El Dakar más especial de Víctor Rivera

Quince años después de su debut, el aragonés regresa a la cita como navegante del piloto parapléjico Nicola Dutto.

Víctor Rivera, en el Rally Marruecos celebrado en octubre
Víctor Rivera, en el Rally Marruecos celebrado en octubre
Francesca Gasperi

Para los pilotos amantes de la aventura; de las carreras en las que hay que sortear calor, piedras, viento, inmensos kilómetros de arena; del raid puro y duro... escuchar la palabra Dakar provoca un cosquilleo difícil de controlar. "Un desafío para aquellos que parten. Un sueño para quienes se quedan". El lema de Thierry Sabine –creador de la competición que llama la atención, sorprende y seduce– lo han hecho propio los miles de corredores que a lo largo de los 40 años de historia se han visto atraídos por el imán que ejerce este rally. Muchas historias deportivas y humanas se han escrito: primero, en África; y, partir de 2009, en Sudamérica. El caspolino Víctor Rivera tenía 21 años cuando cumplió con la ilusión de todo apasionado a las carreras de resistencia por terrenos imposibles. Y tres lustros después del debut en aquel Dakar, que partió de la ciudad francesa de Clermont-Ferrand, el aragonés vuelve a enfrentarse "al máximo y más duro desafío del mundo". Va a ser un Dakar, asegura, "tremendamente especial".

Víctor Rivera parte el 2 de enero hacia Perú –único escenario de la 41ª edición, programada del 6 al 17– como uno de los componentes del equipo OCA (Offroad Adventure Crew), que tiene como protagonista a un hombre "increíble". Es el primer adjetivo que busca el de Caspe para definir a Nicola Dutto, el primer piloto parapléjico que correrá en moto el Dakar. "Todos estamos listos para animarle: su espíritu, su fuerza, y su carácter de verdadero campeón, que nunca se rinde, son admirables. Es mi héroe, un verdadero héroe que llevo en el corazón", afirma Víctor Rivera.

La primera vez que el aragonés se encontró con Nicola Dutto fue en la Baja Aragón 2002, el año en el que el caspolino se estrenó en la cita mundialista de cross country que, entonces, se disputaba en formato ‘non stop’ 1.000 kilómetros. "Era el simpático y guapo italiano que venía a correr a España, le gustaba más hacerlo aquí que en su país. Llegó a ser campeón de España (de Rally TT en 2004 y 2006). Un crack", evoca. Campeón de Italia de Bajas en 2006 y 2009, y de Europa en 2008 y 2009, la proyección de Dutto iba al alza, con un sueño como profesional: la Baja 1.000 Ironman, una durísima prueba que se celebra desde hace más de 50 años en la península de Baja California. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió.

El 20 de marzo de 2010 sufrió una caída en una etapa de la Baja Italia. El piloto de Beinette –una localidad de la región del Piamonte– salió volando y sufrió una fractura en la séptima vértebra dorsal. Tuvo que estar nueve meses ingresado y superar varias intervenciones, perdiendo la sensibilidad de pecho para abajo. Una paraplejia que le obligó a moverse en una silla de ruedas, pero no le impidió alejarle de la moto. "Él se empeñó en que quería seguir compitiendo. Corrió en su prueba fetiche, la Baja 1.000 en un buggy modificado para sus necesidades. Y encontró en todas las personas que le rodean, en KTM Italia y, especialmente, en su mujer, Elena Foi, la confianza para hacer realidad su mayor desafío: correr nuevamente en una motocicleta. Cuando le vi en la Baja Aragón de 2012 me quedé en shock", relata Rivera. Dutto adaptó una Suzuki 450 RMX, en la que diseñó una silla tubular especial para proteger sus piernas. Junto a él, Julián Villarrubia (cuatro Dakares), amigo y rival de sus tiempos en el Nacional de Cross Country. Fue el primer piloto parapléjico en completar una Baja en moto.

El más joven dakariano en 2004

Para entonces, Víctor Rivera ya se había hecho un currículum como piloto de raids. En 2004 se convirtió en el piloto más joven en participar en el 26º Dakar. "Creo que nos aventuramos. Fue todo muy rápido. No sabía del Dakar más que los diez minutos que ponían en la tele. No tenía ni internet en casa para investigar. Fue un desastre. No terminé. Iba aprendiendo sobre la marcha: los dos primeros días no dormía, no comía, tuve problemas técnicos con la moto porque era un prototipo, una Alfer VR 700 artesanal que diseñó Fernando Prades ‘Picolo’, un mecánico que se convirtió en mi ángel de la guarda", rememora Rivera, que se tuvo que retirar en la novena etapa.

