En 2011, Zapater soñó con el presente de 2016

El ejeano, que entonces jugaba en el Sporting de Lisboa, ya contempló la opción de regresar al Real Zaragoza para jugar junto a viejos amigos canteranos.

En 2011, Zapater soñó con el presente de 2016
En 2011, Zapater soñó con el presente de 2016
Toni Galán/Heraldo

La fe mueve montañas. El destino, si se fuerza en determinado sentido, tiene un punto de maleabilidad y ductilidad que el ser humano puede utilizar a base de tesón, inteligencia y creencias. Alberto Zapater, que en su vuelta a casa en La Romareda subrayó una frase rotunda ("Nunca he dejado de ser jugador del Real Zaragoza"), está en camino de cumplir un sueño personal que anticipó abiertamente en una entrevista que concedió a HERALDO DE ARAGÓN en mayo de 2011, cuando era jugador del Sporting de Lisboa portugués.


El centrocampista ejeano se había desplazado a España para estar, como un hincha más, en las gradas del estadio Ciutat de Valencia en el último partido de liga, aquel Levante-Real Zaragoza, que supuso la permanencia en Primera División del cuadro zaragocista tras ganar 1-2 a los granotas. Zapater, en una distendida charla en la Ciudad Deportiva, apenas dos años después de haber salido del Real Zaragoza de manera indeseada y fea, dejó este titular: "Sueño con un equipo con Cani, Lafita, Longás, Soriano, Camacho...".


Con los ojos vidriosos, sin saber entonces que aún le restaban por delante cinco años de contrato con el Lokomotiv de Moscú y una cadena de lesiones que lo iban a tener parado casi tres años, Alberto Zapater ya tenía pululando por su cabeza la 'aragonesización' del vestuario zaragocista en un futuro no muy lejano. "Muchas veces pienso en ese equipo. Mi mejor sueño sería poder volver reunirnos todos aquí a jugar juntos de nuevo. Sería increible que alguien pudiera plantear eso. Y no quiero que nadie piense que son palabras de bien quedar. Sé que es complicado, pero quizá pudiera hacerse realidad un día", lanzó al aire de los montes de Cuarte. Evidentemente, todo ese elenco de amigos canteranos no va a poder reunirse ya. Con el paso de cinco años, Longás está retirado por sus problemas físicos. Soriano ha cambiado el césped por los banquillos en Almería... pero, del resto, aún es posible que pueda cuajar algún reclutamiento más como el suyo.


Zapater, con su frontal y abierta manera de ser, tiene un punto de sabio. De esos sabios a los que la naturaleza dota de un olfato especial para ver y anticipar las cosas. Seguramente porque en sus palabras y manera de actuar no hay grandes dosis de malicia y sí mucho de franqueza. En esa entrevista de mayo de 2011, tras explicar sus cambios en la vida particular al tener que salir fuera de España y dejar su entorno más cercano, el de Ejea remataba una frase de este modo: "Todo ha cambiado radicalmente en mi entorno personal y eso te hace ver los años del Zaragoza de otra manera. Estos dos años en Italia y Portugal me han enriquecido en todos los sentidos, pero yo sé que un día acabaré otra vez aquí". Cinco años después, su voluntad es un hecho. Todo clavado.


Y, en aquella conversación, en pleno torbellino destructivo del agapitismo y con el Real Zaragoza sumido ya en una espiral letal, Zapater anticipó un ideal de zaragocismo que a día de hoy sigue en plena vigencia. "En el campo del Levante el Real Zaragoza demostró que tiene vida. Que allí estuvieran más de 11.000 zaragocistas son hechos indiscutibles. Hay un sentimiento, una afición inquebrantable. De eso tienen que darse cuenta las instituciones, todo Aragón. Este es un momento decisivo para que los responsables de esta tierra se den cuenta de lo que significa el Real Zaragoza. Ser del Madrid o el Barça y apostar siempre por caballo ganador es muy fácil. Sin embargo, seguir con tanta pasión al Zaragoza, tiene muchísimo más mérito", dijo con solemnidad. Este pensamiento, trasladado en el tiempo cinco años más tarde, sigue en pleno auge. Es un argumento contundente para todos los que rodean al zaragocismo y para los que, con los resortes del poder en sus manos, pueden ayudar a salir del atolladero a una institución sin parangón en la vida de la región aragonesa en cuanto a seguimiento y repercusión social.


Son las cosas de Zapater. Cuando se deja hablar al corazón, al discurso le salen muy pocas impurezas.


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