A Pitarch se le fue la mano

La actuación del director general desde su llegada ha puesto al Real Zaragoza en una muy delicada situación.

El director general de Real Zaragoza, García Pitarch
Pitarch y el Consejo

El estreno de Víctor Muñoz al frente del Real Zaragoza ha puesto de relieve lo que ya se intuía. El problema del Real Zaragoza no era Paco Herrera. Es verdad que el fútbol señalaba al técnico catalán: resultaba insoportable mantener a un entrenador que había cosechado 3 de 21 puntos posibles en las últimas siete jornadas. Pero con la labor de Víctor, el problema se ha agravado un poco más: ya son 24 los puntos jugados.


Víctor Muñoz no tiene la culpa. Ni mucho menos. El entrenador zaragozano ha aceptado el reto de acudir al rescate de un equipo zarandeado, noqueado. Y a ello se ha dedicado desde el miércoles. Pero el partido contra el Deportivo -en el que el Real Zaragoza apenas ha experimentado leves mutaciones tanto en su esquema como en el juego- se ha puesto de relieve que tampoco Paco Herrera era el culpable.


A García Pitarch se le ha ido la mano. El director general confiaba en mutar al Real Zaragoza, moldearlo a su antojo, darle la vuelta por completo y, tras un cambio global que incluía su abaratamiento, acceder a su compra: aprovechar la situación de debilidad de la entidad -en Segunda División- y de Agapito Iglesias -en una delicadísima situación profesional y judicial- para hacerse con la entidad.


Su libro de ruta no parecía incluir –no era imprescindible- el ascenso inmediato. Por eso, puso trabas desde el principio a la labor del técnico –desde su llegada explicó a cualquiera que quiso oírle que Paco Herrera no era el entrenador que él quería para el Real Zaragoza-; se adentró en el vestuario, mutiló la cabeza del equipo, desestabilizó a la escuadra, cercenó la progresión de los jugadores, cortocircuitó la relación de los futbolistas con el equipo…


En ese estado -y más aún con la situación por la que atraviesa el propietario-, era casi imposible pensar en el ascenso. Pero en el Real Zaragoza de hoy, eso suena casi a falta de respeto. El club se ha puesto de nuevo en peligro. Pero esta vez, su línea de supervivencia es la Segunda División.


Pitarch lo apreció tras el varapalo de Ponferrada, cuando el equipo –muerto, sin alma- resultó goleado por un equipo en posición de descenso a Segunda B. Decidió entonces poner su juguete en manos de Víctor Muñoz, un técnico de garantías, prestigio, con conocimiento del fútbol y amor al Real Zaragoza.


Su primera toma de contacto ha puesto de relieve la profundidad, la hondura de la crisis a la que ha conducido la gestión de García Pitarch. Buena parte del futuro del Real Zaragoza se juega en once jornadas. Al director general no se le volverá a ocurrir adentrarse por la parcela técnica -nunca se lo permitiría Víctor Muñoz-. Pero el daño, gravísimo, está hecho.