zaragoza

Cuando el fútbol habla claro... solo hay que escucharlo

El 7 de diciembre de 2015, hace justo un año, el Real Zaragoza de Popovic salió 3º de San Mamés y era el menos goleado de la liga.

A la izda., la portada del Heraldo de Aragón que informa del triunfo del Real Zaragoza en Bilbao hace exactamente un año que lo puso 3º en la tabla. A la dcha. resultados y clasificación tras aquella 16ª jornada del curso anterior.
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Datos. Palmarios números. Nombres propios. Fechas. Circunstancias. Clasificaciones. Goles. Detalles numéricos rotundos. El fútbol tiene su idioma. Su modo de expresarse. Los resultados, una vez consumados, no se pueden manipular ni reinterpretar. Ni siquiera conviene intentar hacerlo porque, al osado que se mete en esa tesitura, la realidad lo suele poner en su sitio.


Llega el 7 de diciembre de 2016. En pleno puente de la Constitución y la Inmaculada. Un día magnífico para hacer una rápida restrospectiva, fría, calmada, aséptica, objetiva, respecto del presente del Real Zaragoza. 365 días después de esta misma fecha en 2015, ejecutar un súbito 'flash-back' que nos lleve por unos minutos a lo que sucedía entonces en el entorno zaragocista puede resultar una excelente ayuda para ubicar con exactitud el momento actual que vive el equipo, el ámbito deportivo de la SAD, de dónde venimos y, probablemente, hacia dónde podemos ir en virtud de cómo se actúe en lo sucesivo. Un ejercicio retrospectivo que supone un retrato nítido, en alta fidelidad de todo cuanto de malo le ha pasado al equipo desde entonces.


El 7 de diciembre de 2015, hace solo un año, el Real Zaragoza jugó en el flamante y nuevo San Mamés ante el filial rojiblanco, el Bilbao Athletic, el partido de la 16ª jornada de liga del curso anterior (se llevaba una menos que ahora porque en el calendario no se incluyó hasta el final la jornada entre semana que, esta vez, la LFP puso en septiembre). Era un lunes por la noche, el último duelo de esa estación liguera. Y ganó el Real Zaragoza 0-1 con un gol de cabeza de Ángel a la salida de un córner en la primera parte.


Y, con esos 3 puntos logrados a domicilio frente a los jóvenes cachorros bilbaínos, ese equipo que entrenaba Ranko Popovic con enorme mano izquierda en un ambiente lleno de trampas desde el verano acabó la jornada en 3ª posición. En lo más alto de la cabeza, a tiro de un partido del Alavés, del ascenso directo a Primera División. Y, con solo 10 goles encajados, presumía y era reconocido en el ambiente de la categoría como el equipo menos goleado de lo que iba de competición. Le faltaba mucho gol arriba, Ángel y Ortuño estaban discutidos por su falta de tino ante las porterías, por su poca pegada como 'nueves'. La segunda línea apenas anotaba (Hinestroza, Pedro, Jorge Díaz...). Pero Popovic había logrado sostener la solvencia de un grupo mal parido por el director deportivo Ángel Martín González a base de orden táctico defensivo y, por derivación de ello, de saber rentabilizar al máximo los escasos 16 tantos marcados en otras tantas jornadas.


La situación deportiva era sobresaliente para la deslavazada plantilla que tuvo que manejar desde agosto Popovic. Y lo era aún más si se tenían en cuenta los constantes palos en las ruedas que desde las cunetas no pararon de metérsele al entrenador serbio pese a que los números lo avalaban. Basta mirar la clasificación que tenía el Real Zaragoza entonces que, esos mismos 'cuneteros' que no cejaron en su empeño de derribar aquel statu quo del equipo hasta lograrlo poco tiempo después, ahora firmarían con sangre, solo 365 días después del último momento verdaderamente ilusionante que ha vivido el Zaragoza contemporáneo durante una liga, una vez pasada ya la recordada final perdida en la promoción ante Las Palmas, también con el mismo protagonista en el banquillo.


Desde ese punto de la vida zaragocista, en un año únicamente, además del citado Popovic, por debajo del tejadillo del banquillo del equipo ya han pasado Lluís Carreras, Luis Milla y Raúl Agné. En términos reales, cuatro entrenadores en una anualidad. A estos últimos tres los trajo la nueva dirección deportiva que vino a relevar a Ángel Martín González, encabezada por Narciso Juliá y con Albert Valentín como mano derecha, ambos avalados por su reciente paso por los despachos del FC Barcelona, paradigma de grandeza y buen hacer en el fútbol moderno. Porque, cuando Popovic cayó diez días después en Tarragona, capotado por las postas que le dispararon los francotiradores cruentamente por intereses diversos, alejados del propio fútbol (la clasificación a 7 de diciembre no deja lugar a dudas), Martín González se fue simultáneamente a la calle por su ambigüedad en aquellos confusos e inexplicables momentos respecto del entrenador, por su mal hacer en un puesto de máxima responsabilidad que le vino grande desde el verano anterior y que administró de manera poco hábil y franca.


En definitiva, en un año natural, el Real Zaragoza ha pasado de Ranko Popovic y el torpe Martín González, de ser 3º a estas alturas de diciembre y optar de lleno al ascenso directo a Primera, siendo el mejor equipo en la tarea defensiva de toda la categoría, a un estado de alboroto indescriptible con la espiral de entrenadores Carreras-Milla-Agné en solo 11 meses y la constante revolución de la plantilla a la que viene sometiendo el tándem Juliá-Valentín al equipo desde su misma llegada, que ha desembocado en una situación deportiva de máxima preocupación, con el equipo ubicado en el puesto 14º, a solo 2 del descenso a Segunda División B, y siendo el que posee la peor defensa, con diferencia, de toda la competición, con 25 goles encajados. 


El año pasado, el Zaragoza de Popovic tenía 26 puntos, 5 más que ahora con un partido menos de los que se han jugado esta vez (16 entonces, 17 ahora). A fecha de hoy, el curso anterior el cuadro zaragocista solo había encajado 10 goles en su portería, 15 menos de los que lleva ahora (con ese partido de más en este torneo). Cosas de la historia. Los veredictos del tiempo, ese juez insobornable que siempre da y quita razones indefectible e inexorablemente (José María García dixit).


Así que, ahora, en tiempos para muchos de mirar para otro lado y de silbar volviendo la cara porque cuesta admitir el trabajo mal hecho, es uno de esos momentos en los que que cada palo ha de aguantar su vela. Y hay palos y velas para unas cuantas decenas de responsables de lo que pasó hace un año y de lo que ha terminado sucediendo a consecuencia de aquella inestabilidad provocada, forzada, patrocinada y jaleada desde diversos sectores del entorno del club. Fantástica visión de la jugada la de estos penosos estrategas de la vida. Algo habitual en muchos de esos sujetos protagonistas de aquellos días de acoso, derribo y caza. En el fondo, esta es la raíz de muchos de los males que afectan al Real Zaragoza en la última década y media. Retrospectivas como esta se pueden seguir haciendo, a una por día, durante meses. Y siempre asomarían protagonistas idénticos.