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Paul Ineva: "Soy muy maño, mi 'Pilarica' y mi río Ebro son todo para mí"

Paul Ineva (Zaragoza, 1954) recibió ayer el título 7º dan de manos del presidente de la Real Federación Española de Kárate, Antonio Moreno.

Paul Ineva, de traje y corbata, en Zaragoza.
Paul Ineva, de traje y corbata, en Zaragoza.
José Miguel Marco

Campeón de España de remo, de kárate, expresidente de la Federación Aragonesa, propietario del gimnasio Goya durante 40 años, hermano en la cofradía del Silencio y voluntario de la Asociación Española Contra el Cáncer. ¿Qué le queda por hacer a Paul Ineva?

El kárate ha sido mi vida, mi pasión, he podido comer gracias a él, he vivido experiencias únicas. Después de estar metido en tantas cosas, ahora recoges el cariño de muchísima gente.

Anoche, de manos del presidente de la Real Federación Española de Kárate, Antonio Moreno, recogió también el título de 7º dan.

Pensaba que estaríamos la familia y algún amigo, pero vino gente que me ha acompañado durante toda mi vida. Antonio me dijo que le hacía mucha ilusión venir a Zaragoza y entregarme este reconocimiento. Para mí no es ilusión, es directamente un honor.

Usted comenzó haciendo remo.

Sí, siendo un crío en el Club Náutico. No sabía lo que era y en casa no dije que hacía remo, hasta que un día me descubrió mi padre.

Pronto fue campeón de España.

Me seleccionaron junto a mi compañero Ángel de Miguel. Nos fuimos al precioso lago de Bañolas. Entrenábamos tres veces al día, era durísimo. Nos quedamos campeones de España júnior. De ahí, al Campeonato del Mundo en Grecia. Era la primera vez que España se metía en una final y terminamos quintos.

Hasta que un día golpeó una piedra y se pasó al kárate.

Iba una noche andando por la avenida de Goya, que estaba en obras, y le di una patadica a una piedra, pero sin mala intención.

¿Y dónde cayó?

Justo en una zanja, de donde salió un obrero que pensaba que se la había tirado a idea. Menos pegarme, me dijo de todo… Al día siguiente me apunté a kárate.

Cuente, cuente…

Fui al Campeonato de España de peso pesado siendo un desconocido. La tarde anterior fui al pabellón y vi la gente que había: Antonio Espinós, actual presidente de la Federación Mundial de Kárate, Faustino Soria, Amalio Lasheras, campeón de España el año anterior y culturista… Le dije a Santiago Velilla, el entrenador, que tenía miedo y que no quería competir.

¿Y qué le respondió?

Que si alguno de nosotros se quedaba campeón de España se afeitaba la barba.

Y cumplió.

Llegué a la final y gané. Era un simple cinturón marrón, no sé si fue la suerte del novato o que estaba conmigo la Virgen del Pilar.

¿Es muy devoto de la ‘Pilarica’?

Yo soy muy maño. Mi ‘virgencica’ del Pilar, mi Ebro, lo son todo… Escucho una jota y me pongo a llorar. Mi padre, baturro de María de Huerva, y mi madre, de Pina de Ebro.

De Zaragoza a Bérgamo con la selección española.

Nos invitaron a un campeonato internacional, pero la Federación no tenía dinero para pagar el desplazamiento.

¿Cómo lo hicieron?

El seleccionador, Antonio Oliva, tenía un Seat 127; el médico, Mariano Morante, un Seat 124, un cochazo amarillo. Nos pagaron la gasolina y así fuimos. En aquella época no había autopista ni vuelos de Ryanair. Toda la Costa Azul, Montecarlo, Milán… Salimos el jueves y llegamos el sábado por la mañana, descansamos en el hotel y por la tarde estábamos compitiendo. Quedamos segundos.

En el Campeonato del Mundo de Montecarlo tampoco les fue mal…

Rozamos la medalla ante Kenia. Éramos unos chavalillos de pueblo, veías cada Ferrari, las joyerías… Paró un coche delante de nosotros, salieron dos guardaespaldas y después Brigitte Bardot… la tuvimos a dos metros, era una mujer impresionante.

Dice que, acostumbrado a ir con el kimono, le incomoda el traje.

Me ponía el kimono a las 8 de la mañana e iba todo el día descalzo. Cuando me pongo traje lo paso mal, con la corbata parece que me ahogo. ¡Tengo unas ganas de quitarme los zapatos…!

Fue presidente de la Aragonesa de Kárate durante ocho años.

Desde el primer día quise ayudar a todos. Había gimnasios con rivalidades entre ellos, pero yo quería que estuviesen todos. Aragón ha tenido unos karatecas fabulosos. He intentado ayudar siempre, poner mi granico de arena en todo.

Ahora es el cabecero de la cofradía del Silencio.

Es un paso enorme y vamos por calles muy estrechas. Por la calle San Blas, que hay todo adoquines, aquello baila… También fui costalero de La Humildad. Los sentimientos que se te vienen a la cabeza no se pueden explicar.

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