Real Zaragoza

Ahí el abismo

Opinión

José Mari suple a Pinter y Movilla se queda en el banquillo
P.G.

Un pasito más cerca de la fosa, del precipicio, de un abismo hacia el que se conduce sin remedio. En un partido incomprensible, regalado a los 15 segundos, el Real Zaragoza entregó otro buen puñado de sus aspiraciones de permanencia. El equipo de Manolo Jiménez tenía que ganar en el Villamaría y resultó goleado, pero sobre todo superado por los cuatro costados.


No es que el Betis sea una escuadra deslumbrante; es tan sólo un equipo apañado, que sabe jugar con orden y que mueve el balón con criterio. Pero el Real Zaragoza no ha sido nada en Sevilla. Sin fútbol, sin juego, sin argumentos. Pareció ir a pasear al Benito Villamarín… y eso que se jugaba la vida.


El Real Zaragoza tenía que hacer los deberes: ganar y esperar un tropiezo de alguno de sus rivales. Y la jornada se le puso de cara. Pero falló en donde estaba obligado a cumplir. Entregó el partido desde el principio, en una actitud desconcertante. Casi inquietante.


El gol inicial de Rubén Castro, antes de cumplirse el minuto, marcó la tónica del duelo, que el Real Zaragoza nunca supo leer. El cuadro de La Romareda, timorato, enclenque, de moral escuálida e incapaz de resistir el menor soplido, se vino abajo y el duelo no tuvo historia pasado el cuarto de hora. Encara ahora la jornada final todavía en puestos de descenso.


Le queda al cuadro aragonés una última bala. En La Romareda, ante el Atlético de Madrid. Pero ni siquiera el acierto de la victoria le garantiza la permanencia: de nuevo, no depende de sí mismo. Debe esperar el fallo de los rivales… si es capaz de cumplir con la obligación de ganar.


Ante el Betis, fue incapaz ni siquiera de luchar por la victoria.