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Muere Paco Franco, referencia hípica en Aragón

Falleció de forma repentina en la noche de este lunes 14 de febrero, acariciando a su caballo en el Club Hípico Doble F de Zaragoza.

Paco Franco, a lomos de su caballo Prieto Azabache.
Paco Franco, a lomos de su caballo Prieto Azabache.
Raquel Labodía

Es falso eso de que solo se mueren los buenos. Mueren los buenos y los malos, pero solo nos acordamos de los buenos. Por eso ahora lloramos sin consuelo la muerte de Paco Franco, el jinete que nos contagió la pasión por la hípica en Aragón. Nos dijo adiós en la Tierra y se fue a galopar por otros parajes en la noche de este lunes 14 de febrero. Se despidió, no podía ser de otra forma, acariciando a su caballo en el club de su propiedad, el Doble F, junto al único hipódromo privado de España. Contaba 78 años.

Pero Paco Franco era mucho más que el mejor jinete. Nos enseñó a amar los caballos. Algo importante porque, por definición, caballero es quien monta a caballo. Él ya era caballero siendo un bebé. Hijo de un tratante de caballos, nació en Zaragoza en 1943. Aprendió a montar a caballo antes que a andar. En 1967 fundó el Club Hípico Doble F (Francisco Franco Sorribes era su nombre) para plasmar su empeño de que en Zaragoza se pudiera aprender a montar a caballo, terreno acotado entonces a los militares. Él, solo él, fue el primer jinete civil en galopar en la Hípica Militar, la primera licencia federativa hípica en Zaragoza, él lo fue todo en la equitación. También asumió la responsabilidad de organizar el Concurso Hípico Nacional de las Fiestas del Pilar hace medio siglo. Paco quería mucho a Zaragoza, y no quería que en Zaragoza solo se corrieran carreras de burros. Con Paco hubo carreras de caballos. No solo las organizó, sino que las ganó en todas sus categorías. Incluso en 2017, con 74 años, se adjudicó el título en la categoría de veteranos a lomos de su caballo Prieto Azabache, bautizado así por la mítica canción de Vicente Fernández.

El Club Hípico Doble F no solo era la referencia en el Pilar y para San Jorge. Sobre su precioso óvalo, en la avenida de Cataluña, a escasos dos minutos de la plaza del Pilar, galoparon los mejores: Álvaro Domecq, Luis Álvarez Cervera, Luis Astolfi, Cayetano Martínez de Irujo, Lucrecia Cordón, Pablo Hermoso de Mendoza… Sobran las glosas para explicar la entidad de la anterior retahíla, lo mejor de lo mejor de la hípica patria. Toda la jerarquía patricia de la equitación española convergía en las cuadras de Paco Franco. Y a esa jerarquía citó en el Hotel Ritz de Madrid con motivo de la fundación del título Caballero de la Orden Jinete de España. Hasta la infanta Elena fue honrada con el título.

Después de haberlo ganado todo a caballo, decidió emprender nuevas travesías. En las últimos años retó al coche en la carrera del automóvil contra el caballo, organizó partidos de polo en el hipódromo, incluso quiso hacer carreras al más puro estilo de Ascot. Seguía montando a caballo, pese al aviso de un infarto y un ictus. 

Había contraído matrimonio hacía tres años con la doctora Loli Vázquez Rodríguez. Estaban muy cerca de él sus amigos Valero Ezquerra y Marisa, Iñaki Domínguez y Esther. Y hasta hace cuatro días, el inefable Juanjo Facheli y Pepe Gros de los Puturrú de Fua... Y también Quique Marcuello se desvivía por Paco. Y Vicente Gracia Forcén. Porque es muy difícil no querer a alguien que se entrega con toda su alma. Porque la bondad es el mejor indicador de superioridad.

Se atribuye a Coco Chanel una frase que me encanta: no hay una segunda oportunidad de causar una primera impresión. Conocí a Paco Franco hace un par de décadas. Estaba actuando Sancho Gracia en el Teatro Principal y esa noche terminamos con Quique Marcuello y Hermógenes Carazo Manuel en La Nicolasa. Allí le dijo Sancho Gracia a Paco que por él sería capaz de ampliar la partida de bandoleros y hacerle un sitio entre el Algarrobo, el Gitano y el Estudiante. Esa noche Curro Jiménez no le estaba hablando a un bandolero. Esa noche Félix Sancho Gracia, ahí es nada, reconoció que Paco Franco montaba a caballo mejor que él...

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