Joaquín Ruiz Lorente: "Asumí el riesgo de ir a entrenar a China y estoy encantado"

El técnico zaragozano, de 51 años, emprendió hace diez meses la aventura profesional y vital de dirigir a un equipo del noreste de China.

Joaquín Ruiz Lorente posa en la Gran Muralla China.
Joaquín Ruiz Lorente posa en la Gran Muralla China.
Heraldo

¿Qué le ha llevado a China?

Llegué a China a finales de septiembre de 2016 a través de Chus Mateo (extécnico del CAI que entrenó en China), que recomendó mi contratación.

¿Cuál fue su primera reacción al saber que tenía una propuesta del Liaoning Flying Leopards?

Sentí incredulidad porque es una liga desconocida y exótica. Lo primero que hice fue poner en Google el nombre del club y las dos ciudades en las que se halla. Shenyang es de donde el equipo es originario y donde realizamos la preparación de verano. Pero la entidad pertenece al Gobierno y este decide que los partidos los juguemos en Benxi, donde estamos concentrados durante cuatro meses y medio en un hotel, que es lo que dura la liga regular.

¿Cómo son ambas ciudades?

Son como la noche y el día. Shenyang es una urbe moderna de 8 millones de habitantes. No le falta de nada, hay hasta un restaurante español, algo que valoro mucho. Benxi es más pequeña, de millón y medio de habitantes, y su carácter es rural. Además, hace mucho frío ya que estamos en el noreste del país.

¿Su vida allí se ciñe a lo profesional o está logrando integrarse?

Soy una persona extrovertida y siempre he tenido una gran capacidad de adaptación. Con 18 años ya salí de mi casa y me encanta conocer gente y sitios. No tengo mucho tiempo porque jugamos miércoles, viernes y domingo, pero intento entablar conversaciones con gente. Vale la pena, porque es un país enormemente atractivo, con una cultura que supone un choque brutal respecto a la occidental, pero muy interesante.

Ponga ejemplos cotidianos de ese choque brutal del que habla.

Los españoles somos muy de roce, de saludarnos, de darnos la mano o un abrazo. En China son muy fríos en eso, aunque en el fondo son muy hospitalarios. Los horarios de las comidas son muy diferentes: a las 11 y a las 19. Además, como entrenamos a las 9 y a las 15, se me ha acabado la siesta.

Al margen de lo económico y de lo deportivo, es una experiencia que enriquece en muchos sentidos.

Sin lugar a dudas. Por mi situación personal y profesional, podía permitirme esta aventura. Mis hijos, mi mujer y mis padres están bien, y quería intentarlo. Asumí riesgos y estoy encantado. He tenido la suerte de caer en un club muy profesional, con unos jugadores extraordinarios.

¿Sufre la barrera idiomática en su labor?

Si ven que te quieres abrir a ellos, los chinos se vuelcan contigo. Muchos jugadores no hablan inglés y por eso me acompaña un traductor. Pero se esfuerzan en que fluya la conversación.

¿Cómo es su día a día?

Del hotel a la cancha y viceversa. Trabajamos mucho. Por la tarde-noche dispongo de alguna hora libre, pero hay poca distracción.

¿Qué le falta al baloncesto chino para que dé el salto competitivo definitivo acorde a su potencial?

El jugador chino es disciplinado y siente pasión por el baloncesto. Muchos entrenan más horas que las oficiales del equipo. Quizás les falta conocimiento táctico del juego. Trato de ayudarles en la toma de decisiones. En mi plantilla hay cinco internacionales y son muy competitivos.

¿Cómo sería la comparación con la ACB?

Los tres primeros equipos de la Liga China estarían del octavo al duodécimo en la ACB.

Como exentrenador del CAI, ¿cómo ha visto la temporada que acaba de finalizar?

La verdad es que no he visto ningún partido porque no paro. Lo importante es que se han salvado. Ahora será el momento de analizar y localizar errores.

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