baloncesto

Jaime Pradilla toma la bandera de España

El joven ala-pívot aragonés lidera a la selección de Scariolo ante una Letonia que hace tiempo ha dejado de sorprender. Carlos Alocén también regresó a la ciudad que le adora

Jaime Pradilla se aplica en defensa ante un jugador letón.
Jaime Pradilla se aplica en defensa ante un jugador letón.
José Miguel Marco

Hubo un tiempo en que la selección española de baloncesto estaba todos los días en Zaragoza. Incluso Antonio Díaz Miguel eligió la capital aragonesa como escenario de los partidos de España en el Mundial 86. Hasta Chavi Bienvenido cuenta que José Luis Rubio le hizo la selección a Díaz Miguel en una servilleta del Restaurante Bienvenido, en Independencia. Y Chavi no miente... Pues eso, que de Arcega a Epi, hasta el que llevaba el botijo, el gran Paco Binaburo, era aragonés. Después, a mediados los 90, el antiguo CAI desapareció por un pufo que no llegaba a la cuarta parte del que arrastró la Penya y del que sigue arrastrando el Estudiantes. En Zaragoza desapareció el baloncesto de élite hasta 2002, año que figura en el nombre oficial del Casademont Zaragoza. Poco a poco, se fueron jubilando las estrellas (los Arcega, Paco Zapata, los Angulo...) que educaron nuestra sensibilidad baloncestera.

Le costó arrancar al nuevo CAI. Le costó un montón ascender a la ACB. Y todavía más fabricar talentos. Lógico: para subir, hace falta dinero; para crear cantera de verdad, criterio y tiempo. Tiempo... Así, después de lustros como Rodrigo San Miguel como último mohicano, apareció la Generación Z, la evidencia de la seriedad del trabajo que desarrolla en su base el club que preside Reynaldo Benito. Una década después, por fin aparecieron júniors de nivel: Carlos Alocén, Jaime Fernández, Jaime Pradilla; y después Aday Mara y Lucas Langarita. No es sencillo ni común tanto talento en tan poco tiempo.

Pues bien, ayer el mejor jugador en el regreso de Ricky Rubio fue un chavalote de 23 años de Zaragoza, de esa Generación Z que nos arrebataron por cuatro perras y que ahora solo podemos ver vestidos de rojo con la selección española. Sí, el mejor de largo, el que tomó la bandera de España y uno de los pocos que se desmarcó de la mediocridad exhibida ante Letonia (75-79) fue el ala-pívot zaragozano. Está que se sale, Pradilla. Nos lo levantó el Valencia en la burbuja de la covid, ese singular final liguero del año de la ídem disputado en formato de concentración (y aislamiento) en Valencia. Tipo inteligente, Pradilla. Tanto que está triunfando en un club en que no suelen progresar los fichajes españoles procedentes de Zaragoza: eran auténticos jugadorazos en el CAI Pablo Aguilar, Joan Sastre, Sergi García, y después ya ven... Qué fijación la del Valencia con Zaragoza, ¿verdad...? Y hoy no hablamos de Jovic...

Volvamos al disfrute con Jaime Pradilla, representante aragonés en el careo de ayer junto al base Carlos Alocén. Langarita también ha estado por ahí estos días entrenando. Y Aday Mara, que ayer bien podría haber sido el amo con España (ni les cuento en el Casademont...), haciendo lo que está haciendo (o lo que no) en la UCLA de la NCAA. La UCLA de la NCAA... Mucha sigla para entender un temita tan claro.

Volvamos a los que estaban ayer en un abarrotado pabellón Príncipe Felipe. Alocén no lo tenía sencillo. Scariolo apuesta por Ricky Rubio aunque no anote en juego hasta el minuto 37. Y no va mal, Scariolo. Con base top (y Ricky no lo fue ayer, pero lo volverá a ser), España no habría sido eliminada en el último Mundial. Además de Ricky, Díaz es un especialista defensivo. Alocén seguro que no se rinde, igual que no se ha rendido en estos dos malditos años.

En cuanto a Pradilla, la estadística lo subraya como el mejor español en el ruedo. Números de jugador de postín: 14 puntos, 5 rebotes (¡4 en ataque!), 22 minutos y 15 créditos de valoración. Estamos ante un talento para rato largo en la selección española, un ‘cuatro’ que quizá no amenace desde fuera, pero sólido en su aro y con un apetito voraz para rebañar el puchero en ataque. Con tan poca chicha, ahí estuvo Pradilla para meterle salsa brava al asunto. Incluso ayer, con tan poco que llevarnos a la boca, Jaime Pradilla fue capaz de alimentarnos la esperanza.

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