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Derbi aragonés a las 21.00… y sin bocata: los bares del entorno de La Romareda se rearman

La prohibición de comer y beber en el estadio y las restricciones en el interior de los locales provocan que los bares del entorno no puedan explotar el volumen de negocio potencial del Zaragoza-Huesca.

Luis Soler, propietario del restaurante Rogelios, en la plaza Eduardo Ibarra
Luis Soler, propietario del restaurante Rogelios, en la plaza Eduardo Ibarra
FRANCISCO JIMENEZ

Termina la primera parte, el árbitro manda a los jugadores a los vestuarios y en la grada se oye el murmullo del papel de aluminio. El tiempo de descanso es el tiempo del bocata, y más cuando el choque se disputa en horario nocturno. Este ritual no se va a poder vivir en el Real Zaragoza-Huesca del lunes (21.00), ya que las restricciones impuestas por la covid impiden comer y beber en el estadio, más allá del necesario botellín de agua.

Esta circunstancia podría hacer pensar que los bares del entorno de La Romareda tienen una gran oportunidad de negocio, al tener que alimentar el estómago de los que no pueden comer en el estadio su bocadillo casero. Sin embargo, la medida no acaba de favorecerles, y más si se une a las restricciones que todavía tienen en el interior de los locales.

Estos bares surtían a muchos aficionados de bocadillos para comer en el estadio. “Antes te llamaban por teléfono y te decían que les tuvieras preparados cinco bocadillos para la familia. Venían, se tomaban algo y se los llevaban. Eso ahora se ha acabado”, señala Jesús Calvo, gerente del bar Juan II, en la calle del mismo nombre.

En este local ya tienen un buen número de mesas reservadas para cenar antes del partido. Sin embargo, como el consumo en barra está vetado, el número de clientes que se pueden atender es muy limitado: “Nosotros que nos dedicamos a las tapas, en la barra se hace todo mucho más rápido. Si dependes de las mesas ya tiene que salir el camarero, limpiar todo… Es un inconveniente”, cuenta.

Para un partido que empieza a las 21.00, y en el que se espera una notable asistencia de público, las apreturas en los locales antes del choque pueden ser importantes. En el Rogelios, un clásico a las puertas de La Romareda, señalan que la yuxtaposición de normativas en los estadios y en la hostelería suponen “un desastre”. “Todos quieren comer antes o después del partido, pero no se pueden hacer filas en el local ni se puede comer o beber de pie”, lamenta Luis Soler, su propietario.

Soler critica la paradoja que supone que no se pueda comer en el estadio, al aire libre, pero sí en otros recintos cerrados, como los cines. En Andalucía ya han dado permiso para que se pueda comer y beber en los campos de fútbol si las ciudades cumplen determinados parámetros sanitarios, pero en Aragón aún habrá que esperar.

“Las prohibiciones nos vuelven locos”, señala Soler, quien lamenta que “hay mucha gente que se nos queja porque no pueden ser atendidas como debería ser”. Cuando aún faltan más de dos días para el choque, ya tiene reservadas un buen número de mesas tanto antes como después del partido, y eso que “a nadie le apetece cenar a las 19.00 o a las 23.00”.

En el bar Xamara, en Asín y Palacios, señalan que el derbi “siempre es un día especial”, tanto en el césped como en los bares del entorno. Elena Dragán apunta que es una jornada “de mucho trabajo”, pero que las restricciones “lo complican todo un poco”.

Hay que tener en cuenta que el partido se disputa el lunes, previa del Día del Pilar en el que se celebran actos que también van a reunir a miles de personas muy cerca de La Romareda: monólogos en la Sala Mozart, conciertos en la Multiusos y en la Luis Galve y marionetas en el Parque Grande José Antonio Labordeta. Hay que tener en cuenta que en estos recintos tampoco se puede comer, por lo que -entre una cosa y otra- los bares de la zona se rearman… con las limitaciones impuestas por la normativa sanitaria.

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