REAL ZARAGOZA

Adiós a los que se quedan; y a los que se van, también

El Real Zaragoza cierra esta tarde la Liga en La Romareda frente al Villarreal (20.00/PPV). Los levantinos se juegan un puesto en Europa. El equipo aragonés celebra su salvación.

Gay de indicaciones a la plantilla durante el entrenamiento
Adiós a los que se quedan; y a los que se van, también
T.G. /A PHOT AGENCY

"Adiós a los que se quedan; y a los que se van, también", dice la primera estrofa de la Albada de Labordeta. Esa joya de canción que, en uno de los aciertos del agapitismo, suena en la megafonía de La Romareda desde hace un par de meses cinco minutos antes del inicio de los partidos. Emocionante, estimulante, capaz de poner carne de gallina a los más sensibles y de hacer saltar las lágrimas a los más sentimentales.

Hoy es noche de sentimientos. Es el final de un nuevo ciclo. El cierre de la temporada. La cuarta de Agapito al frente de un Real Zaragoza en constante decadencia desde su llegada. Un cuarto tomo enciclopédico en una SAD llena de sobresaltos, pifias, líos, puñaladas laborales, celos, amores, acosos, derribos, huidas hacia delante, rectificaciones sobre la marcha, dudas, traiciones, noches en vela, velas en las noches, sufrimientos, pánico, desazón y, al final, un epílogo feliz con la permanencia obtenida con sangre, sudor y alguna lágrima en muchas tardes de pana y mono de cremallera. Como en los tres capítulos anteriores de este proyecto deportivo-económico-político-financiero-empresarial, un guión asimilable a aquellos legendarios de 'Falcon Crest', 'Dinastía' o, más recientemente, la producción autóctona ''Motivos personales', con Lydia Bosch, Fernando Guillén, Concha Velasco y demás reparto.

Es día de adioses. Como cada fin de curso. Varios, quizá muchos de los que hoy van a protagonizar el postrero partido ante el Villarreal, vivirán su último día como zaragocistas. En el césped, habrá unos cuantos con total seguridad. En el banquillo, está por ver. Y en el palco, quizá menos de los que debería. Eso también queda en el aire, al más puro estilo de los seriales. Que cortan el episodio justo cuando va a estallar la clave de la trama.

En un partido, pues, para poner la tapa dura que remate este cuarto libro de la colección de Agapito. Un paso más dentro de lo que, un día futuro, serán sus obras maestras. Es una noche para decir adiós a los que se van. De agradecer los servicios prestados y de desearles lo mejor en adelante.

Y, como escribió José Antonio Labordeta en su Albada, también es momento para decir adiós a los que se quedan (no es cuestión de que se sientan discriminados con los que vuelan definitivamente).

A unos, porque se van de vacaciones y no volveremos a verlos hasta dentro de tres meses. Pura cortesía. Y a otros, porque quizá, si nos escuchan despedirles, se dan por aludidos. Nada se pierde por ser educados y tener crianza.

Es un partido por el que todo el zaragocismo hubiera firmado hace cuatro, tres, dos o, incluso, un mes: sin riesgo de muerte, con la supervivencia deportiva asegurada al menos un año más en Primera División. Hasta hace nada, la mayoría se temió que hoy viviríamos una película de miedo en La Romareda. Nueve de cada diez llevaban tragado que este duelo último contra el Villarreal de Cani sería de infarto, a vida o muerte, a suerte o verdad pendientes de la radio y de lo que hacían Tenerife, Valladolid, Racing o Málaga.

No es así, gracias a Dios y al acierto de los jugadores y el cuerpo técnico. Los principales artífices de la consumación de una notable segunda vuelta. De un periodo milagroso con altos réditos y un gran índice de solvencia pese a las limitaciones y la improvisación forzosa que presentaba el perfil del renovado plantel desde enero.

El último acto de la Liga es, pues, mero trámite. Un alivio neurológico que el zaragocismo activo agradecerá sin duda alguna. No hay peligro para las uñas. Nadie se irá a casa hoy con repelones en las falanges. Solo el Villarreal se juega algo (entrar el año que viene en Europa a través de la 6ª plaza, que debe arrebatar al Getafe ganando en La Romareda forzosamente).

Hoy no generan discusiones ni la alineación, ni el sistema táctico de Gay. Ni se lamentan en exceso las ausencias (Lafita y Arizmendi, por ejemplo, no entraron en la lista ayer al no superar sus molestias físicas). Hasta sirve de estímulo poder ver a Goni como titular -si así sucede- tantos meses después.

Sin la presión por obtener un resultado para evitar el descenso, el graderío podrá observar el partido con calma. Y hasta tendrá espacio para manifestar si le ha gustado o no el cuarto libro de Agapito.