Eloy Iglesias: "El golpe más duro es anunciar que me retiro"

El campeón de España de peso ligero decide colgar los guantes tras 10 años como profesional y más de cien combates olímpicos.

Eloy Iglesias, al frente del negocio familiar, Pescados Iglesias, en Santa Isabel
Eloy Iglesias, al frente del negocio familiar, Pescados Iglesias, en Santa Isabel
Oliver Duch

Uno de los rasgos que definen el carácter de Eloy Iglesias es su "cabezonería". Desde pequeño tuvo claro que sería boxeador. Y hasta que no lo consiguió, no paró. Su pertinaz empeño en subirse al ring le ha permitido en tres lustros labrarse un currículum como amateur y profesional. "Si algo quieres, lo consigues", sentencia Eloy Iglesias, de 28 años. Su rostro se ha ido endureciendo golpe a golpe, cayendo en la lona para levantarse con fuerza, alzar los brazos y sonreír. Y, ahora, llega el revés que más le duele: "Decir que me retiro me hiere hasta donde nadie se puede imaginar. Solo de pensarlo, siento fuego por dentro. Me hace tanto daño pronunciar las palabras... me retiro. Tengo que mirar hacia delante. Deseaba seguir con el boxeo, pero soy realista", afirma el zaragozano, con un brillo emocionado en sus ojos.

La decisión no es fruto de un arrebato, sino que lleva cuajando en su cabeza "desde hace meses". Porque su corazón le arrastraba hacia el cuadrilátero, a seguir con una pasión que empezó a alimentar cuando un niño de doce años pasó del kárate a ponerse unos guantes en el gimnasio Kiobox. Y ya no salió del ring. "El boxeo ha llenado mi vida. Ahora mi mente, de manera indirecta, está pensando en otra cosa. Sí, habré sido un buen boxeador, pero hay que ser realista. El boxeo me ha dado triunfos, un palmarés de éxitos, dinero, pero con esto puedes malvivir si estás en activo. ¿Y cuando concluya la carrera? Ahora toca centrarme, mirar adelante, al futuro, trabajar, ayudar a mi padre...", reflexiona Eloy Iglesias.

La figura paterna está muy presente en su dictamen. "Tiene 56 años, ha trabajado más y mucho más –catorce y quince horas–; lo recuerdo de pequeño de tres de la mañana a tres de la tarde, se echaba la siesta una hora y volvía de cinco a ocho de la noche… Quiero que empiece a descansar porque nos lo ha dado todo. Y no es una cosa que me lo ha dicho mi padre, sino que tomo yo la iniciativa", cuenta sentado en el ‘santuario’ del establecimiento que su progenitor –del que ha heredado su nombre– ha levantado en la avenida Estudiantes del barrio de Santa Isabel: Pescados Iglesias, donde lubinas, cigalas, rapes, merluzas, almejas o cigalas comparten protagonismo con los recuerdos que forran las paredes de un pequeño despacho, donde Eloy se desahoga.

Su estreno, una exhibición en Utebo

"Nunca me ha atado. Siempre me ha dado libertad, quizá demasiada. Solo me ponía una condición: que me esforzara. Y lo he llevado a rajatabla", afirma el boxeador. Cuando terminó de estudiar en el colegio, su "jefe" le reclutó para el negocio familiar, donde ha crecido, con los pies en el suelo. Una foto en blanco y negro muestra a un chico de 13 años, vestido con un calzón blanco y con pose que anuncia maneras. Fue su estreno, una exhibición en Utebo. "Era un pesado porque quería ser boxeador. Mi madre (Ana) me recogía del cole y me llevaba al gimnasio. Iba y venía. La verdad es que les he fastidiado muchos fines de semana, pero les hacía ilusión porque veían feliz a su hijo", comenta dibujando una sonrisa. Con 13 años inició una bonita amistad con una niña, Marta Fernández, que, pese su juventud, enseguida intuyó que el obstinado Eloy llegaría lejos. "Me viene a la cabeza cuando me decía: “Si aspiras a ser profesional, lo serás, porque eres muy cabezón y hasta que no lo consigas no vas a parar”. Aún no había subido a un cuadrilátero. El sueño ya lo he cumplido", relata Eloy Iglesias, quien correspondió a su amor de adolescencia pidiéndole matrimonio hace dos años. Un 16 de julio se proclamaba campeón de España de peso ligero en la velada que puso en juego el título celebrada en Casetas, al calor de la afición, donde derrotó al canario King Daluz. "Me acordé de las palabras que me decía cuando éramos más jóvenes; le pedí que subiera al ring y que se casara conmigo. Es la persona que más quiero y, ahora, también tengo que pensar en ella", reflexiona.

