Real Zaragoza

Perdidos en La Romareda

En una temporada atractiva, abierta a la esperanza, el Real Zaragoza falla en casa. La afición suspira por la enmienda del equipo en La Romareda.

Real Zaragoza - Betis
Partido en la Romareda_2
TONI GALAN/A PHOTO AGENCY

Seis derrotas en nueve partidos. La Romareda, su hogar, se le atraganta al Real Zaragoza. No es ya una mera cuestión de suerte, una circunstancia puntual: que se hayan marchado el doble de los puntos logrados en casa obliga a un análisis sereno, a un estudio en profundidad que explique el gran lunar de una campaña esperanzadora.


Resiste el zaragocismo, convencido de la progresión experimentada por el equipo desde la llegada de Manolo Jiménez. Sin embargo, la afición sufre cada fin de semana que el equipo aragonés juega en casa. La cadena de derrotas resulta dolorosa y casi incomprensible.


Es verdad que en una competición tan igualada, los partidos se resuelven por un pequeño detalle. Ocurrió en el partido con el Celta, cuando la formación gallega sacó partido del empeño zaragocista por ganar; pasó ante el Levante, en un partido feo y trabado, llevado por los azulgranas a un terreno muy cercano a lo antideportivo. Aprovechó Rubén una sucesión de indecisiones de la retaguardia blanquilla para marcar un gol envuelto en papel de regalo. El Real Zaragoza se estrelló después frente a un sistema de contención entretejido con detalle.


Y hubo más de lo mismo ante el Betis: dos errores defensivos, dos fallos de concentración sirvieron para que los de Pepe Mel obtuvieran una cómoda ventaja el viernes en La Romareda. Apretó el Real Zaragoza, tuvo el empate en varias ocasiones, pero semejante ventaja es siempre muralla complicada de superar.


Es verdad que el Real Zaragoza, en muchos de esos duelos, no merece perder. Sin embargo, las cifras resultan más que elocuentes. Y, sin duda, surte efecto en el equipo, en la afición y en el equipo rival, al que el estadio municipal no le infunde el respeto que debería. Más bien al contrario…


En busca de la tranquilidad

Acabar con esta sangría parece fundamental para garantizar la tranquilidad en la segunda parte de la campaña. Es verdad que el conjunto de Manolo Jiménez sabe sacar partido a sus desplazamientos; pero a nadie cabe duda de que la salvación se labra en casa. Y es el territorio en el que el Real Zaragoza debe cambiar su tendencia.


Acumula el equipo conocimiento y experiencia. No se le puede achacar –como en algún otro momento- exceso de confianza. Afronta ahora dos duelos a domicilio –Atlético de Madrid en el Manzanares y Valladolid en Zorrilla, en el inicio de la segunda vuelta-; es importante que el equipo aragonés mantenga su buen tino fuera de casa y, a partir de entonces, se enmiende en el estadio zaragozano. El Espanyol de Javier Aguirre será el primer visitante de la segunda vuelta liguera.


Y, como piedra de toque, la Copa del Rey: llega el Levante, al que el Real Zaragoza debe eliminar en la vuelta, en La Romareda. El equipo aragonés encara la cita con la ventaja de aquel gol de Aranda en el último instante del partido de ida. Es la primera ocasión de enmienda. Que el Real Zaragoza no puede permitirse desaprovechar.