Al año siguiente, en la cita que partió de Barcelona, volvió a ser el más joven participante. Tras aprender de los errores y conocedor del terreno, Rivera se subió a lomos de una KTM 660 con un fin único: llegar al Lago Rosa: "Cuando terminé tuve una sensación de alivio tremenda, porque había sido capaz de finalizar una carrera de tal envergadura. La había preparado muy bien: gané el Rally Faraones de Egipto (categoría producción), prueba del Mundial, hice la Baja... Fue una presión importante porque todo giró alrededor del Dakar".

"Mientras estás en el Dakar lo único que haces es maldecirlo, pero cuando acaba ya empiezas a planear el próximo", afirmaba Rivera tras el éxito conquistado. El caspolino repitió en 2006 con la KTM. Sus dotes de navegación le llevaron a un meritorio trigésimo segundo puesto (a 21h18:11 del líder Marc Coma), siendo el mejor piloto privado español. "Sin la moto no le veo sentido a la vida, no podría estar". Su empeño le volvió a colocar en la línea de salida de la edición de 2007, como integrante de un equipo oficial, Tot Curses de Gerona. Su principal valedor era Picolo, el mecánico que le ha acompañado en sus anteriores incursiones por el desierto africano. Su compañera de fatigas fue un prototipo, una TC Rieju 450. Fue uno de los Dakares más exigentes, con máquinas y pilotos al límite de la extenuación, y la amenaza terrorista en Mali obligando a cambios de recorrido. La fatalidad llegó en la décima etapa (etapa bucle con principio y final en Néma, Mauritania), cuando Rivera salió expulsado de la montura y se fracturó la vértebra T7. "Fue una caída escalofriante. Estuve seis meses en la cama. Fue muy duro. Me podía haber quedado paralítico", reconoce.

Nuevo contacto con Dutto

Ya no hubo más Dakar. Tras recuperarse, "y como si se me hubiera dado otra oportunidad para usar las piernas", corrió en 2008 el Mundial y se pudo sacar la espina, subiendo a lo más alto del podio en la categoría Sport 450. Premio que redondearía en 2009 con el título nacional. Pero algo había cambiado en el ánimo del caspolino. "No me apetecía correr más. Estaba cansado de carreras, de viajar pero no ver nada. Quería hacer vida normal. Lo dejé todo y me voy a descubrir mundo", cuenta. Tras regresar entre 2013 y 2015 siendo campeón en tres ocasiones consecutivas del Rally Intercontinental (por las antiguas etapas del Dakar africano), Víctor Rivera no volvió a subirse una moto desde 2015, incluso llegó a vender las que tenía: "Cuando pisé por última vez el Lago Rosa, el 4 de febrero de 2015, le di la espalda. No quería mirarlo. Estaba saturado. Todo por lo que había luchado, lo estaba aborreciendo".

Hasta que Nicola Dutto se cruzó en su camino: "Empecé a correr como copiloto de buggys con Jordi Abril. Hicimos pruebas del Nacional y algún Rally Marruecos. Nos encontramos en Nicola en el Rally Merzouga de 2017: para competir él en el Dakar tenía que preparar rallys de cross country, navegar, vencer el desierto, las dunas. Luego, me llamó Julián Villarrubia porque necesitaban un piloto para asistir a Nicola en el Rally de Marruecos, prueba del Mundial, así que allí fui. Y volvimos a conquistarlo este año. Fue una gran carrera, me convencieron para acudir al Dakar y aquí estoy", desarrolla Rivera, que trabaja en la empresa Travelbike Tours.

El 18 de julio, Nicola Dutto recibió la ansiada carta con el popular logo del touareg y firmada por el director del Dakar, Etienne Lavigne, confirmándole su presencia en Perú. Competirá con una KTM equipada con una barra antivuelco especial para proteger sus piernas, que él ha desarrollado, y en el manillar lleva los botones para el freno delantero y trasero, el cambio de marchas y para acelerar. Va atado a la moto. "Me fascina la idea de pasar muchas horas en la moto empujando mis límites físicos y mentales. ¿Asustado? Nada me asusta", apunta. Y junto con el italiano, un equipo formado por Villarrubia, Pablo Toral y Víctor Rivera, que le escoltará. El aragonés abrirá camino, tomando la responsabilidad en la navegación.

"El único objetivo es llegar todos al final. Somos los ojos y las piernas de Nicola, cada día será un triunfo para nosotros, así que nos planteamos la carrera día a día. A la gente le cuesta entenderlo; que un piloto parapléjico compita en moto no es algo precisamente normal. Pero somos solo uno", explica Rivera, que no ha podido preparar la gran cita como le hubiera gustado: ha estado en Marruecos y en el Rally de Argelia, donde sufrió un accidente "del que no recuerdo nada", que le ha dejado parado durante casi dos meses. "El Dakar es la aventura máxima de todo aficionado al motor: la soledad, la solidaridad, el compañerismo. Acabar un Dakar es un antes y un después. Ahora, espero hacerlo con una gran familia, la que formamos todos con Nicola. Lo que más nos anima son sus ganas de vivir y, sobre todo, su actitud. Siempre está contento", concluye Víctor Rivera.

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