Eloy Iglesias sigue repasando con la mirada las imágenes que pueblan el pequeño cuarto. Aquel Campeonato de España cadete en Lanzarote en el que participó con 15 años, su debut oficial y con la edad mínima. Con el equipo olímpico nacional, con el que compartió dos años –de 16 a 18– y supuso "una gran experiencia" becado en la Residencia Joaquín Blume de Madrid. Allí creció a nivel internacional, peleando en competiciones de rango: de entonces guarda con "especial cariño", entre otros papeles y documentos, la acreditación que portó en el Mundial juvenil celebrado en Guadalajara, México, en 2008. Sus primeros guantes, los carteles de los combates amateur, cuadros, vendajes...

Púgil estilista, rápido de puños

José Ramón Escriche, nombre propio en el cuadrilátero aragonés, pulió un diamante. "Ha sido el que me ha enseñado esta profesión, me ha motivado y me hacía ir al gimnasio con ilusión. Por culpa de él he sido boxeador", agradece Eloy. Un púgil estilista –con buena técnica y postura–, medio fajador, rápido de puños, al que gustaba ir al ataque. Con la mayoría de edad en su carnet, el zaragozano se convirtió en el boxeador español más joven en poseer una licencia profesional y en demostrar el ascenso: fue un 3 de octubre de 2009 en Movera y contra el ecuatoriano Gabriel Valencia. Un paso que supuso un punto y aparte en su trayectoria. "Soy el boxeador aragonés que más combates olímpicos ha hecho –por encima de 100–, y en profesional acumulo más de 20 (24). Son muchos golpes", dice mirando las cicatrices que alguno de los combates le han dejado en la cara.

La lesión más dolorosa la arrastra en la mano derecha, que se inflama cada vez que ha pegado duro al saco en los entrenamientos, que ya ha abandonado, o al llegar el momento de la verdad: "Desde el primer campeonato nacional en Casetas. Y cuando defendí el cinturón de ligero meses después (en diciembre) en La Cubierta de Leganés (frente a Pablo Fuego)". Y cuando abordó hace justo un año, el 30 de junio en Italia, el reto más importante de su carrera profesional: el cinturón de la Federación Internacional de Boxeo, el primero que disputaba a doce asaltos, contra Gianlucca Ceglia, y que perdió a los puntos. Luego llegó la fisura de la mandíbula, que se produjo cuando preparaba el título Internacional Mediterráneo de la IBF, que se iba a disputar el 25 de noviembre en el pabellón Fernando Escartín de Santa Isabel contra el italiano Momo Khalladi. Y el parón. La reflexión.

Reapareció el pasado 10 de marzo en el pabellón de Salesianos de Zaragoza. Pero algo había cambiado: "No quería entrenar, ni ir concentrado a Madrid, no me apetecía, tenía indiferencia. El trabajo en la pescadería, los madrugones... Me han ofrecido combates, pero ya no me llenaba". Hasta hoy, cuando ha decidido colgar los guantes. "Tengo que dar gracias a mis padres, a mis hermanas (Diana y Cristina), a Escriche, a Fernando Urbina –mi entrenador actual que es un gran amigo–, a todos los aficionados, a todos los que me han respaldado. Soy el boxeador, a años luz, que más apoyo he tenido: de medios de comunicación, de empresas patrocinadoras… Me quedo con el recuerdo. Siempre he dicho que si algo quieres, lo consigues. Ahora toca iniciar otra etapa en mi vida", concluye.

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