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Nano Modrego: "Le debo más al fútbol sala que el fútbol sala a mí"

El pivote renueva a sus 41 años por el Colo Colo de Segunda División.

Nano Modrego, iluminado por el verano zaragozano.
Nano Modrego, iluminado por el verano zaragozano.
José Miguel Marco

Esto de llamarse Nano cuando se tienen treinta y pico años…

Más, más de treinta y pico. Le confieso: tengo 41 años. Lo del alias, vino con el tiempo, pues de niño me llamaban Nanín en el Fincas Bretón. Y cuando crecí y jugué en la élite, Nano, como mi padre.

Menuda saga, los Modrego, historia viva del sala de Aragón.

Él jugó en el Colo Colo. De mis padres, de Nano y de Loli, solo puedo hablar bien. Es más, estoy orgulloso de ellos.

Le veo fuerte como un roble.

Es que llevo preparándome desde el 1 de julio.

Se lo está tomando muy en serio.

Me puse en contacto con Raúl Luzón, el nutricionista del Real Zaragoza, que ya me llevó a mí en el Sala 10. También, el preparador físico de mi equipo, el Colo Colo, me ha elaborado un plan individual durante todo el verano. Empezamos la pretemporada la semana pasada, pero yo en realidad llevo mes y medio.

¿Por qué la comienza antes?

Para no sufrir, para estar lo mejor posible, pues, como le he dicho, ya tengo 41 años, y no es como cuando tenía 20. Los chavales en tres o cuatro entrenamientos ya están bien. Y a mí, por mi edad, me cuesta más.

¿Tiene el mismo peso que cuando tenía 25 años?

No. Ahora peso menos. Ahora estoy en 81 kilogramos. Antes pesaba 84. Pero no es tanto el peso en sí, sino la grasa. El porcentaje graso lo tengo mucho más bajo.

¿Qué energía le mueve? Le veo con la misma ilusión del chavalito que reventó la Primera División como pivote del Sala 10.

Ahora estoy bien. La primera temporada con el Colo terminé muy saturado. Las semanas se me hacían muy largas. Fue la primera temporada postcovid. Entrenábamos de 21.00 a 22.30, no te podías duchar en los vestuarios, llegaba a casa muy tarde, terminaba de cenar muy tarde.

Apenas veía a sus hijos...

Eso es duro. Y al otro día me tenía que levantar a las 7.00 para trabajar. Todo el día en el colegio. Además, los entrenamientos en el colegio, pues soy el coordinador del Calasancio, donde estoy encantado. Además, los entrenamientos con los chavales en el Cuarte. Al final, el día se me hacía larguísimo. Por eso anuncié que dejaba el sala. No podía aguantar ese ritmo.

Pero ha decidido seguir.

Cambió todo el año pasado. Ya podía acostar a mis hijos. Incluso, algunos días, hasta cenar con ellos. No fue la misma rutina. Además, llevé mejor la temporada, disfruté muchísimo. Vi que estaba bien y decidí seguir. El entrenador, Alfonso Rodríguez, insistió mucho en que me quedara. Y aquí estoy.

Resumamos: juega, da clase, coordina, entrena, es papá, es esposo, es hijo...

Y viajo, que en Segunda son tantas horas o más que en Primera.

Cuando echa la vista atrás, desde ese niño que se escapó de casa con 15 años para debutar en Primera con Corredera, ¿haría todo esto que ha hecho por el sala?

Sí. Además, tengo que decirle que le estoy muy agradecido al sala.

Y el fútbol sala a usted.

Más yo. Le debo más al fútbol sala que el fútbol sala a mí.

¿Por qué?

Por muchas cosas: he conocido grandes amigos, ciudades, he crecido en todos los aspectos, he ganado dinero, he jugado en los mejores equipos de Aragón y de España, he sido internacional con la selección española, y, sobre todo, he desarrollado mi pasión.

Inteligencia es capacidad de adaptación. Usted, incluso se adaptó a la nueva normativa.

Una normativa que me desfavorece, por cierto. En estrategia, uno de mis fuertes, era más sencillo con la anterior reglamentación (se sacaba de banda con la mano).

Y este año tenemos derbi…

Todos lamentamos el descenso del Sala 10.

Hubo mala suerte. Mereció más en las últimas tres jornadas.

Sí, pero descendió. Y lo lamenté mucho, reitero. Nosotros llevamos tres años haciendo muy bien las cosas en Segunda División. Será un derbi bonito.

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